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Ruinas del capitalismo

‘Hormigón. Arma de construcción masiva del capitalismo’, Anselm Jappe, traducción de Diego Luis Sanromán, Pepitas de Calabaza, España, 2021.
Alejandro Badillo

 

Vivimos en un mundo de consumo y desecho. La velocidad de este proceso es cada vez mayor para que las ganancias sigan una línea ascendente. Es bien conocida la llamada obsolescencia programada: los productos industriales son creados, desde su origen, con materiales que se desgastan o que se rompen. Gracias a ese diseño, las mercancías tienen que ser reemplazadas. Para que el consumidor no pierda la fe en el sistema, las novedades en las tiendas son vendidas a través de un modelo aspiracional, es decir, compramos –sobre todo cuando no son objetos de primera necesidad– no por lo que sirven las cosas sino por lo que representan. De esta manera, hay un desecho constante y cada vez más acelerado cuyos nocivos efectos no se pueden remediar con el reciclaje.

Anselm Jappe (1962) es un filósofo alemán, teórico de la “nueva crítica del valor”, inspirada en los escritos de Karl Marx, y especialista en el pensamiento de Guy Debord, entre otras cosas. En Hormigón. Arma de construcción masiva del capitalismo explora la obsolescencia programada a través de la edificación de infraestructura urbana e inmuebles habitacionales. En particular, investiga la transformación que ha habido en las ciudades gracias al hormigón o, como se conoce en México, el concreto armado. El concepto puede parecer oscuro para los no especializados en arquitectura o ingeniería civil, sin embargo, no es tan difícil de entender. El concreto armado es un modelo de construcción que usa un armazón de acero rellenado, por así decirlo, con una mezcla conformada por arena, arcilla y cal. Este proceso, revolucionario en su momento, ha permitido una expansión sin precedentes de edificios, autopistas y viviendas hechas en serie. El costo cada vez más accesible, la rapidez de construcción y el uso de obreros no especializados, hizo de esta técnica el santo grial del urbanismo financiado por el capital de los grandes corporativos.

La parte medular del ensayo de Jappe es la crítica a una visión de la arquitectura y, por supuesto, a la utopía del progreso que representan los grandes edificios y desarrollos urbanos hechos de concreto armado. En primer lugar, advierte el autor, estamos ante un espejismo: las construcciones impresionantes que saturan las grandes ciudades del mundo –incluyendo infraestructura como presas y centrales nucleares– serán ruinas prematuras, desechos que quedarán arrumbados en el mapa sin la gloria de los monumentos que ha heredado la civilización como las pirámides, la Gran Muralla China o el Partenón. ¿Cuál es la razón? La obsolescencia de los materiales y la corrosión de los armazones. Creemos que lo que construimos durará milenios, sin embargo, la huella de la sociedad industrial mostrará su verdadera cara al paso de dos o tres generaciones. Reparar las construcciones será muy caro y las menos rentables serán demolidas. El cambio climático, por otro lado, con su amenaza de inundaciones a las ciudades costeras –en donde se concentran muchas de las grandes capitales del mundo– pondrá en jaque las estructuras de concreto armado justo como ocurrió el 24 de junio del año pasado, cuando un edificio colapsó en Miami dejando como saldo noventa y ocho muertos. Los análisis hechos por consultores –los cuales han tenido muy poca atención en los medios– evidencian grietas y desmoronamientos en las columnas, vigas y paredes del edificio. La corrosión, el desgaste o el envejecimiento normal de materiales hechos para no durar, revelarán sus efectos en los próximos años.

Hormigón... no sólo propone una arquitectura más humana o un diseño urbano más amigable con el habitante de la ciudad. Anselm Jappe señala algo más profundo: un modelo de extracción de recursos y materias primas que se aplica masivamente en todo el mundo y del cual es muy difícil escapar. Nos encontramos, simplemente, con una enfermedad más del capitalismo reciente: ciudades disfuncionales, aglomeraciones hechas en serie, viviendas al servicio de la especulación financiera y lejos de los centros urbanos tradicionales; utopías que no sobrevivirán al paso del tiempo y ni siquiera servirán como testimonio de una época grandilocuente, un progreso que no supo ver sus contradicciones.

 

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