La casa sosegada

- Javier Sicilia - Sunday, 07 Aug 2022 07:46 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Posverdad

 

Como muchas otras que han surgido de la crisis civilizatoria por la que el mundo atraviesa, la palabra “posverdad” es de reciente cuño. Según el diccionario de Oxford, el término apareció por vez primera en 1992, en un artículo del dramaturgo serbio-estadunidense Steve Tesich publicado en la revista The Nation. Se refería a la Guerra del Golfo Pérsico: “Lamento que nosotros, como pueblo libre, hayamos decidido libremente vivir en un mundo en donde reina la posverdad (post-truth).” Desde entonces su uso se ha extendido. El diccionario de la RAE, en su actualización de 2021, la define como: “Distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión publica y en actitudes sociales.”

Si entiendo bien, la “posverdad” es una nueva fase de lo que, antes de que los medios virtuales de comunicación invadieran el mercado y embrujaran las mentes, se llamó ideología: un conjunto de ideas que, nacidas a partir de la crítica del racionalismo como herramientas para interpretar la realidad, se convirtieron en dogmas de fe. Un arma de control utilizada por los totalitarismos del siglo XX que resume la conocida frase de Goebbels, el Ministro de Propaganda de Hitler: “Una mentira repetida cien veces se convierte en verdad.”

La “posverdad” sería entonces no sólo lo ideológico multiplicado de manera exponencial a través de la emergencia de los medios virtuales, sino también y, por lo mismo, la expansión de múltiples corrientes ideológicas que compiten, luchan entre sí o se ignoran.

Se trata, a lo que parece, de establecer criterios de verdad no a través de un análisis objetivo –hasta donde eso es posible–, de la realidad y de lo que la cultura a lo largo de milenios ha ido discerniendo sobre ella, sino de la capacidad mediática que alguien o algunos grupos tengan de juntar, reproducir y unir a personas cuyos gustos, deseos e intereses son los mismos. Una especie de democracia totalitaria donde todo cabe y el único límite es la capacidad que se tenga dentro de las redes sociales de reproducir la creencia y convertirla en verdad. La imagen que lo representa es la del ser humano “navegando” en el infinito mundo de las redes sociales y eligiendo, después de saltar de aquí para allá, las que satisfacen sus deseos. En un mundo así, pantanoso, líquido, como lo definía Bauman, y licuante, ya no hay bien ni mal, ni criterio, ni institución política, social o religiosa que pueda fungir como punto de referencia del pensamiento y de la ética. Quizá la frase que mejor resume la “posverdad” sea la que Iván formula en Los hermanos Karamazov, una frase escrita en 1880, de la que Dostoievski no imaginó entonces sus monstruosas consecuencias: “Si Dios no existe” –es decir, si la verdad, que es imposible conocer en toda su hondura, pero sí acercarse a ella, no existe– todo está permitido.”

Bajo ese criterio llegará un momento –y ya estamos muy cerca– en que matar o defender la vida, arrasar una selva o protegerla, creer que la humanidad fue creada por Dios, por extraterrestres o por efecto del Big Bang… no sólo será indiferente, sino que dependerá de lo que nos cuadre y, en su extremo, de la capacidad que se tenga de volver una u otra consenso de mayorías. “Cada quien su pedo”, como dice la sabiduría popular.

Hace días releía los pasajes de las tentaciones de Jesús en el desierto. Lo que en el fondo, me parece, el demonio le proponía es que trastocara todo: “Tu puedes hacer que el bien sea el mal, que la verdad mentira y viceversa, que el orden de la creación sea como tú quieres.” Llegamos allí. La diferencia es que nosotros elegimos hacerlo.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los Le Barón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a México.

 

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