Cartas desde Alemania

- Ricardo Bada - Sunday, 06 Feb 2022 08:42 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
María Casares & Albert Camus

 

En Francia la conocen como Maria Casarès; yo la seguiré llamando siempre María Casares. Que nació en La Coruña y era hija de Santiago Casares Quiroga, presidente del Consejo de Ministros de España en el momento de sublevarse un general inferiocre y felón llamado Franco, dando lugar a la lucha fratricida que ha pasado a la historia bajo el eufemismo “Guerra civil”. Casares Quiroga y su familia se exiliaron en Francia, y a ello se debe que la más grande actriz francesa desde la mítica Sarah Bernhardt fuese una gallega.

Por su parte, desde 1942, y gracias a su actividad en el diario Combat y a la edición de El extranjero y El mito de Sísifo, Camus había escalado la cumbre del periodismo y la literatura de su país, aunque también había nacido fuera de él, en Argelia, hijo de una madre menorquina, presencia constante en la vida de su hijo. Y el día de san José, 19 de marzo de 1944, Camus puso en escena la obra de Picasso El deseo atrapado por la cola, en la casa de Michael Leiris, el célebre autor de L’Afrique Fantôme, quien estaba casado con la hijastra de Daniel-Henri Kahnweiler, el marchante del pintor malagueño.

Ahí se conocieron María Casares y Camus, y del encuentro surgió una historia de amor, unidos “por los lazos de la tierra, la inteligencia, el corazón y la carne”, y que sólo se interrumpió cuando Francine, la esposa del escritor, que durante la ocupación nazi había vivido hasta entonces en Argelia, regresó a Francia. Pero en 1948 volvieron a encontrarse casualmente en la calle, María y Albert, y su relación se reanudó y duraría hasta la inesperada y trágica muerte del escritor.

En una de las fabulosas “auténticas entrevistas falsas” del gran periodista español Víctor Márquez Reviriego, Camus le pregunta: “¿Sabe quién estaba enamorado también de María Casares?” VMR: “Supongo que serían plurales, y no un solo quién.” AC: “Un joven español, bajito, rico y simpático, llamado Antonio de Senillosa. Era catalán y llevaba en Barcelona un seminario teatral universitario llamado ‘Federico García Lorca’. Venía al Théâtre Hébertot a ver Les justes todos los días, cuando la hacían María Casares y Gerard Philippe, y me habló del montaje de la obra que pensaba hacer en Barcelona [...], que me gustó mucho, pero la censura no permitió la representación.”

Los quince años de esa historia de amor de María y Albert quedaron reflejados en una copiosa correspondencia –de la que se conservan 865 cartas–, editada en París en 2017 por la hija del escritor, Catherine, quien dice en el prólogo que María fue “una actriz memorable y el gran amor de mi padre, [...] la mujer de su vida”. Esta correspondencia ya ha sido traducida al italiano sin que me conste que lo haya sido al castellano, y acaba de aparecer su traducción alemana, con el título Escribe sin miedo y mucho.

Espigo de la misma un par de pasajes. María a Camus: “Amor mío, ay, qué difícil es vivir el uno sin el otro, ¿no es verdad?” Nuevamente María a Camus: “Amor mío, diez años de vida compartida unen a dos personas para siempre en lo más íntimo del mundo, y no pueden arrancarse el uno del otro sin arrancarse del corazón del mundo.” Camus a María: “Última carta para decirte que estaré allí el martes, hasta pronto, mi preciosa. Estoy tan feliz ante la perspectiva de volver a verte que me río mientras te escribo.”

“Estaré allí el martes”... Pero el lunes, 4/I/1960, en la carretera nacional francesa número 5, en una recta sin obstáculos, cerca de Le Petit-Villeblevin, en un accidente provocado según parece por el exceso de velocidad a que conducía su Facel Vega el editor Michel Gallimard, murió y nos dejó huérfanos Albert Camus, su copiloto. Y es que amén del suicidio hay más de un problema filosófico auténticamente serio: la muerte absurda, por ejemplo. El día antes de la suya, y refiriéndose a la muy reciente de Fausto Coppi, el campeonísimo del ciclismo, Camus dijo: “No conozco nada más idiota que morir en un accidente de auto.”

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