Algunos extraños casos de Alarma!!!

- Rafael Aviña - Sunday, 22 May 2022 05:21 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Un breve recuento de cintas mexicanas cuya trama, en algunos casos basada en hechos reales, oscila, no siempre con buena fortuna, entre el drama, la comedia, el musical y la nota roja.

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En homenaje al gran Enrique Metinides

El cine mexicano cuenta con varios grandes mitos femeninos de carreras truncadas; entre otros, están los casos de Norma Angélica (Tlayucan, Jóvenes y bellas, La noche del jueves), que se quitó la vida en 1962, a los veinticinco años; Pina Pellicer (Días de otoño, Macario, El rostro impenetrable), cuyo suicidio acaeció en 1964; Rita Macedo en 1993 (Rosenda, Nazarín, Tú, yo, nosotros); Blanca Estela Pavón, fallecida en un accidente de aviación en 1949, y Miroslava Stern, encontrada muerta en su cama en marzo de 1955 (la versión oficial habla de suicidio aunque, hasta la fecha, la teoría de que Miroslava fue la séptima tripulante en el avionazo en donde también perdió la vida el político y empresario Jorge Pasquel es muy popular, aunque igual de improbable). El suceso tuvo lugar semanas después de filmar Ensayo de un crimen, donde un maniquí con su imagen es cremado por Ernesto Alonso, justo como ocurrió con el cadáver de Chinta Aznar, en el que se inspira la novela de Rodolfo Usigli, La vida criminal de Archibaldo de la Cruz (1944) y en consecuencia la película de Luis Buñuel.

En febrero de 1932, Ciudad de México se sacudía con la noticia del espantoso asesinato de Jacinta Aznar –conocida como Chinta-, atractiva y aristócrata dama de origen yucateco, mujer autoritaria e independiente, amiga de reyes, políticos y altos jerarcas de la Iglesia. Jacinta fue localizada en su residencia de Avenida Insurgentes 17, envuelta en una colcha empapada en sangre y con graves quemaduras, ya que su asesino, el fotógrafo Alberto Gallegos Sánchez, intentó incinerarla. La historia de Chinta dio pie a la novela de Usigli adaptada por Buñuel con Alonso en el papel de Archibaldo de la Cruz, un ocioso burgués fascinado con la pulsión criminal. Por cierto, en abril de ese mismo año de 1932, fallecía asesinado el cantautor yucateco Guty Cárdenas; su vida y su muerte fueron trasladadas a la pantalla en el filme 96 horas de amor (1983), de Miguel Zacarías, protagonizado por Antonio Henaine –hijo de Gaspar Henaine Capulina.

Tamaleras, cantantes y aviadores

Otro sonadísimo caso de nota roja en México con una mujer como protagonista fue el de La tamalera, Trinidad Ruiz Mares, quien, en 1971, con domicilio en la Colonia Portales, descuartizó a su concubino, un fornido peluquero que la maltrataba a ella y a sus hijos. Para que cupiera en un costal de yute, Trinidad le amputó ambas piernas y la cabeza. El asunto inspiró al insólito cineasta Juan López Moctezuma  La mansión de la locura, Alucarda– para filmar El alimento del miedo (1993), tremebundo e inquietante relato en el que coinciden payasitos, una tamalera, un satanista y una niña, cuya carne sirve para preparar… tamales.

Asimismo, otra mujer muy exitosa en nuestro país, la afamada cantante Esperanza Iris, llamada La tiple de hierro, se vio involucrada en un asunto criminal de manera indirecta por la estupidez de su último marido, un mediocre barítono un poco más joven que ella, cuyo grotesco intento homicida fue llevado a la pantalla en tono de comedia y farsa, y no era para menos. El 24 de septiembre de 1952, el cantante y empresario Paco Sierra –marido de Esperanza Iris– y su cómplice, Emilio Arellano, creadores de la singular empresa Post Mortem S.A., dedicada a ofrecer servicios funerarios a los trabajadores afiliados a la CTM, “contrataron” a siete ingenuas personas para iniciar una nueva empresa de espectáculos en Oaxaca, a quienes hicieron firmar seguros de vida.

Sierra y Arellano colocaron una pequeña bomba en una de las maletas de los viajantes en el DC3 de Mexicana de Aviación para que, al estallar ésta, ellos pudieran cobrar los seguros que alcanzaban casi dos millones de pesos. Sin embargo, no contaban con la pericia del piloto y con la pobre carga explosiva, insuficiente para causar un daño fatal. Para colmo, Arellano había adquirido los pasajes de avión a su nombre y dirección, por lo que la policía llegó hasta él y lo involucró con Sierra, en cuyo domicilio se localizaron las pólizas de seguro.

Este fallido crimen dio pie a una curiosa película titulada El aviador fenómeno (1960), dirigida por Fernando Cortés y protagonizada por Adalberto Martínez Resortes, Óscar Pulido y María Eugenia San Martín, a partir de una versión libre de El club de los suicidas, de Robert Louis Stevenson, acerca de un doctor demente que extorsiona a un grupo de personas desilusionadas de la vida y que han hecho el compromiso de suicidarse, mientras el malévolo médico cobra su seguro de vida, interpretado nada menos que por David Silva como el villano de apellido Ingemar.

