




Crónicas cubanas: una visión
Antes del presente volumen, Gerardo Arreola –compañero de esta casa editorial, donde actualmente es coeditor del sitio La Jornada en Línea– publicó los libros de crónica periodística Las ciudades perdidas, hace más de cuatro décadas; Tlatelolco, de los sismos a la reconstrucción, a finales de los años ochenta, y es coautor de La guerra sin censura. Corresponsales de Notimex en el Golfo Pérsico, de finales de los noventa. Asimismo, a lo largo de poco más de tres lustros fue corresponsal en Cuba, primero para la agencia Notimex y después para este diario. De esa dilatada experiencia directa emanó, naturalmente, un surtidor abundantísimo de notas, artículos y crónicas sobre todos los temas imaginables de la realidad cubana y, ahora, este título en el que Arreola le da organicidad a su conocimiento directo de la vida en la isla mayor del Caribe, desde una perspectiva que combina el ejercicio periodístico y su visión personal, vale insistir, producto de haber rebasado una década y media viviendo y conviviendo en aquellas latitudes.
El libro lleva como subtítulo “La era de Raúl Castro y los retos de la transición”, frase que, con el título mismo, es clara respecto de lo que los lectores encontrarán, es decir, algo que en el caso de las visiones sobre Cuba es una verdadera condición sine qua non: el abordaje de una situación sociopolítica que, desde 1959, ha permanecido como foco de atención constante a nivel internacional. En este sentido, el trabajo de Arreola tiene un común denominador con innumerables ensayos y crónicas que han aparecido, sobre todo fuera de Cuba, desde aquellos finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado: está motivado por el deseo de entender la enorme complejidad de un país que ha vivido una situación jamás vivida por ningún otro: bajo el asedio de la principal potencia militar del siglo XX, la cual, desde múltiples frentes comenzando por el político y el económico, no ha dejado hasta la fecha de hacer cuanto ha estado en sus manos para intervenir, cambiar y determinar la realidad cubana, con el propósito de acomodarla a lo que, desde su particular e interesada visión, “debe suceder” en Cuba.
Orientada entonces su visión hacia el futuro inmediato desde el registro, analítico y puntual, del pasado reciente y el tiempo presente, el libro de Arreola no apela –como han hecho tantos, tantas veces y tanto tiempo– a la especulación interesada, ni padece los muchos reduccionismos, ya sean ideológicos o producto del simple desconocimiento, que suelen afectar a la mayoría de los mencionados ensayos y crónicas de otros autores, cuyo propósito último siempre pareciera ser el de erigirse en jueces y elaborar instructivos o, en el peor de los casos, catálogos admonitorios.
Este no es el caso: virtud adquirida por sus largos años en el periodismo, el autor sabe que la primera cualidad de la crónica consiste en dejar que los hechos hablen o, en otras palabras, no estorbarlos insistiendo en la exhibición constante de una postura personal que de cualquier modo, y aunque un periodista bisoño o malintencionado lo ignore, es perceptible desde la misma selección de los temas que aborda. Los once capítulos en los que se divide este volumen son buen ejemplo: de acuerdo con una ruta marcada no tanto por la cronología sino por las perspectivas que mejor expliquen los tiempos cubanos y su naturaleza desde que Fidel Castro comenzara su lento ocaso, Arreola traza el mapa, de suyo complejo, donde caben procesos sucesorios, diplomacia, situación económica, pormenores de la política interna, ejercicio del poder, y protagonistas directos de eso que, convenientemente, el autor llama transición: la que va de Fidel a su hermano Raúl al frente de los destinos de la Isla, así como la de este último al actual presidente de Cuba.
Es imposible resumir en unas cuantas palabras la idea central de un libro como éste, en el que se incluyen tantas aristas, pero quizá una lo consiga siquiera parcialmente: “Terminó la era en la cual la dirigencia apeló a la legitimidad de origen [referida al gobierno de los Castro], para dejar a los siguientes gobernantes en la tesitura de construir una legitimidad de gestión.”