




El divino retorno
Una es la historia vuelta leyenda a base de imprecisiones, aquella en la que se basan los guionistas cinematográficos o de televisión, pues lo importante es darle al público una cápsula para que tenga una (vaga) idea del acontecimiento. Otra es la historia que se repite como letanía, la que aprendemos en la escuela: el discurso oficial, la Historia escrita por los vencedores. Sin embargo, la literatura ofrece la posibilidad de la imaginación, que no es sinónimo de especulación, por lo menos en la narrativa de Maximiliano Sauza Durán.
El novel escritor, nacido en Querétaro y avecindado en Xalapa, irrumpe en el panorama literario contemporáneo con Los dioses que huyeron, galardonada con el Premio Latinoamericano de Primera Novela Sergio Galindo 2020 –publicada a mediados de 2021 debido a la contingencia sanitaria– y que es, en palabras del propio Sauza, “la médula de una saga de ficción histórica titulada Tzompantli, con escritos de todos los géneros”. El autor ha escrito cuentos y poemas que circulan en revistas digitales, además de ensayos literarios y académicos, estos últimos sobre arqueología y por los que también ha obtenido premios.
Los dioses que huyeron es una novela articulada por un tejido de diversas texturas y sostenida por la polifonía, que sin embargo conforma una unidad: la historia de México. ¿Necedad de repetir lo repetido hasta la saciedad? Desde luego que no. El trabajo de Maximiliano Sauza es el de un arqueólogo que con los tepalcates del tiempo reconstruye el pasado para esclarecer el presente y, sobre todo, para que no olvidemos. La conciencia histórica es necesaria en tiempos como el nuestro, cuando imperan la inmediatez y la sobreinformación.
La composición de la novela es semejante a la de las crónicas de Indias: Libro primero o de la edad de los dioses, Libro segundo o de la Edad de los héroes y Libro tercero o de la Edad de los hombres. Cada libro cuenta una parte de la historia nacional pero no desde la perspectiva absolutamente documental, pues no se trata de un libro de Historia y el autor tampoco pretende convencer al lector de tomar partido por héroes o villanos; lo que sí hace es dar voz a personajes históricos principales y secundarios, quienes a través de narraciones en primera persona, escena de teatro, cómic y cartas, cuentan su versión de los hechos.
Un potente monólogo interior atrapa al lector desde la primera página: “princesa en mi infancia esclava en mi juventud traidora hoy en el ocaso de este día”. Malintzin repudiada vuelve del Inframundo para recordarnos: “yo soy la autora del Nuevo Mundo […] mi venganza es el silencio mi victoria mi derrota mi nombre en bárbaro es Malintzin […] y ahora soy doña Marina la Malinche la traidora […] sin mí nada hubiera sido soy la diosa de quien nacen las eras […] hablo las lenguas de los vencidos y escribo en la del vencedor soy la herencia y la derrota”. La tremenda fuerza de esta voz no sólo inicia la novela, sino que la atraviesa pues, voces como la de Sor Juana, la condesa Paula von Kolonitz y la arqueóloga Laurette Séjourné, participan en la reconstrucción del pasado demostrando con ello lo que por obvio no vemos: las mujeres también forjaron esta nación, este Nuevo Mundo.
Sin duda, el peso que el autor otorga al discurso femenino es uno de los aciertos de Los dioses que huyeron. Otro es la forma, pues Sauza se vale también del dibujo para remarcar la plasticidad de esta pieza del Tzompantli; otros más son la investigación y, sobre todo, la síntesis de cinco siglos de historia; un trabajo pocas veces visto.
No está de más decir que la novela agotó su primera edición en muy poco tiempo; presagio de que los dioses siguen aquí pese a la evangelización.