Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 16 Jan 2022 07:43
¿Cuándo fue que el polvo se convirtió en vida?
Terrence Malick, Voyage of Time.
Decía el filósofo Jean-Jacques Rousseau que existe un libro abierto siempre para todos los ojos: la naturaleza. Maribel Portela (CDMX, 1960) es lectora acuciosa de ese libro infinito del que extrae las formas caprichosas y delirantes que plasma en cerámica, madera, bronce y papel. El mundo natural es la fuente de inspiración de esta escultora de imaginación desbordante e incansable capacidad de experimentación que presenta un recorrido por su quehacer artístico de los últimos años en la exhibición Orgánico artificial, en el Museo Universitario del Chopo. Sin ser una retrospectiva, esta muestra ofrece un panorama de su creación escultórica que se caracteriza por una persistente incursión en medios de lo más variopintos y revela una evolución sólida y constante. Ampliamente reconocida como una de las ceramistas más destacadas de nuestro país, Maribel no se contenta con repetir las fórmulas que la han llevado a puerto seguro, sino que busca en todo momento explorar nuevos territorios a través de la experimentación con materiales, técnicas y formatos que oscilan del micro al macro con una soltura impresionante.
La muestra da inicio con el montaje titulado Gabinete de curiosidades, en el que se presentan sesenta y dos esculturas en papel de pequeño formato contenidas en unas delicadas cajas de vidrio. El título de la instalación y su disposición remiten a la fascinante tradición de los gabinetes o cuartos de maravillas que surgieron en el Renacimiento y a lo largo de los siglos XVI y XVII, en los que los coleccionistas atesoraban “cosas raras, nuevas y singulares”, según la definición de Littré en 1841. Aquí nos presenta Portela un caleidoscopio de formas orgánicas realizadas en distintos papeles elaborados artesanalmente en Oriente y en Oaxaca, teñidos y “modelados” con extrema delicadeza. Este conjunto de piezas tiene una resonancia especial porque, por una parte, es un catálogo visual de la inmensa diversidad de formas exquisitas que la escultora crea a partir de evocaciones del mundo natural y, por el otro, es un guiño muy acertado al pasado del propio recinto que en sus orígenes fue el primer Museo Nacional de Historia Natural en nuestro país. También de gran acierto, en la muy cuidada y elegante museografía, es la inclusión de vitrinas originales del antiguo museo en las que se han colocado sus “narraciones visuales”, una suerte de códices de pequeñas dimensiones exquisitamente pintados en los que ha plasmado su investigación en el campo de la poesía visual. Cuatro piezas de mayor formato penden del muro al estilo de los kakemono japoneses. También se presentan los exquisitos bocetos que antecedieron su monumental creación de un centenar de esculturas en cerámica y madera que se exhibió en 2008 en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público bajo el título de Jardín onírico, de las cuales se puede ver aquí un conjunto de piezas. La instalación Jardín mineral reúne treinta y seis esculturas de cactáceas en bronce montadas sobre piedras volcánicas de gran delicadeza y refinamiento. Dos obras murales en papel de grandes dimensiones atrapan la atención por su alto grado de complejidad técnica: El muro, una especie de “tapiz” elaborado con una infinidad de trocitos de papel recortado a mano y unido en diversas capas que crean volumen y movimiento, y Bordando el cosmos, que se percibe como un finísimo “encaje” en papel recortado en patterns geométricos por el que recibió en meses pasados la medalla de bronce en la International Fiber Art Biennale de Beijing.
Al contemplar y disfrutar el trabajo de Maribel Portela, me pregunto: ¿Hay una frontera entre el mundo natural y el artificial? En su obra, metáfora plástica de la vida en movimiento, son las dos caras de la misma moneda. Fusión y complemento de una creación en permanente palpitación, como la naturaleza misma.