




Félix Candela: transformar la construcción
Aparecido recientemente y editado por Juan Ignacio del Cueto Ruiz-Funes, quien hoy es el director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, durante más de treinta años se ha dedicado a investigar al gran arquitecto hispanomexicano. Ésta, su última publicación, indaga sobre aquellas obras no construidas por Candela, sino bajo el influjo de sus enseñanzas, lo cual explica su titulo.
Félix Candela Outeriño nació en Madrid en 1910, se graduó de arquitecto en 1935 y obtuvo una beca para estudiar cubiertas laminares en Alemania. Sin embargo, justo el día de su partida estalló la Guerra Civil. Permaneció en su país y se enroló como voluntario en el bando leal. Así, pospuso sus estudios y aquella realidad impuesta lo hizo aprender mucho de estructuras, no construyéndolas, sino derribándolas. La tragedia con que se finiquitó aquel enfrentamiento lo obligó a exiliarse en México.
Se ha escrito que ese joven nunca dejó de hacer deporte, construyó una cabaña en Chihuahua, un hotel en la calle de Donceles, trajo a su novia Eladia para casarse e, incluso, habiendo ganado el gordo de la Lotería, decidió invertir en el cine, experiencia que fue un fracaso rotundo.
El anterior es un relato romántico y, para abundar en él, hay que agregar que ese mismo joven también pasó largas tardes en las bibliotecas de la Unesco y la Biblioteca de México. Solo y su alma, decidió reemprender ahí su preparación y estudiar las cubiertas laminares de grandes claros y mínimos apoyos. No hablaba inglés, francés, alemán, menos sueco ni danés, pero con diccionarios se dio a la tarea de traducir los artículos que le interesaban. Hizo croquis, llenó innumerables cuadernos con fórmulas y ecuaciones, y se adentró en el cálculo estructural. Logró no crear geometrías desconocidas y resistentes por forma, sino idear la manera de levantarlas en un medio que contaba con la suficiente flexibilidad para hacerlas posibles. Con ello transformó el ámbito de la construcción en México y, como puede leerse en este libro, en buena parte del mundo, entre 1949 y 1969.
Se ha escrito también que, habiéndose transformado en el gran maestro que fue e interesándole la difusión de sus ideas, como consecuencia, sus explicaciones, a pesar de transmitir complejidades, lograron ser siempre fáciles de asimilar. Lo anterior se acentuó porque debió pronto expresarse en inglés sin dominarlo. Su estela estaría marcada por esa condición de simplicidad de exposición y claridad didáctica. Una humorística anécdota en relación a cierta conferencia que impartió en inglés lo revela. Como no hablara aún ese idioma de modo fluido, un amigo la leyó mientras él improvisaba diagramas y fórmulas en un pizarrón. El resultado fue una sonora ovación al ponente.
Así pues, aquí el lector encontrar, tratados por una treintena de especialistas de todo el orbe, cascarones proyectados y construidos por diversos arquitectos e ingenieros, a veces asesorados por Candela, a veces no, pero todos concebidos bajo el influjo de sus enseñanzas, en los lugares más recónditos del planeta: desde Guatemala, Cuba o EU, hasta casi cualquier punto del resto de Latinoamérica, Gran Bretaña, Alemania y en su tierra natal. El libro cierra con una serie de ejemplos de mallas, láminas y aún recreaciones, por ejemplo, de la estructura del restaurante Los Manantiales en Xochimilco, obra emblemática, que a partir de sus soluciones fue posible diseñar y erigir.
Susan Sontag, en el artículo “Sobre Paul Goodman” reflexionó sobre dicho pensador, a quien no le perdonaban “escribir sobre especialidades intelectuales custodiadas por cancerberos académicos”, pues saltaba de la poesía al urbanismo. Del mismo modo, pero en sentido inverso, este libro, tanto por lo bien escrito como por su fidelidad al arquitecto hispanomexicano, explica complejidades de modo claro e invita a cualquier lector a romper los límites de sus cerrados intereses, para desde la música o la historia abrirse a un atractivo mundo de conocimientos edilicios y geométricos.