Estridentismo y vanguardias: un "dandy" llamado Manuel Maples Arce
- Evodio Escalante - Sunday, 27 Mar 2022 06:53![Compartir en Facebook](https://www.jornada.com.mx/ultimas/++theme++lajornada.portal.theme/v2/images/ljn-nota-facebook.png)
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Pero ¿quién era este engominado que se las daba de “dandy” y sostenía que a partir de él sólo había en México dos falanges que importaban: la de los estridentistas y la de los “lame-cazuelas” literarios? Apenas en diciembre de 1921, Maples Arce había recogido de la imprenta su manifiesto Actual. No. 1 para pegarlo en las principales esquinas del centro de Ciudad de México. Este documento incendiario, además de proclamar el nacimiento de la vanguardia actualista, solicitaba llevar a Chopin a la silla eléctrica, hacía mofa del cura Hidalgo, el “padre de la Patria” y llenaba de insultos a Enrique González Martínez, el poeta consagrado del modernismo y además el tutor de un grupo de jóvenes escritores que poco más tarde serán conocidos como los Contemporáneos. Nunca un “parteaguas” resultó tan decisivo: a la sombra del “hombre del búho” y como sus discípulos quedaban Torres Bodet, Villaurrutia, Ortiz de Montellano y Gorostiza, mientras que Maples Arce, es cierto que de manera implícita, podía reclamarse como el heredero del recién fallecido López Velarde.
Tan infatuado se ostentaba el estridentista, que acompañó los catorce apartados de su proclama no sólo con un hiperbólico “Directorio de vanguardia” que enlistaba más de un centenar de artistas de diversas partes del mundo, como si todos ellos lo secundaran en su empresa, sino que colocó una fotografía de su persona en tres cuartos, vestido de traje y con una rosa en el ojal, como bien podría haber hecho Oscar Wilde.
En una carta a su amigo y después su cuñado, el ultraísta Guillermo de Torre, Jorge Luis Borges comentaba: “Actual, como dices, es un calco, pero con todo, y pese a la idiotez del retrato ese con la flor en el ojal –imitando quizá a esos folletitos que proclaman específicos y que traen la convincente efigie del doctor– me parece que ese Maples Arce vale algo. Un poema que leí de él en Cosmópolis [revista madrileña de los ultraístas] me gustó, aunque muy influenciado por Lugones.”
Puede decirse que esta fotografía importa porque implica un cambio de paradigma. La bohemia chaparrastrosa es sustituida por la imagen ostentosa y a veces hasta chocante de un “dandy” prepotente que nos perdona la vida. No se equivocaba Borges al lamentar este entuerto, que, como quiera que se lo vea, se antoja signo de los tiempos. En su entrevista con Ortega, de agosto de 1922, en efecto, el mismo Maples Arce había sostenido: “En estos días el poeta debe ir manicurado, aceptablemente vestido y limpio.” ¡Manicurado!, ¿se había visto algo así antes?
Maples Arce no sólo presume el barniz de sus uñas, sus flamantes polainas y el bastón de Apizaco que le habría regalado su amigo y protector Diego Rivera, también exhibe lo que podríamos llamar su prosapia literaria, y lo hace invocando lo que podríamos llamar el sexteto de la modernidad poética, todo él de ascendencia francesa, por cierto. Así lo anota Ortega: “Según me ha explicado Maples Arce, los primeros pasos del movimiento se encuentran en Baudelaire […] y en Rimbaud, con su estética de las vocales… Algunos otros apuntan cosas interesantes, como el Conde Lautréamont […], Tristan Corbière […], Mallarmé y Laforgue, creadores del verso libre.”
“Un alarido en plena quietud”
Lo anterior es como para dar calambres, pero a fin de cuentas el impacto que tuvo Andamios interiores no lo desmiente. En su libro, El estridentismo o una literatura de la estrategia, Luis Mario Schneider refiere cuando menos seis reseñas que vale la pena destacar, pues son una especie de termómetro del gusto. La primera, anónima, rechaza de plano el libro de Maples Arce: “no hay ahí poesía ni siquiera sentido común.” Que un reseñista le pida a la poesía de vanguardia sentido común, denota que no ha entendido nada del arte contemporáneo. Una segunda nota también anónima, que aparece en México Moderno, y que de modo plausible Schneider atribuye a José Gorostiza, quien era responsable de la sección “Libros y revistas”, exhibe matices de interés. Gorostiza detecta con acierto que el propósito central del autor es ir “contra González Martínez”. En dado caso, el estridentista estaría obligado a levantar “una lírica tan poderosa como la del autor de Silenter”, cosa que estaría por verse. Lo suyo, y en esto igual acierta Gorostiza, sería un “reflejo de Europa con propósito local”. Esto querría decir que “la lírica de Maples Arce es importada”, cuando por el contrario lo que se necesita es “una poesía nuestra, mexicana, salida de nosotros mismos.” Los hados del nacionalismo, empero, no le impiden a Gorostiza formular un elogio final, que sin duda hace mella: “Andamios interiores es obra de poeta, sagaz y talentoso. Maples Arce dará mucho de bueno.”
