Danzantes del alba: Teatro desde las catacumbas

- José Ángel Leyva - Sunday, 06 Feb 2022 07:35 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Conversación con Jorge Arturo Vargas, director de la compañía Teatro Línea de Sombra, cuyo proyecto, 'Danzantes del alba', que inició en 2016, pone en escena, en atmósfera y espíritu de carnaval, la realidad aterradora de la migración y sus abusos en Centro y Sudamérica.

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El aforo no puede rebasar las treinta y seis personas. Una narradora en off pone en contexto a los espectadores, colocados sobre el escenario, para que miren la nueva realidad del teatro: la sala desierta. Sólo la voz narradora, un par de técnicos, el director de la obra: butacas vacías. Danzantes del alba está por comenzar y los cuerpos actorales se mueven con diligencia. Trasladan los trajes multicolor, elaborados con retazos de tela, al sitio desde donde los tomarán para vestirlos o elevarlos en un sistema de cables que conforman la escenografía fantasmagórica y carnavalesca de la puesta en escena. Tam, tam, tam, percute el corazón del teatro y los actores sacuden las emociones encontradas en un ritual de fiesta y de denuncia, de drama y de esperanza, de retorno y resistencia.

La brevísima temporada de Danzantes del alba en el teatro Juan Ruiz Alarcón de la UNAM –del 27 de noviembre al 11 de diciembre, 2021–, nos hizo pensar que estábamos ya en un escenario de optimismo para las artes escénicas y el teatro. No obstante, la obra exhibe un simbolismo de sobrevivencia, de pertinencia y utilidad en un mundo adolorido, enfermo y egocéntrico.

Para Jorge Arturo Vargas, director de la compañía Teatro Línea de Sombra, tras dos años de ausencia, era difícil imaginar físicamente el escenario, con público y actores, romper esa distancia con acciones habituales en el teatro. “Más allá del hecho artístico, compartimos un diálogo, un escenario y una mirada. Una convivencia cautelosa. Danzantes del alba propone un discurso híbrido, con recursos tecnológicos y una voz fuera de escena, narrativa, que es parte a su vez de la obra.”

Sobrevivir y resistir

El teatro, sobre todo el no comercial, el teatro de búsqueda y de investigación, continúa hablando desde los reductos del hostigamiento a la cultura. Según el director, aún se ignoran las verdaderas consecuencias de la pandemia sobre el teatro, que se advierte al final de un episodio y al inicio de otro. “Ignoramos lo que sigue –continúa Vargas–. No obstante, bajo estas condiciones adversas, en México y el mundo, el teatro deberá de inventar sus propias formas de resistencia ante políticas estatales que acosan su legitimidad expresiva, creativa, su presencia. Línea de sombra, ya desde sus orígenes, tenía claro que su existencia no puede depender sólo de los teatros o de los financiamientos institucionales, de políticas públicas. La compañía se inventó sobre procesos artísticos que rebasan los límites del teatro convencional y sus prácticas toman forma en las intervenciones del espacio público y el hecho teatral no depende de un edificio, ni del texto, sino de construcciones distintas, como la multimedia, que nos permite trabajar con cierto conocimiento de causa: relaciones entre lo vivo y los testimonios virtuales, los archivos que se generan y se reproducen de manera tecnológica, virtual.Danzantes del alba forma parte de una larga trayectoria de recursos híbridos para la puesta en escena.”

A inicios de 2020, Jorge Arturo Vargas pensaba que la pandemia fungía como el verdugo de un teatro quebrantado y excluido, pero hoy su voz cambia de tono y cree que es tiempo de recuperar el ánimo y la rebeldía. Danzantes del alba se presentó en octubre pasado en el Festival Cervantino –la puesta en escena puede ser vista en un video del propio Festival. Quizá la realidad lo fuerce a responder a su propia naturaleza subversiva y curativa, como la expone el antropólogo Rodrigo Parrini, autor de Teatro y convulsión, investigador y documentador también de Danzantes del alba, quien está convencido de que la imagen de la destrucción es lo único que salva al arte de su propia destrucción. Si la realidad necesita del arte para expresarse, es la realidad misma la que salva y protege su imagen; la subsistencia exige la renovación de sus lenguajes.

No es una puesta en escena, es una hendidura

Vargas Cortez explica que la obra intenta tejer las relaciones que hay entre el trabajo y las formas festivas del gozo y de la alegría popular. La obra se articula con las comparsas que tienen lugar en Tenosique, Tabasco, en donde Línea de Sombra ha participado en el carnaval del lugar. Rodrigo Parrini, colaborador de la compañía, dio la pauta al señalar que esta comparsa de migrantes, quienes han sufrido el acoso y hostigamiento por parte de las políticas migratorias, danzan en este carnaval junto a las autoridades que los persiguen y los rechazan. Allí se constituye una paradoja y se abre una hendidura cultural que nos permite preguntarnos sobre estas situaciones del mundo al revés: el carnaval. Por un instante lo prohibido es permitido y lo ilegal es visto como algo tolerable.

“El reciente accidente del tráiler con migrantes centroamericanos, que pasó por retenes y peajes –continúa Vargas Cortez–, muestra las contradicciones del sistema judicial en nuestro país y pone al descubierto lo que se oculta: una maquinaria de complicidades que trata a las personas como mercancías, como un negocio de enormes alcances y en el que cada familia, para atravesar territorio mexicano y alcanzar la frontera con Estados Unidos, hace una inversión desproporcionada a sus ingresos y su pobreza. Un fenómeno global que más que disminuir empeora. La migración se criminaliza al tiempo que se promueve como negocio de gigantescas proporciones.”