De entrada, la película intentaba ser una suerte de extensión de aquella exitosa fórmula de la dupla Resortes-Pulido, iniciada en 1951 con El beisbolista fenómeno. Ambos interpretan a los detectives privados, Amado y Óscar, que pretenden seguir la pista de varias personas quienes, antes de morir por la vía del suicidio, compraron pólizas de seguros por un millón de pesos. Para ello, Amado finge un suicidio con gas que casi le cuesta la vida y luego es conducido por ese estupendo actor de cine y radio, Pedro de Aguillón, al “Club de los suicidas”, que controla el loco criminal Ingemar. En El aviador fenómeno, Resortes se ve muy gracioso con sus típicos gestos de susto, abriendo desmesuradamente los ojos, y David Silva se luce con una caracterización increíble en la que se rapó la cabeza y usó un bigote oscuro, un monóculo a lo Erich von Stroheim y cigarros con boquilla.

Cualquier semejanza es mera coincidencia…

Curiosamente, cuatro años atrás, el propio Adalberto Martínez Resortes protagonizó otro relato con una trama parecida, inspirada muy libremente en el mismo caso de Sierra y Arellano: Asesinos S.A. (1956), de Adolfo Fernández Bustamante, con fotografía del espléndido Jack Draper con Resortes en el papel de Pancho Gómez/León Bravo, Kitty de Hoyos como Sofía/Julieta, Wolf Ruvinskis como el Muñeco, Luis Aldás como Vaneck y Sara Guasch como La Jefa/Suegra.

Se trata de una comedia de enredos menor y predecible, para lucimiento del cómico Resortes y sus espasmódicos movimientos dancísticos, y a su vez, para los alardes de la guapa Kitty de Hoyos, así como un pretexto para mostrar no sólo varios números musicales en los que participan, entre otros, el Mariachi Vargas y la cantante Lucha Moreno en su debut, lo mismo que bellas jóvenes de cuerpos muy atractivos, incluso más que el de la propia Kitty, como la espectacular vedette y bailarina de rock and roll, Lisa Rossel. En una secuencia en un bar, el personaje de Resortes observa una fotografía ampliada de la chica y pone una pieza de rock en una rocola, y es entonces cuando la modelo cobra vida y ejecuta al lado del cómico bailarín un movido jerk-rock.

Resortes muestra aquí un curioso corte de cabello, con buena parte de la nuca rapada, muy parecido al futuro personaje de Beto, el personaje de Plaza Sésamo. Asimismo, intervienen prácticamente como extras algunos actores de apoyo muy célebres, como Magda Donato, Conchita Gentil Arcos y el luchador Guillermo Hernández Lobo negro. Al inicio del filme surge un letrero que reza: “¡!AVISO!! Cualquier semejanza de personajes de esta película con personas vivas o muertas, les damos nuestra palabra de honor que es pura coincidencia.”

La escena final se desarrolla en la azotea del magnífico edificio, entonces aún en construcción, llamado El Plaza, el futuro Cine Auditorio Plaza, un inmueble iniciado a fines de los años cuarenta y principios de los cincuenta por el arquitecto Francisco Serrano en Juan Escutia número 4, entre las calles de Tamaulipas y Nuevo León. Serrano fue el mismo arquitecto del legendario Cine Teresa en San Juan de Letrán, hoy Eje Central, y el Edificio Basurto en la colonia Condesa. En la secuencia, muy en deuda con las imágenes acrobáticas del cómico Harold Lloyd, Resortes trepa y corre por las vigas del esqueleto del edificio donde se puede ver claramente el nombre en letras gigantescas: “Plaza” y, a su vez, se observa desde las alturas ese perímetro de la colonia Condesa.

Finalmente, la trama de uno de los filmes menos conocidos del incomprendido José Perro Estrada: Pum! (1979), escrita por el propio Estrada, Alberto Isaac y Francisco Sánchez, que tenía más puntos de contacto con el mencionado caso real de Sierra, Arellano y Esperanza Iris, que había impactado a la sociedad mexicana de 1952, último año del sexenio alemanista. Eleonora Pola (la madura cantante española Olga Ramos), célebre cupletista, contrae matrimonio con el joven Bruno del Piero (Sergio Corona), tenor del grupo musical que la acompaña en el teatro. Eleonora sufre un problema en la garganta al mojarse bajo la lluvia y queda afónica; enojada, culpa a su marido del percance de salud y le hace la vida imposible, pero él se relaciona con un extraño profesor e inventor (Luis Manuel Pelayo) que le propone estafar a un grupo de ancianos de un asilo del cual Eleonora es benefactora, colocando una bomba en una maleta que llevará el grupo al viajar en avión para realizar un homenaje a la cantante.

Por desgracia, Pum! resultó una farsa fallida que parecía tener más deuda con el trabajo de Alberto Isaac que con el del Perro Estrada: una mezcla poco afortunada de cine musical con farsa negra y nota roja, que incluía coreografías patéticas y acartonadas, así como situaciones argumentales poco elaboradas. Lo más llamativo es la presencia de Yolanda Liévana como la atractiva empleada doméstica llamada Dolores, que trabaja con Eleonora y Del Piero pretende; una joven ingenua que se ha mantenido virgen y que más tarde se trastoca en prostituta…

 

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