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- Anitzel Díaz - Sunday, 29 May 2022 07:08 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
De bichos y arte

 

Una mosca en un Durero, un grillo en un Van Gogh; algunos insectos son invitados por el artista, otros han reclamado su espacio dentro de la obra.

En la exposición actual de Durero en la National Gallery de Londres, una pequeña gran mosca en el regazo de la Virgen ha llamado la atención tanto de expertos como de visitantes; el insecto zumbador se encuentra casi en el centro de la obra y, mientras que los personajes de la pintura están representados en escala a la mitad del tamaño, la mosca tiene tamaño real, lo que hace parecer que está en la superficie.

En La fiesta de las guirnaldas de rosas Durero pintó la mosca, que por cierto apareció hasta la última restauración, para demostrar su habilidad como dibujante y pintor. Tanto en el caso de Durero como en el de Van Gogh, separados por siglos de historia, se percibe el placer de la representación de insectos y animales.

El saltamontes de Van Gogh llegó una tarde de verano mientras el artista pintaba Los olivos en 1889, cuando estaba en el asilo de Saint Rémy-de-Provence, en Francia. Apareció, o más bien se hizo presente en Kansas City, en 2017, cuando curadores del Museo de Arte Nelson-Atkins lo descubrieron. Se mantuvo desapercibido durante ciento veintiocho años. Las vicisitudes de pintar al aire libre: “suceden todo tipo de cosas como las siguientes: debo haber recogido un buen centenar de moscas y más en los cuatro lienzos que obtendrás, sin mencionar el polvo y la arena”… le escribió el artista a su hermano.

Es verdad que todo tipo de insectos aparecen en la vida de Van Gogh, no sólo en sus obras sino en su escritura, sobre todo en las cartas que toda su vida intercambió con su hermano. Arañas, moscas, pero más que nada mariposas. En una carta a Theo, del 11 de febrero de 1883, asocia la fragilidad del primer amor con una tela de araña: “Michelet dice que el primer amor es frágil como una tela de araña, y crece hasta ser tan fuerte como un cable.”

Pero son las mariposas el verdadero reflejo de su alma atormentada. Es al final de su vida, durante su internamiento en el asilo de Saint Rémy, donde profundiza sobre su existencia, cuando más aparecen estos seres alados en su obra. La mariposa que es frágil y libre, que descansa en una flor. Que permanece para siempre en un cuadro. Como el grillo de Los olivos, que se vuelve permanente.

“Y por lo que veo no voy a perder nada, absolutamente nada, por permanecer donde estoy, contentándome con ver que las cosas marchan, al igual que una araña en su red a la espera de las moscas.”

 

 

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