Luigi Pirandello / La soledad y la risa

- Ricardo Guzmán Wolffer - Sunday, 23 Jan 2022 07:28 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Luigi Pirandello (Italia 1867-1936), como se afirma aquí, es “siempre vigente”. En este breve ensayo sobre la novela 'Su marido', obra que reúne muchos rasgos del gran escritor italiano, se pone el énfasis en su gran habilidad para el humor no exento de sarcasmo e ironía.

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Silvia Roncella es una escritora en meteórico ascenso; primero triunfa con una novela y luego con una obra de teatro. El mundo literario italiano quiere conocerla, pero todos deben pasar por el marido de Silvia, quien, de ser un burócrata menor, introvertido, se ha vuelto el representante de su mujer, visto que hay mucho dinero en esa cosa llamada literatura. El problema inicia cuando Silvia se harta del esposo, quien es capaz de codirigir la obra de teatro y hasta de agradecer en su nombre los aplausos y los reconocimientos.

Luigi Pirandello (Italia 1867-1936) tenía una inclinación por el humorismo extremo. En el muestrario de autores, periodistas, actores y otros integrantes de los círculos artísticos todo parece tolerarse, menos la inclusión de un neófito.

Silvia ha iniciado su escritura por una peculiar compulsión. Necesita escribir. Lo hace a escondidas de su padre y luego de su esposo, incluso cuando es una escritora triunfante. Cada tanto se cuestiona cómo funcionar esa creatividad que de pronto le brota. No ha estudiado cómo escribir, no es lectora de clásicos, apenas sabe cómo comportarse en ambientes más sofisticados que el de su rural hogar paterno: pareciera que es una autora congénita, pues de instrucción al respecto nada ha habido, en parte por la falta de consideración a la creatividad femenina. Hasta cierto punto, por esa razón se ha casado casi por compromiso. Las mujeres deben tener esposo y en su momento el burócrata no le ha parecido mala opción, visto que había poco de dónde escoger. Luego vendría el éxito, la hija y la separación del asfixiante Boggiolo, quien acepta las burlas del medio artístico para servir a su mujer, incluso en la soledad consciente.

La vertiente teatral del autor explica los diálogos cargados, los cruces de ideas en las voces, la metateatralidad extrema: hay una obra (teatral) dentro de otra obra (novela) en la que Silvia y Boggiolo se desplazan, ya como autores traslapados, ya como personajes insertados por la autora en la obra teatral, para reforzar los vasos comunicantes entre su escritura y su vida personal. Pero los actores suelen interpretar los argumentos de modos distintos. Es tan dramaturgo quien escribe el texto como quien logra hacer el montaje, muestra Pirandello. La veneración que solemos dar a los libretos teatrales deja de lado a la creación conjunta que es el teatro. Shakespeare es un caso extremo: solemos olvidar que ninguna de sus obras fue escrita para ser leída, sino para ser representada.

Quizá lo más destacado de releer a Pirandello es constatar cómo el humor varía en el tiempo y el espacio. Los contrarios reunidos del autor llaman a la risa: la soledad del marido abandonado es discorde con su necedad de ver a la esposa, aunque ella no se entere; el abandono final de ella se trata de compensar por el marido con la entrega de sus apuntes administrativos; el necesario gasto de la nueva casa se opaca con la compra de objetos tan caros como innecesarios; el deseo de administrar debidamente la producción literaria de la esposa llega a extremos risibles al pedir pagos por cualquier texto, comentario o palabra; y más. Si el ensamble de sentimientos y conceptos encontrados llama al humor en la obra de Pirandello (también autor del ensayo “El humorismo”), en el público mexicano, sobradamente acostumbrado a los melodramas de la época de oro del cine nacional, tiene otro efecto. Filmes donde Pedro Infante y Blanca Estela Pavón, por ejemplo, pasan de la muerte infantil a la risa histérica, de las canciones festivas a los diálogos lacrimógenos, han logrado que el concepto del humor sea más variable que el previsto por Pirandello. En Su marido, el cónyuge abandonado, el hijo muerto súbitamente y la mujer que abandona su pasado rural para llegar a la fama suenan propios de esos melodramas mexicanos. A pesar de que Pirandello abarrota la trama para hacerla risible, termina por remitir a los dramones cinematográficos en los que un personaje es presa de todos los males.

Pirandello solía citarse a sí mismo: metía partes o personajes de otras novelas, poemas u obras de teatro. También sucede en Su marido. La obra perdura por el libre flujo mental de narrador y personajes. Además de inesperadas descripciones, como la relativa a Ippolito, quien “solamente quería atender a los tres reinos de la naturaleza, en él representados por el pelo y la barba (reino vegetal), los dientes (reino mineral), y el resto de las partes de su vieja piltrafa (reino animal)”.

Obra de muchos matices, quizá el más perdurable es la relación de la fama y la escritora: la perturba, le estorba para seguir escribiendo. Su voz creadora parece independizarse: “cómo había crecido aquel geniecillo suyo, y qué insolente, malicioso, descontento… ahora quería hablar en voz alta cuando no debía, y reírse de ciertas cosas que ella, como los demás, en la práctica diaria, hubiera deseado considerar serias. Había empezado el combate interior”.

Luigi Pirandello, siempre vigente.

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