Desplazamiento, despojo con violencia y carnaval

La pieza teatral gira en torno a un objeto, el traje de carnaval o de las fiestas religiosas procesionales. El personaje es el loco de la danza, común a diversas culturas y localidades, tradiciones de Centro y Sudamérica. Es la figura que gira en torno a los actores y la procesión, que juega a intimidar o a asustar a los espectadores, a veces trae un látigo que agita y truena para intimidar al público y mostrar su poderío, su presencia desestabilizadora y reguladora a la vez. Crear un caos aparente para cumplir, al mismo tiempo, la tarea de regular y abrir la procesión.

“Cuando nos invitaron de la Casa Refugio, la 72 de Tenosique, para organizar una comparsa de migrantes en el carnaval, la fiesta más importante del año, pensamos de inmediato en ese personaje central para elaborar nuestra propuesta –continúa el director escénico–. Además, nos encantó el traje, que es una máscara corporal, hecha de cientos de retazos de telas, desechos, hilachos de otras ropas que vienen a constituir un traje de carnaval. Es un elemento simbólico que funge como traje sin cuerpo y en otros momentos como un cuerpo habitado por un traje. Representa el trabajo de la maquila, la relación entre un asalariado y sus empleadores, entre la producción y la explotación. Es una imagen de superposición de capas, de trozos de la realidad y de sentidos que vamos agregando, y son de todos los colores y diferentes texturas y materiales, de distintas experiencias humanas, de distintos momentos del trabajo y la vida hasta convertir el traje en el objeto, con mayúsculas, y a partir del cual se generan estas fuerzas de las que hablamos: el gozo, la transgresión, la tolerancia, el caos y el orden de manera simultánea.”

Retazos humanos

“Escogimos para costurar pequeñas empresas familiares en Ecatepec, derivadas de la quiebra de una gran maquiladora –apunta Vargas–. Yanina Pelle, artista visual y gestora comunitaria, dirigió el proceso de confección y la etnología de aquella experiencia. Luego, Santa, una hondureña que pasó por México y que llegó a Querétaro, nos buscó para pedirnos trabajo. Le propusimos, aprovechando su conocimiento en las maquilas de ropa, que nos ayudara a elaborar nuestros atuendos. Le mandamos la máquina de coser de la madre de la actriz Alicia Laguna. La producción de estos trajes fue uno de sus trabajos. Siguió costurando hasta que logró entrar a territorio estadunidense, donde actualmente vive. Alan es otro de nuestros costureros. Él es un activista gay por los derechos de los homosexuales en Tenosique. Su organización comenzó a funcionar en los años noventa porque Tenosique es una zona de alta incidencia del sida, principalmente porque es una ciudad de paso, de migración, y hay muy cerca un asentamiento militar. Su Club Gay Amazonas participa en el carnaval todos los años. Así fueron producidos estos treinta y seis trajes.”

Ritual, magia y religión

El director de la obra insiste en que esta pieza teatral, que es también una intervención y una instalación, parte de las danzas procesionales, rituales, que se basan en la repetición del tiempo. Pone el ejemplo de Xita de Corpus o Danza de los viejos, en Temazcaltcingo, que se realiza cada jueves de Corpus Christi. Danzan durante tres días, sometidos a un ritmo muy preciso, marcado por el tambor y el violín. Los cuerpos enmascarados desfilan por el pueblo y se meten a las casas, a los patios. Tiene un origen prehispánico, relacionado con la agricultura, pero la Iglesia católica se apropió del ritual y de la danza.

“El carnaval tiene otro sentido, pero también el del tiempo en que el cuerpo danza. Hay un plus porque el movimiento corporal genera endorfinas que le permiten alcanzar un nivel poscansancio –apunta Vargas–. No pretendemos alcanzar ese trance, pero sí acudimos y atendemos a este ritual con el despliegue de pocas frases dancísticas que permiten expresar y fundir en sí la energía, el pulso del gozo y del trabajo. En medio del carnaval aparece un toro negro, la forma occidental más remota que representa la tragedia: el minotauro, el macho cabrío. Celebración, ritual, destino, trágico casi siempre en nuestros países de migrantes. No es visible el pathos de la tragedia, pero sí las contradicciones que existen en un país donde todo se superpone, la alegría, el sarcasmo, la ironía, el drama, la tensión, la ambigüedad. La tragedia y el traje, el traje de carnaval.”

El director opina que unir retazos es una forma de saldar cuentas pendientes, de juntar saldos, heridas, en función de un mismo propósito u objetivo. Costurar es una forma de bordear estas zonas, estas fronteras.

Lo presencial y lo virtual: una propuesta teatral

“El proyecto Línea de sombra se ha basado justamente en romper esas fronteras disciplinares y del lenguaje, moverse con libertad e irreverencia, tomar préstamos, superponerlos, porque el formato de una pieza es lo último en lo que pensamos –reflexiona Vargas Cortez–. Partimos de la incertidumbre hacia un horizonte en el que ignoramos qué resultará, sólo sabemos lo que deseamos buscar o en dónde comenzar a buscar. ¿Cómo vamos a resolverlo? ¿Mediante una intervención, una instalación, una acción donde se empalmen diversos lenguajes? Danzantes del alba ha sido la investigación más larga que hemos tenido. Comenzó en 2016, con diversas estaciones que proponen una especie de work in progress con todas las de la ley, porque primero fue una pieza visual y ésta se convirtió en insumos de imagen para la puesta en escena.”

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