El movimiento silencioso de la pintura / Entrevista con Magali Lara

- Roberto Bernal - Sunday, 03 Apr 2022 06:42 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La artista visual, gestora y profesora Magali Lara (Ciudad de México, 1956) es una de las pintoras más destacadas y originales del México contemporáneo. Ha tenido varias exposiciones individuales en museos nacionales y extranjeros, como la Galería de Arte Mexicano, el Museo de Arte Carrillo Gil, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo y el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Conversamos con la pintora dentro del marco de su actual exposición, titulada 'Futuro', en el Museo de Arte e Historia de la ciudad de León, Guanajuato.

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El uso de distintos materiales y las formas diversas de abordar su trabajo, e incluso la incursión en el grabado y el video, generan la sospecha de que hay una preocupación por no repetirse.

–No tengo miedo a repetirme; de hecho lo hago porque hay temas recurrentes o estrategias de trabajo que son útiles para lo que investigo en ese momento. Quiero decir que me interesan ciertos temas que aparecen de formas distintas, y en ocasiones necesito explorar técnicas diferentes que, en algunos casos, requieren de colaboraciones de impresores o inclusive de otros artistas. Me gusta este desdoblamiento que se produce al trabajar con otros que saben cosas diferentes, pero que juntos queremos hacer un objeto determinado.

Una característica a lo largo de su trabajo ha sido la incorporación de la escritura, de poemas incluso: “La gota espesa en el oído continua/ toda la noche”, escribió en una de sus pinturas. ¿Cómo ocurrió este vínculo?

–La literatura es importante para mí y, como cualquier lector, alguna vez soñé en volverme escritora, pero tengo un serio problema con el acto físico de escribir. Quizá se debe a una relación entre escritura y cuerpo, y para mí hacer imágenes, usar el cuerpo y especialmente la energía de las emociones, fue lo que redireccionó mi vocación. Pero las palabras siempre permanecen; además, me permiten crear una tensión entre la imagen y lo que está escrito, que para mí describe bien esa dificultad con la identidad. La poesía es muy importante, aunque en los últimos años trabajo más como un ensayo visual. En los años setenta yo hablaba de narrativa visual y la gente me miraba como diciendo “¿qué es eso?” Ahora se usa para hablar de la relación entre imagen y texto en referencia al cine y el video.

Ya sea en video o no, hay la impresión de que el tema del movimiento es muy importante para usted.

–Así es, el movimiento es muy importante para mí, tanto en el video como en los dibujos y las pinturas. A lo mejor es el tema central de mi trabajo: la constante fluctuación entre un estado y otro. Es, también, una noción diferente de identidad y de relación con el afuera, que para mí es justo una espiral.

Dentro de esta espiral, también parece que en su trabajo existe una constante reflexión sobre el tiempo.

–El tiempo para mí no es lineal y ni siquiera único. El cuerpo es capaz de contener otras temporalidades que influyen en nuestras acciones cotidianas. Para mí es un tema central la fractura de la lógica del mundo real cuando estamos experimentado a través de la emoción y de la ideología. Y altera nuestra identidad, nuestra negociación con el presente.

Cuando habló de la relación con el afuera, recordé en seguida a Hilda Doolittle, que reflexionó acerca de lo que llamó una mente irrigada por el exterior. En este sentido, parece que flores y árboles, entre otras cosas, generan en usted un gran estado de emoción.

–Es cierto, el jardín es importante, aunque empecé con las flores y luego con los árboles. Fue en un viaje en tren, después de haber enviudado, que sentí una conexión muy fuerte con los árboles. Entendí, más emocional que intelectualmente, lo que el paisaje nos revela de nosotros mismos. El duelo, la pérdida de certeza sobre mí misma me volcó hacia afuera, al paisaje como representación del afuera desde adentro.

En su trabajo también existe una carga reflexiva que antecede al estado creativo. ¿Aquí cabe lo que usted llama el “ensayo visual”?

–Sí, porque creo que cualquier trabajo implica conocimiento y experiencia. En mi caso lo llamo ensayo visual porque hay una cierta idea formal y conceptual que voy desarrollando, acompañada siempre de lecturas y obras de otros autores. En el ensayo, más que una conclusión, resulta interesante el proceso, los puentes que se establecen entre las formas y las tensiones que se producen. Es un tejido que vas armando, que se concluye, pero que puede retomarse desde otra perspectiva.

Existe un montón de lugares comunes acerca de lo que se espera debe ser “lo femenino”. Supongo que esto debe ocurrir mucho alrededor de una mujer que pinta. ¿Qué es lo femenino en su trabajo?

–Yo tengo una voz femenina. Al menos así empecé, con un interés de dar lugar a la experiencia de un cuerpo femenino en su deseo y violencia, en lo que recibe como mandatos desde el mundo y la dificultad de poder ser una persona completa en esas circunstancias. Crecí con la idea de la libertad, que implica también atreverse a ser diferente. Las cosas han cambiado, pero lo femenino sigue siendo menospreciado o temido. A mí me gusta explorar la intimidad y sus dificultades, ya no exclusivamente en relaciones amorosas, sino con el mundo mismo y con el futuro de nuestra especie. ¿Eso es lo femenino en mi trabajo? Hay también una búsqueda de la belleza, pero no desde la perfección, sino desde lo frágil, lo posible. ¿Es eso femenino?

El espacio de sus pinturas es notablemente callado, íntimo, un poco como el movimiento silencioso del pensamiento. ¿Qué representa el silencio en su trabajo y en su propia vida?

–El silencio es importante y muy difícil de conseguir. Me interesa porque permite que lo otro se escuche, lo casi imperceptible. Es lento y envuelve. En mi vida ha sido importante no decirlo todo, no creer que hay respuesta para cada pregunta. Es más importante estar presente.

Sus trazos parecen moverse en la incertidumbre, quizá desentendiéndose de todo aparato teórico.

–Podría decir que sí, pero hay un entrenamiento previo, un ejercicio constante entre el dibujo y la reflexión. Me interesa, sí, arriesgarme, pero hay una mismidad que siempre aparece. Tengo un límite, aunque siempre intento reorganizarlo.

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