La empatía que parece mostrar el joven Gorostiza ante los textos de Maples Arce sugiere que es tiempo de empezar a ubicar a Gorostiza como un Contemporáneo “anómalo” y contestatario, que no siempre permaneció dentro del redil. Es el mismo Gorostiza que ocho años más tarde, en su texto “Hacia una literatura mediocre” y confrontando a sus amigos, deplorará que “la inteligencia bizca de México tenga un ojo en la tradición española y otro en la francesa, y que trate de caber un poco idealmente en ellas, en lugar de esforzarse por ir haciendo, ya que no la hay, una tradición mexicana”. Sin comentarios.
La reseña de José D. Frías, uno de los primeros impulsores de López Velarde, y cuyo nombre había recogido Maples en su “Directorio de vanguardia”, resulta un tanto ambivalente. Por un lado le reprocha a Maples Arce haberse desviado “de la verdadera emoción poética” para hacerla entrar en “la escuela a la que se ha afiliado”; y le observa, con razón, que sus versos se apegan al “alejandrino viejo” ya usado por autores como Gutiérrez Nájera; pero por otro lado, y como balance final, Frías opina que Maples “abrió” con su libro una ventana que de otro modo habría permanecido cerrada para las nuevas generaciones.
Rafael Heliodoro Valle, por su parte, concluye que con su libro, Maples “viene a perturbar el sueño a muchas personas y a mostrarnos a un hombre que tiene la valentía de lanzar un alarido en plena quietud circundante.”
La más extensa y elogiosa de las reseñas, y también la más estridentista en su estilo, es la que escribió Arqueles Vela. Entusiasmado y a la vez mimético, Vela sostiene desde su tribuna periodística: “Para comprender a Maples Arce hay que disgregarse. Hay que distender todas las ligaduras sensitivas. Hay que arrancarse el cerebro y lanzarlo al espacio. Hay que arrancarse el corazón y echarlo a rodar bajo los túneles interazules. Hay que desplegar al viento los buceadores aleteos de las naves auditivas… Sólo así se podrá vislumbrar el bólido errante de su pensamiento. Su gemialarido que canta detrás del horizonte.”
Esta es, podríamos asegurar, la primera prosa estridentista de Arqueles Vela, quien tan sólo cuatro meses después dará a conocer su relato La señorita etc., considerado como el primer relato de vanguardia escrito en América Latina, con el cual “redondea”, por así decirlo, el aporte del poeta veracruzano.
Acaso las observaciones más agudas las formuló el novelista Gregorio López y Fuentes cuando señaló, muy atento a los efectos visuales de naturaleza “cubista” del libro Andamios interiores: “El procedimiento que sigue Maples Arce es un procedimiento que requiere una constante gimnasia mental porque él no toma la imagen como la cámara fotográfica, en línea directa, sino que el objetivo llega al cristal receptor, podría decirse, mediante una combinación de espejos cóncavos y convexos…” Esto obligaría a desandar “la línea quebrada que él siguió sobre los cristales reflectores.”
A cien años de distancia, me parece, nos sigue haciendo falta un trabajo crítico que alumbre los hallazgos y los escollos herméticos de Andamios interiores, un libro que, pese a ser una de las primeras manifestaciones literarias de la Revolución que acababa de sacudir al país, seguimos sin estudiar.
De manera muy rápida, apunto dos aspectos. En franca contradicción con la figura egocentrista y petulante de Maples Arce, que se da ínfulas de celebridad “estética”, Andamios interiores, título que ya remite a la “interioridad” de un supuesto sujeto burgués, inicia con una contundente requisitoria en la que da por muerto precisamente a este sujeto: “Yo soy un punto muerto en medio de la hora,/ equidistante al grito náufrago de una estrella.” La hora actual, la hora de la revolución, vuelve insignificante, como si fuera un “punto”, y además un “punto muerto”, a la persona que dice “yo” en el poema. Hay un “alarido” notable, sí, como advirtieron algunos reseñistas, pero es el alarido de un náufrago en medio de la noche. Un grito de auxilio que no recibe respuesta.
Hay además en el libro de Maples una efervescencia del apetito sexual, muy a la Freud, que por supuesto las novias vírgenes agudizan, pero que acaba encaminándose hacia los cenagales del prostíbulo: “A través del insomnio centrado en las ventanas/ Trepidan los andamios de una virginidad,/ Y al final de un acceso paroxístico de lágrimas/ Llamas de podredumbre suben del bulevar.// Y equivocadamente, mi corazón payaso,/ Se engolfa entre nocturnos encantos de a 2 pesos:/ Amor, mi vida, etc., y algún coche reumático/ Sueña con un voltaico que le asesina el sueño.”
Si la mención de “mi corazón payaso”, trae cierta reminiscencia de Corbière, los versos con los que concluye el poema no sólo reafirman la atmósfera de “congal”, sino que éste se expresa con un lenguaje burdo, rasposo, deliberadamente antipoético, pero eso sí, muy “mexicano”. De estas audacias en efecto es capaz el estridentismo de Maples Arce: “Y 200 estrellas de vicio a flor de noche/ Escupen pendejadas y besos de papel.”