




El cubo de cristal de Byung-Chul Han
En su libro Elogio de la sombra, el escritor japonés Junichiro Tanizaki (1886-1965) describe la relación ancestral de su pueblo con la sombra y los objetos que se refugian en ella. Partiendo de la arquitectura, el texto pone en relieve el contraste entre la civilización occidental y la oriental. Si el mundo industrial made in USA privilegia el brillo y la luz de la novedad, la cultura tradicional japonesa encuentra la belleza en lo antiguo y en la oscuridad que crea una atmósfera de lentitud y de veneración por el paciente desgaste.
Me vino a la mente ese maravilloso ensayo de Tanizaki cuando leí las primeras páginas de Infocracia. La digitalización y la crisis de la democracia, del filósofo sudcoreano Byung-Chul Han. La imagen que usa, para hablar de la tecnología de la información y recopilación de datos que nos rodea, es la de un cubo de cristal, en particular, el Flagship Store de Apple en Nueva York. La tienda es una elegía a la idea de “transparencia”, intrínseca al mundo digital. Los productos brillantes y luminosos del capitalismo global ahora se han transformado en territorios sin límites aparentes, como la icónica tienda de computadoras. La manera acrítica en la que entendemos esta nueva realidad es una de las ideas centrales de Infocracia.
Byung-Chul Han divide su libro en los capítulos “El régimen de la información”, “Infocracia”, “El fin de la acción comunicativa”, “Racionalidad digital” y “La crisis de la verdad”. El autor, en las primeras secciones, aborda el principal espejismo de la tecnología digital y la extracción de datos: las plataformas en las que transitamos todos los días parecen simples y, sobre todo, crean la ilusión de libertad. Mientras navegamos en internet o usamos alguna aplicación en el teléfono celular, creemos que tenemos el control y que el ecosistema virtual en el que interactuamos con otros es una nueva fase del progreso humano. Sin embargo, atrás de esa superficie hay un denso entramado construido con algoritmos que potencian el aislamiento, la uniformidad del pensamiento y, finalmente, el control de las personas. El discurso político –pensemos en el caso de Donald Trump– se ha reducido a meras frases propagandísticas que, como un algortimo, responden a los prejuicios de los votantes. Sin embargo, este fenómeno que extermina el debate público es sólo un reflejo de la pobreza narrativa propia del capitalismo global.
Por supuesto, la crítica a la utopía tecnológica –lo que el filósofo bielorruso Evgeny Morozov llama “solucionismo tecnológico”– ha estado presente en el debate académico desde hace unos años. Me parece que Byung-Chul Han pretende estimular el pensamiento a través de relaciones que abarcan distintas disciplinas y campos culturales para, de esta manera, crear lecturas nuevas. La escritura, en este caso, juega un papel importante. En lugar de las largas disquisiciones filosóficas que son comunes en la academia, el autor usa un lenguaje casi aforístico que pretende abarcar una idea profunda en el menor espacio posible. El propósito –perceptible en otras obras suyas– es provocar una serie de relecturas que lleven la reflexión a distintos niveles. Es, justamente, una poética cuyo objetivo es negar la velocidad en la que viaja la información en la actualidad.
En su libro La utopía de las normas. De la tecnología, la estupidez y los secretos placeres de la burocracia, el antropólogo David Graeber reflexiona acerca de una idea interesante sobre la tecnología y nuestra relación con ella: para los nacidos en el siglo XX –pensemos en las generaciones después de la segunda guerra mundial hasta los años ochenta– la utopía del progreso que se vendía en las series de televisión, películas y muchos productos culturales, estaba relacionada con el viaje al espacio y un futuro en el que las máquinas estarían al servicio de nosotros para liberarnos el trabajo. Sin embargo, la esperanza tecnológica se volvió una distopía que nos vende una imagen falsa de libertad. Creemos ser felices en un ámbito repleto de instrumentos de control, manipulación y burocracia absurda. Byung-Chul Han habla de una degradación continua de la sociedad y la describe con una imagen poderosa: un ser humano diluido en un mar hecho de datos.