Arquitecturas efímeras

- Xavier Guzmán Urbiola - Sunday, 08 May 2022 06:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Ante la creciente población desplazada, refugiada o marginada por muchas y diversas razones, la arquitectura ofrece una solución versátil, ligera y eficiente para resolver, aunque sea de manera temporal, las necesidades de albergue y protección.

 

Las estructuras neumáticas experimentaron en los años sesenta del siglo XX un fugaz florecimiento y un rápido olvido. Las actuales son muchas veces efímeras, más etéreas y solucionadas con adecuadas telas ligeras o plásticas, de planta orgánica, costuras industriales, ventiladores, eficientes y fáciles de transportar, aunque debe considerarse el firme donde levantarlas, su capacidad interior, el viento, algunos lastres y la insolación, pues los plásticos generan microclimas cambiantes.

Un ejemplo de estas burbujas perecederas y nómadas fue montado en Casa del Lago, gracias a la gestión de la Coordinación de Difusión Cultural, en colaboración con la Facultad de Arquitectura, ambas dependencias de la UNAM, y el Instituto Goethe. Sus autores son Marco Canevacci y Yena Young, de la Universidad Libre de Berlín, quienes la bautizaron como Plastique-fantastique. Para ésta en específico usaron tela plástica de paracaídas, a partir de un rollo industrial, cortada en gajos en la sección más amplia de planta circular, con catorce metros de diámetro, y en anillos en la dona. Ambas pueden recorrerse interiormente.

Las arquitecturas efímeras permiten, como ningunas otras, la experimentación, pues en su concepción y desarrollo deben priorizarse soluciones sencillas y prácticas. Existen ejemplos tipológicos canónicos: los pabellones expositivos, las museografías en recintos interiores y las escenografías teatrales o cinematográficas. Todas deben concebirse, montarse y desmontarse en plazos perentorios.

Pero existen otras aplicaciones y por eso la Facultad de Arquitectura de la UNAM apoya y propicia este tipo de experiencias. Obviamente interesan los resultados prácticos que derivan en soluciones artísticas, lúdicas, intervenciones multidisciplinarias y transversales en que la luz, la música y la ocupación de los espacios interiores y públicos generan activaciones disímbolas, pero de los resultados concretos, a partir del estudio de materiales diversos y las condiciones distintas para su aplicación, también surgen ideas para ofrecerles techo, resguardo, protección y cobijo a 55 millones, u 80 millones de personas, nadie sabe la cifra exacta, que hoy en día y en este momento se hallan en condición de desplazados por distintas razones (hambre, guerra, violencia étnica, persecuciones políticas o religiosas, etcétera) y se encuentran en las fronteras entre México y Estados Unidos, en Centroamérica, en Siria, entre Ucrania y Polonia, a lo largo y ancho de toda África, y en Kutupalong, Bangladesh; sólo ahí se calcula que viven de modo improvisado más de 923 mil personas en 194 mil viviendas levantadas con bambú, plásticos y basura (Arturo Cano, “Kutupulong, el campo de refugiados del que nadie habla” y “En Bangladesh, desplazados por la violencia que el mundo ignora”, La Jornada, 27 de marzo de 2022). Debiera preocuparnos ofrecerles un techo fácilmente transportable, armable y que pueda desplazarse con ellos mismos. Es una necesidad imperiosa que reclama usar la inteligencia y el corazón. Plastique-fantastique se traslada en un empaque de 80 por 60 centímetros.

El poeta hispano-mexicano Tomás Segovia, tan entrañable amigo de la UNAM, y en concreto de sus facultades de Filosofía y Letras, así como de Arquitectura, en su Cuaderno del nómada, aspiraba a despojarse de casi todo, “a la desnudez”, pero sin quedar a “la intemperie”. La arquitectura es o debiera ser ante todo un cobijo.

 

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