Y sigue la mata (editorial) dando: Nieve de chamoy

- José María Espinasa - Saturday, 14 May 2022 22:20 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La aparición de 'Obras completas', de Juan Manuel Torres (1938-1980) en la editorial Nieve de chamoy es el eje de esta reflexión sobre la necesaria labor de recuperar y reivindicar la obra de un escritor olvidado, trabajo que aquí se celebra, sobre todo frente a los retos que enfrenta la industria editorial después de la pandemia.

----------

El panorama editorial mexicano sigue ofreciendo buenas sorpresas y proponiendo una evolución hacia ciertas características de productividad y negocios. Una de las señales más notables es la convivencia de editoriales que a su vez ofrecen servicios editoriales, de manera que una faceta y otra se proyectan y promueven coordinadamente. No es nuevo el modelo, pues la convivencia en el pasado de imprenta, servicio editorial y sello propio tuvo su importancia. Lo relevante ahora es que los nuevos sellos buscan replantear la situación literaria y lectora, y que en ellos se suelen emplear profesionales de la edición con amplia trayectoria. Pienso, por ejemplo, en un proyecto notable desde el nombre: Nieve de chamoy. Veo en su página digital que el sello tiene ya más de ocho años activo y que, desde el mismo nombre, asume una cierta perspectiva contracultural sin rendir pleitesía a la nostalgia del movimiento así llamado hace ya más de tres décadas. De allí que, en una entrevista para la revista Desocupado, Mónica Braun diga: “Nuestro objetivo es hacer libros chingones.” Y recientemente vi los dos primeros tomos de las Obras completas de Juan Manuel Torres –tomo 1: cuentos y relatos, y tomo 2, traducciones– y he de decir que es un trabajo maravilloso o, en el tono de su directora, chingonsísimos.

Todo tiene un sentido: reivindicar a un autor olvidado poniendo al alcance de los nuevos lectores a un narrador y cineasta de la generación de La Casa del Lago, reivindicación que algunos críticos proponían tímidamente en años y décadas anteriores –recuerdo cómo en los años ochenta buscábamos sus pocos libros en las librerías de viejo y revisábamos sus películas con afán polémico– sin que la propuesta hiciera roncha. A la reivindicación editorial se suma el trabajo de un investigador y crítico literario, José Luis Nogales Baena, que realiza un trabajo extraordinario de recuperación de textos y descripción del autor, su vida y su proceso, en un prólogo que debiera ser un ejemplo para académicos y editores y, además, suma el considerar la labor de traducción como parte de la obra.

Torres murió en 1980 y fue parte activa de un grupo de escritores que se interesaron mucho por el cine como medio expresivo, amigo de Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis e integrante del grupo reunido en Nuevo Cine, revista que cambió la manera de acercarse al celuloide. Su temprana muerte, había nacido en 1938, en un accidente automovilístico, interrumpió su obra y lo sumió en el olvido, hasta el grado de que lo olvidaron hasta los que se acordaban de él. Estas Obras completas son verdaderamente un acontecimiento editorial. (Se anuncian dos tomos más en proceso, y a lo mejor se podría pensar en hacer un quinto tomo con sus películas en dvd (me dicen que esta manera de editar es ya obsoleta, pero…). Yo lo vi una sola vez, en casa de Emilio García Riera, acompañado por Meche Carreño.

He dicho en otras ocasiones que nuestra historia cultural ha sido más o menos decantada hasta los años cincuenta, y que incluso escritores como Francisco Tario, durante un tiempo raro y olvidado, hoy ya es una presencia reconocida. Lo que vino después, de los sesenta para acá, merece una revisión en profundidad. Y proyectos como éste de Nieve de chamoy lo permiten e impulsan, y hay que agradecerlo. Una lectura detenida y extensa de la obra de Torres merece un espacio mayor al de esta nota. Sin embargo, quiero abundar en la importancia de la propuesta editorial de Nieve de chamoy. Da por sentado, por ejemplo, que la convivencia entre edición digital y en papel debe darse cuando se pueda. Como esta última es más onerosa y se enfrenta a los problemas de la distribución, se buscan alternativas de financiamiento. En este caso la participación de varios coeditores, como la editorial de la Universidad Veracruzana, quien dio cobijo al primer libro de Torres, El viaje, y que está cumpliendo sesenta y cinco años de existencia, y el Gobierno de Veracruz a través de varias de sus secretarías. Hay que felicitarlos a todos.

Ojalá el esfuerzo de José Luis Nogales y Mónica Braun situé a Torres en el lugar que le corresponde en su generación. No sé si es un raro. En todo caso sí es un representante –una víctima– de eso que en otro lugar he llamado la tentación cinematográfica, como lo es también Salomón Laiter, contemporáneo de Torres, también narrador y cineasta, del que ojalá alguien se animara a hacer también unas Obras completas. El tener su obra al alcance, bien editada y trabajada, puede traer la misma consecuencia que trajo, por ejemplo, la labor de Alejandro Toledo con Tario, su incorporación plena a la historia literaria y cultural de México. También un pleno entendimiento de ese momento del cine mexicano que ahora vemos con nostalgia, de los años sesenta y mediados de los setenta. Ha pasado ya medio siglo sobrado y no tenemos claro qué fue bien a bien lo que sucedió.

Vuelvo a Nieve de chamoy: su catálogo es tan interesante como su propuesta editorial y de diseño. Esta última es muy distinta de la que editoriales como El Tucán de Virginia, Ediciones Sin Nombre y Trilce propusieron en los noventa, pero es sin duda propositiva y atrayente. Si hubiera un reproche que hacerles es la ausencia de la poesía en sus cerca de cuarenta títulos publicados. El mundo editorial despierta de la pandemia y no sólo sigue ahí, sino que lo hace con mucha actividad.

Versión PDF