James Joyce, 'Ulises' y la mujer del "macintosh"

- Alejandro García Abreu - Wednesday, 27 Jul 2022 00:37 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La fotógrafa Ida Kästner (Berlín, 1983) interpretó 'Ulises', de James Joyce. Basó su fotografía en el personaje llamado “el hombre del macintosh”, que aparece por primera vez como el decimotercer doliente en el funeral de Paddy Dignam, pero nadie sabe quién es. Su nombre e identidad no se establecen y reaparece misteriosamente en 'Ulises'.

 

La Else Hasenclever. Zeitschrift für Literaturwissenschaft [Else Hasenclever. Revista de estudios literarios] y la Galerie Else Hasenclever conmemoraron el centenario de Ulises con un dossier en el que varios escritores interpretaron imágenes expuestas en el recinto. Convocado para escribir un relato sobre la fotografía de Kästner, estas son las líneas con las que participó el autor.

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La espalda inconfundible

Fernando de l’Oceà dedicó un dossier al centenario de Ulises en la revista que edita. Inmerso en la relectura de la novela, imaginó que caminaba por las calles de Dublín. Percibía personajes joyceanos por doquier. Una mañana observó una gabardina parda colgada en un árbol. La prenda ostentaba una silueta femenina. Una tarde se sorprendió cuando, fugazmente al cruzar una calle, vio a una mujer que vestía un macintosh o un impermeable marrón. Su asombro aumentó cuando, al contemplar su espalda, detectó el andar, el cabello, el porte y otros rasgos inconfundibles de Camille Arroyo, su pareja. Intentó alcanzarla, sin éxito. Siguió su camino, consternado por la visión. Pensó que se trataba de un fragmento de un mundo imaginario. Intuyó que la ficción se filtraba en la realidad de manera irreparable.

La navegación literaria

De l’Oceà –con Ulises presente– leyó “Acerca del mar”, bello ensayo de Claudio Magris publicado en un número de Granta dedicado al agua. Subrayó: “El libro más extraordinario jamás escrito, la Odisea, el relato del viaje a través de la vida, es impensable sin el mar, pero también el mar es impensable sin la Odisea.” De l’Oceà cogitó: “Podría ser también un pensamiento de Joyce.” El mar, como supo Ulises gracias a Homero, deviene en esencia de la vida y de la literatura, en promesse de bonheur, “promesa de felicidad”.

La sala hopperiana

Tras despertar, mientras beben la primera taza de café del día y fuman el primer cigarrillo en la pequeña sala de su departamento, Camille Arroyo y Fernando de l’Oceà disertan sobre Ulises, de James Joyce, como si de una escena hopperiana se tratase.

–Recuerda que hoy es Bloomsday.

–Lo recuerdo. He pensado en ello durante los meses recientes por el centenario de Ulises y el dossier que realicé.

–Me gustó que incluyeras en tu ensayo el planteamiento de Curso de literatura europea, de Vladimir Nabokov. Abordas de manera taciturna el enigma de M’Intosh: es muy importante que el hombre del macintosh o el Hombre del Impermeable Marrón aparezca por primera vez como el decimotercer doliente en el funeral de Paddy Dignam, pero que nadie sepa quién es. Su nombre e identidad no se establecen, y reaparece misteriosamente en Ulises. Todo su dilema inicia en un cementerio. Nabokov ofrece una interpretación interesante.

–Sé que te gustó más la interpretación de Enrique Vila-Matas en Dublinesca: el hombre del macintosh o el Hombre del Impermeable Marrón es Samuel Beckett.

–Sí. Seré beckettiana siempre.

–Después de que te entregué el ensayo sobre M’Intosh continué la escritura sobre Joyce en el cuaderno negro. Elaboro un nuevo texto. Lo interrumpí porque me asalta la perplejidad. Ayer vi a una mujer que portaba un macintosh o un impermeable marrón. Volteé, vi su espalda y era idéntica a ti. Seguí, pensativo, mi camino. Creo que se trata de una sobredosis joyceana.

–La novela te estimula constantemente. La identidad de la mujer no se establece, como ocurre con M’Intosh. Pude haber sido yo o mi Doppelgänger. Y sé que recuerdas que hace dos décadas estábamos juntos en un cementerio. Tu padre había muerto. Recorrimos las tumbas. Estábamos en el reino del silencio. Ese día yo portaba un macintosh marrón. Debajo había una falda negra, una blusa púrpura, llevaba un bolso negro con un libro de álgebra de matrices con una portada marrón, por cierto. Cremaron el cuerpo. Esos recuerdos tristes son muy distintos a lo ocurrido en la novela, con excepción de la coincidencia de mi indumentaria. Que no te consternen las asociaciones.

El bosque de ajenjo

Camille Arroyo deambula por la floresta cercana al departamento. Captura una fotografía de un pequeño bosque de ajenjo. La envía a Fernando de l’Oceà. Él la recibe y evoca a la fée verte, el hada que lo conquistó en la juventud. En efecto, rememora que hace dos décadas ella lo acompañó en un cementerio. El tiempo pasó. Recientemente murió un amigo que tuvieron en común. De l’Oceà recuerda un pasaje de Ulises: “Mi trago. Merci. A la nuestra”, “¡Ajenjo para todos!”

La realidad

Cuando regresa al departamento tras otro día de flujo de conciencia joyceano, De l’Oceà entra en su habitación. Arroyo lo espera sobre la cama. Él ve colgada la gabardina parda, percibe el ejemplar de Ulises. De l’Oceà se percata de lo evidente: Camille Arroyo es la mujer del macintosh o la Mujer del Impermeable Marrón. La ficción se difumina. Comienza la realidad bajo las sábanas.

 

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