Flor de la palabra

- - Sunday, 07 Aug 2022 07:42 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Guelaguetza: ofrendas desde el corazón

 

Guelaguetza es un vocablo zapoteco que puede traducirse al español como “practicar la hermandad o dar una ofrenda”. Sin embargo, cuando lo pensamos desde la propia lengua, se vuelve mucho más significativo, puesto que, para algunas variantes de la amplia familia zapoteca, guela representa lo profundo, lo inmenso, por eso con esta palabra también nos referimos a la noche o a un campo sembrado de maíz; guetza o gueza es una ofrenda. La guelaguetza es algo que se obsequia desde la inmensidad del ser y lo profundo del corazón. Desde la variante lingüística del istmo, decimos guendalisaa, la palabra guenda significa, entre otras cosas, acción, don, cualidad o gracia otorgada por las deidades, mientras que lisaa es estar unidos entre sí, ser familia y comunidad.

Por muchos años los diferentes pueblos indígenas han practicado la guelaguetza como una forma de ser familia, de unirse, encontrarse para intercambiar los alimentos del cuerpo y del alma, para ofrendar, desde su corazón, el maíz o el frijol, los chiles y las tortillas que se preparan en diversos tamaños y formas; los quelites, huajes, guajolotes, moles o caldo de piedra; los conocimientos sobre el cuidado de la tierra, la siembra o la crianza de animales de campo, así como la música, las ceremonias rituales y danzas. Con el tiempo estas prácticas se han ido reduciendo porque nos va ganando un sistema totalmente capitalista, donde si bien las comunidades aún intercambian y comparten alimentos y festividades, fuera de ellas se requiere dinero para acceder a otros productos y servicios.

Por otro lado, estas antiguas prácticas comunitarias han sido apropiadas y tergiversadas por los gobiernos, como es el caso emblemático de Oaxaca, donde cada año, durante el mes de julio y los primeros días de agosto, se realiza la “fiesta de la guelaguetza”, desafortunadamente convertida en un mero espectáculo para turistas donde, en un foro específico, se presentan danzas y piezas musicales de las diferentes regiones del estado, al mismo tiempo que en las calles de la ciudad se realizan las llamadas “ferias” de elementos variados, como mezcal, mole, tlayudas, téjate, artesanías, entre otros, que ahora están muy lejos de ser vistos como aquellos obsequios que se ofrendan con cariño y ya son sólo productos para la venta.

Cierto es que varias personas productoras de mezcal, artesanas, cocineras y de otras actividades, se han organizado y han podido insertarse en el circuito comercial creado por el gobierno estatal, lo cual no quiere decir que sean la mayoría ni que la derrama económica se refleje en los pueblos y comunidades que conforman el estado, más bien vemos que muchas personas indígenas que llegan a la ciudad de Oaxaca para intentar vender algunos de sus trabajos, se quedan en la periferia de estas ferias, cuando no son echadas con violencia porque su imagen recuerda la pobreza presente en Oaxaca. También es cierto que después de décadas de presentar un espectáculo que atrae a turistas y empresarios de distintas ramas, se ha generado un imaginario entre generaciones más jóvenes, quienes sí disfrutan participar en la fiesta oficial de la guelaguetza o aspiran a ser vistos y escuchados, para tener reconocimiento y más adelante quizá alguna retribución económica.

Esta apropiación y transformación de la guelaguetza en un espectáculo comercial, nos recuerda cómo las comunidades indígenas vamos perdiendo muchos de los elementos culturales que nos cohesionaban y que hoy sólo volteamos a mirar en la medida en que nos reditúa en monedas. Afortunadamente, hay grupos de personas, organizaciones, profesores, activistas, autoridades comunitarias que a través de las guelaguetzas populares, las guelaguetzas pedagógicas, las fiestas de guendalisaa, los encuentros de pueblos, de estudiantes, entre otras actividades, buscan recuperar el verdadero sentido de esta celebración para seguir compartiendo las ofrendas desde el corazón.

 

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