Alejandra Pizarnik y la melodía del suicidio

- Alejandro García Abreu - Sunday, 16 Jan 2022 07:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Con menos de cuarenta años de edad, la poeta argentina Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936-1972) se quitó la vida tras explorar el suicidio en sus poemas y en sus 'Diarios'. También reflexionó sobre la muerte voluntaria en diversos textos, recopilados en 'Prosa completa' (Debolsillo, Ciudad de México, 2018).

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El intento, el fracaso y el logro

En una carta a Julio Cortázar –evocada por Jesús Silva-Herzog Márquez–, Alejandra Pizarnik (Buenos Aires, 1936-1972) escribió como posdata:

PD: Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, ¡oh, Julio!) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio –que fracasó, hélas.)

Cortázar respondió:

París, 9 de septiembre de 1971

Mi querida: Tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza –y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte. […] Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos […]. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra. […].

Julio

Un año después Alejandra Pizarnik se suicidó. Tomó una sobredosis de barbitúricos. César Aira escribió: “En 1970 hubo un primer intento de suicidio, al que siguieron otros […]. En septiembre de 1972, a los treinta y seis años, murió.”

Un gesto acariciado en su obra

El suicidio de Pizarnik fue algo meditado e intentado en diversas ocasiones, incluso se convirtió en un gesto acariciado por la escritora en su obra, desde su poesía hasta sus Diarios. Otro ejemplo de ello resulta Prosa completa (edición de Ana Becciu, prólogo de Ana Nuño, Debolsillo, Ciudad de México, 2018). En el fragmento “en el camino santiago-león” –perteneciente a “Escrito en España”– Pizarnik escribió: “Aquello de un único crepúsculo. Para poder mirar las nubes medité previamente en mi suicidio. Para poder amar las nubes, mi último estío, mi último hastío.”

“Escrito en España” incluye el pasaje “El Escorial”, que contiene la posibilidad de la muerte por mano propia: “por eso el suicidio pronto, prontísimo”. Y se cuestiona sobre la muerte voluntaria: “Pero me digo, ¿no será mejor un suicidio diferente?”

En “Pasajes de Michaux” –legajo de cinco folios papel seda mecanografiados y corregidos a mano por Alejandra Pizarnik y por otra mano no identificada– se lee: “Como un llamado al suicidio, como un suicidio comenzado, como un retorno perpetuo al único recurso: el suicidio, una melodía.”

“El verbo encarnado” –texto de Pizarnik aparecido por primera vez en la revista Sur, Buenos Aires, número 294, mayo-junio de 1965, y recogido como prólogo a Textos de Antonin Artaud, Acuario, Buenos Aires, 1972– comienza con una aseveración eficaz: “Aquella afirmación de Hölderlin, de que ‘la poesía es un juego peligroso’, tiene su equivalente real en algunos sacrificios célebres: el sufrimiento de Baudelaire, el suicidio de Nerval, el precoz silencio de Rimbaud, la misteriosa y fugaz presencia de Lautréamont, la vida y la obra de Artaud…”

“Prólogos a la antología consultada de la joven poesía argentina” –publicado en Quince poetas, selección y prólogo de César Magrini, Ediciones Centurión, Buenos Aires, 1968– es un espacio de reflexión sobre el final autoimpuesto de una vida como contraparte (o partícipe) de la literatura. Pizarnik escribió: “La poesía es el lugar donde todo sucede. A semejanza del amor, del humor, del suicidio y de todo acto profundamente subversivo, la poesía se desentiende de lo que no es su libertad o su verdad. Decir libertad o verdad y referir estas palabras al mundo en que vivimos o no vivimos es decir una mentira. No lo es cuando se las atribuye a la poesía: lugar donde todo es posible.” Cuando le atribuye a la poesía la cualidad de “lugar donde todo es posible” no puedo sino pensar que el suicidio –su suicidio– comparte las mismas características. Todo es posible ante la muerte voluntaria.

A veces, plasmar el suicidio en la literatura es una manera de alejarlo, como hizo Cioran: “Escribir sobre el suicidio es haberlo superado. (Cuadernos. 1957-1972).” En otros casos es una insinuación del porvenir, de un destino racional. El anuncio se percibe sólo después de que quien lo hace –escribir sobre la muerte voluntaria y posteriormente suicidarse– tiene lectores que entreven las claves de ese acto final en la obra. Fue el caso de Alejandra Pizarnik.

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