Bemol sostenido

- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Tuesday, 04 Jan 2022 00:15 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Me-lo-dí-a

 

Dice Jim Grantham en su fabuloso libro The Jazzmaster Cookbook, que “la creación melódica es la habilidad musical por excelencia”. Y estamos de acuerdo. En ella existe un esqueleto rítmico y la presunción de una tonalidad, de un centro gravitacional armónico. Incluso en soledad, la melodía ya integra los elementos totales de la música y permite expresiones específicas de timbre y dinámica. Es la esencia, lo elemental.

Por otro lado, la melodía es el vehículo de la poesía, de la lírica, de las letras de tantas canciones que desde el murmullo, el crooner o el grito abierto, expresan una necesidad de comunicación distinta. Abre la brecha, avanza y regresa. Gira, causa sospechas y adivinaciones. Se despeña en el río del tiempo. Se extingue protestando. En su etimología hace referencia, precisamente, al canto y la poesía.

Señal de trompeta para iniciar batalla o arrullo de madre que duerme a su niño, la melodía es lo que más podemos recordar de la música; es la serpiente sonora que nuestra voz puede imitar, pues no estamos fisiológicamente capacitados para emitir más de una nota al mismo tiempo. Ello hace que nuestro idilio con ella se vuelva más íntimo conforme crecemos. Tal dependencia se vive cotidianamente, pues hay lenguas que en su alocución presentan variaciones melódicas para cambiar significados.

La capacidad para distinguir esas variaciones adquiere enormes sutilezas, tantas como las necesita el músico que, improvisando, captura los mejores planteamientos para luego incorporarlos formalmente a una pieza. Cuando lo consigue, es prueba de que, escuchándose a sí mismo, pudo seguir el tren de su propio pensamiento, el flujo de ideas y relámpagos melódicos que lograron entreverarse en un mismo discurso.

Porque las melodías intentan contar historias, sea desde lo instrumental o lo lírico. Presentan personajes que interactúan, entran en conflicto y se reconcilian. El ritmo y la armonía contribuyen a esa dramatización, aunque la melodía se baste sola para cumplir su cometido. Eso sucedió desde un principio, cuando la humanidad imitó el canto de las aves y aprendió sus primeros llamados de auxilio, celebración o idilio.

La improvisación, en tal contexto, es el Big Bang del universo melódico. Cuando escuchamos improvisar al icónico jazzista Miles Davis atestiguamos la invención de un mundo que muere dejando una estela particular. Allí desaparecen ideas, semillas que pudieron ser grandiosas, pero que fueron sacrificadas en el artificio divino del artista.

También podríamos citar a cantantes técnicos como María Callas o Enrico Caruso; podríamos señalar a intérpretes apasionados como Nina Simone o Youssou N’Dour; podríamos recordar a instrumentistas míticos como el violinista Yehudi Menuhin, el chelista Mstislav Rostropovich, el guitarrista Paco de Lucía o el saxofonista John Coltrane... Todos se impulsaron gracias a escalas, esos conjuntos de notas que establecen un sistema con múltiples posibilidades, para la construcción no sólo de melodías, sino de arpegios y de acordes; escalas que se construyen, a su vez, con los sonidos de las doce notas del sistema dodecafónico. Su combinación es infinita una vez que el ritmo y la armonía entran al juego.

Ahora bien, para ser justos, hay que decir que fuera de Occidente las melodías alcanzan cumbres sorprendentes, pues juegan con microtonos que escapan de dicho sistema. En el mundo árabe, en India, China o Japón, hay instrumentos que no responden a los cánones del Viejo Continente. Tales frutos, aun hoy, parecen extraños, exóticos o incomprensiblemente atractivos, pues llevamos casi dos mil años escuchando melodías con intervalos limitados.

¿Nos pusimos demasiado teóricos? Lo sentimos, lectora, lector. Recordar qué nos llama de la música sin darlo por sentado permite saber más acerca de nuestro amor por ella y, también, participar activamente en su recreación. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

 

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