Cartas desde Alemania

- Ricardo Bada - Wednesday, 12 Jan 2022 22:52 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Dos Picassos, dos

 

Hay dos Picassos, dos, como se suelen anunciar los toros en los carteles de las corridas. Hay el Picasso cubista y hay el Picasso comunista, pero las diferencias entre ambos no son sin embargo ni la “b” convertida en “n”, ni tampoco –aunque morfológícamente lo parezca– esa dizque sílaba tibetana, “om”, metida como una cuña tras de la “c”.

En pocos lugares se pone tan en evidencia semejante asimetría como en el Museo Ludwig de arte contemporáneo, acá en Colonia, en una exposición titulada Der geteilte Picasso (literalmente “El Picasso dividido”, aunque quizás fuera mejor traducirlo como “El Picasso escindido”), exposición que se inauguró el pasado septiembre y puede ser visitada hasta el 30 de este mes. Y en ella se aprecia bien a las claras cómo fue la recepción de la obra picassiana a un lado y otro de la frontera que separó las dos Alemanias entre 1945 y 1990. No pudo ser más distinta.

Picasso había ingresado en el PC francés en 1944, pero fue recién en 1952 cuando el senador berlinés responsable de la Educación Popular se enteró de que Picasso era comunista (cosa que no era secreta para nadie sino sólo para el señor senador), así que canceló ipso fuckto una muestra del malagueño en la ciudad dividida, so pretexto de dificultades con el transporte de los cuadros. Los funcionarios de la RDA vieron ahí la oportunidad de llevar a cabo la exposición en Berlín oriental, lo que hubiera sido un contradiós, porque el cubismo de Picasso se daba de bofetadas con el realismo socialista que se había predicado en Pravda por nadie menos que el padrecito Stalin. Por supuesto, la idea no prosperó.

Asimismo, en la Alemania occidental no había nadie al parecer entre las relaciones públicas de la Bundeswehr, del ejército federal, que supiera que el Guernica se había inspirado en el bombardeo de la ciudad sagrada de los vascos por los cazas de la Legion Cóndor nazi; no de otro modo se explica que la Bundeswehr usara imágenes tomadas de los cuerpos martirizados del cuadro de Picasso como gancho publicitario para la defensa de este país.

Dicho sea de paso, un pasaje de la novela de Heinrich Böll titulada Acto de servicio es aquel donde se encuentra una lúcida alusión al bombardeo de Guernica. Durante el juicio por la apropiación indebida de un tanque, “el fiscal preguntó si era usual que un artista –lo dijo con abierto sarcasmo– robase el material para su obra de arte. Büren replicó de nuevo con una fantástica, acusada indolencia: dijo que querer hacer una obra de arte era una pasión tan vehemente que, desde luego, un artista siempre estaría dispuesto a robar el material; Picasso, dijo, buscó a veces materiales para sus obras de arte entre los escombros, y hubo una ocasión en que la mismísima Luftwaffe, durante algunos minutos, hizo que los motores de sus reactores de caza cooperasen en una obra de esa naturaleza”.

Pero Picasso no sólo hizo pintura política en el Guernica; basta ver su Masacre en Corea, inspirado en Los fusilamientos del dos de Mayo, de Goya, y que se expone ahora acá en Colonia, para darse cuenta de su compromiso. En cualquier caso, mientras en la República Federal se rendía homenaje al genio con una exposición itinerante que convirtió al pintor en una estrella mediática, en la RDA sólo el intocable Bertolt Brecht se atrevió a hacer volar, en el centro del telón de boca de su Berliner Ensemble, la paloma de la paz picassiana.

Por cierto que, al contrario de la imagen habitual que se tiene de ella, la paloma es uno de los animales más feroces, insolidarios, ventajistas, depredadores, agresivos y sucios de la fauna toda, y escogerla como símbolo de la paz revela una abismal ignorancia de la etología. Pero al cabo del tiempo llegó finalmente el día en que, de repente, el misterio se me develó por sí solo. La fecha era la clave. ¿No se han dado cuenta de que el gran bromista que era Picasso dibujó su paloma un 28 de diciembre? Es harto posible que la paloma de la paz sea la inocentada más genial perpetrada por el malagueño.

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