Eduardo Chillida y la rebelión contra la gravedad
- Sandra Wagner - Sunday, 11 Sep 2022 05:51
Eduardo Chillida (San Sebastián, España, 1924-2002) jugó como portero profesional para el equipo la Real Sociedad, en la segunda división de España, y fue uno de los escultores más destacados durante toda la segunda mitad del siglo XX. Su combinación de forma escultórica y significado metafísico se integró al espacio arquitectónico y ambiental para producir distintos sitios urbanos, incluyendo parques públicos en las ciudades vascas de Vitoria-Gasteiz (Plaza de los Fueros, 1980)
y San Sebastián (Peine del viento, 1977).
Chillida consideró su incesante búsqueda de lo desconocido en el arte como una aventura de aprendizaje, y su estudio escultórico de las relaciones temporales y espaciales inspiró libros y ensayos de destacados filósofos, entre ellos Martin Heidegger y Gastón Bachelard. Numerosos premios confirmaron su papel relevante en el campo de la escultura internacional. Las fundaciones e instituciones culturales lo honraron con numerosos galardones, como el Premio de la Fundación Graham de 1957, el primer Premio Wilhem-Lehmbruck de 1966 y el Premio Rembrandt de la Fundación Goethe de 1975. En 1958, la Bienal de Venecia le concedió el Gran Premio Internacional de Escultura, y en 1990 la Galleria Internazionale d’ Arte Moderna, en la misma ciudad, realizó una exposición de sus obras en hierro, titulada. Homenaje a Eduardo Chillida. En 1998 recibió la Rosa de Oro de Palermo en reconocimiento a sus distinguidas contribuciones intelectuales y culturales, así como el Premio a la Trayectoria del Centro Internacional de Escultura. La siguiente entrevista, hasta ahora inédita en español, ocurrió el 1 de noviembre de 1997.
–Su carrera es larga y llena de acontecimientos. ¿Qué ha influido en su evolución como escultor?
–Comencé con trabajos en arcilla durante los primeros años en Francia. Asociaba la arcilla con la luz blanca de las esculturas griegas, pero pronto me di cuenta de que no era mi camino. Regrese infeliz y deprimido al País Vasco desde Francia. En el estudio recordaba todos los días las cosas que había hecho durante el último año, y entonces me detuve para preguntarme: “¿Para qué?” Fue un momento crucial para mí. En ese momento decidí no volver a mirar atrás. Empecé a trabajar con el acero, un elemento natural de la región vasca. La luz que asocio con el acero es oscura y esto resultó fundamental para descubrir mi camino. Ahora trabajo para saber, porque quiero aprender y resolver problemas en el arte. No miro hacia atrás. Para mí existen muchas preguntas, tal vez imposibles de esclarecer. Esta es mi motivación, mi motor. Las preguntas, las cosas que no sé, son la base de mi trabajo y de mi vida.
–¿Cómo ve y comprende el espacio público y el papel del arte en el espacio público?
–En mi caso está muy claro: las obras públicas están abiertas al horizonte y en una escala pública, la escala del hombre. El horizonte es muy importante para mí, siempre lo ha sido. Todos los hombres son iguales y en el horizonte todos somos hermanos, el horizonte es una patria común. Quería hacer un homenaje al horizonte y era una idea que tenía desde mucho tiempo atrás. Sin embargo, los elementos del horizonte no se pueden medir, así que Pili (mi mujer) y yo recorrimos la costa atlántica desde la Gran Bretaña hasta Compostela. Descubrimos que siempre nos encontrábamos con militares, porque la costa es un punto de acceso que todo el tiempo necesita ser vigilado. La costa es un lugar donde se ven grandes distancias y el horizonte es inmenso. Mi obra, Elogio del horizonte (1990), está en la costa de Gijón, y necesitaba ese gran horizonte en específico. Todos los monumentos tienen una historia especial. La ciudad de Barcelona me encargó Elogio del agua (1987) para el parque de la Creueta del Coll. Consulté arquitectos de Barcelona para hallar el lugar adecuado en el parque, pero no encontré nada. De repente vi la cantera llena de agua, y en la cantera era posible suspender la escultura sobre el agua. El reflejo en el agua sugiere el mito de Narciso.
–¿Considera que existe una relación clara entre la naturaleza y su obra?
–Sí, Elogio [del horizonte] está orientado al cielo, mira hacia arriba, y Peine del viento también ocupa un lugar fantástico, pero asociado al mar. El mar ha sido mi maestro y he aprendido mucho de él. Cuando era joven, iba allí en lugar de ir a la escuela. Miraba las olas y pensaba: “¿De dónde vienen?” No sabía que sería escultor, pero creo que ya pensaba en Peine del viento. El lugar es el origen de la obra.
–Las cuestiones que rodean su trabajo tienen que ver con el interior y el exterior, lo sólido y el vacío, el tiempo y el espacio, el peso y la ingravidez. ¿Cree que está resolviendo continuamente estos problemas?
–Las esculturas son muy grandes, y mi obra es una rebelión contra la gravedad. Existe una dialéctica entre el espacio vacío y el lleno, y es casi imposible que exista este diálogo si el espacio explícito y material no está consumado, porque tengo la sensación de que la correspondencia entre el espacio lleno y vacío se produce por la comunicación entre estas dos dimensiones. No se puede simular su volumen.
–¿Quiénes han escrito sobre su obra y cómo percibe estas perspectivas, opiniones y comentarios? ¿Qué escritores cree que comparten su opinión sobre su obra?
–Filósofos como Martin Heidegger y Gastón Bachelard, y el poeta Jorge Guillén, comparten las mismas ideas que yo sostengo en mi obra. Heidegger escribió un libro, El arte y el espacio, en el que habló de mi trabajo: la idea del espacio como un lugar vivo que está en relación con el hombre, y la idea de que la escultura revela el carácter exacto de un espacio. Heidegger me pidió mi opinión porque estaba asombrado de encontrar tantas relaciones entre sus ideas y las mías, traducidas a la escultura. Bachelard escribió el ensayo El cosmos del hierro para mi primera exposición en la Galería Maeght. Yo era joven y Aimé Maeght pensó que sería imposible conseguir que escribiera el ensayo, pero después de reunirme con Bachelard y discutir mis ideas, escribió un ensayo que culminó de este modo: “Viejo filósofo como soy, tengo derecho a respirar como un forjador. Después de haber clavado en un rincón de mi biblioteca algunas fotografías de la obra de Eduardo, me desperté de mejor ánimo.” La poesía de Jorge Guillén ha influenciado bastante mi idea del espacio, puntualmente el poema “Cántico”, en el que escribe “el aire es profundo”, una frase clave que une su obra con la mía. Mi idea es que los canteros sacan la piedra de la montaña pero sin darse cuenta de que la llenan de espacio.
–A menudo ha dedicado obras a distintas personas: Bachelard, Pablo Neruda, así como a los artistas Alexander Calder y Joan Miró. ¿Cómo fueron concebidas sus esculturas para homenajearlos?
–Descubrí conexiones, incluso sin pensar en las personas. Me interesan porque los admiro en la historia del pensamiento. Miró era una persona fantástica, su obra inspira una emoción inusual. Todo el mundo se fijó en él por el color, pero yo me interesé en los dibujos de Miró. Sus dibujos son muy importantes, porque todas sus líneas curvas siempre fueron convexas, nunca cóncavas. Este era un problemática relevante: yo dibujaba líneas cóncavas y las suyas eran convexas. Una línea cóncava encierra un espacio, pero debe ser accesible o está muerta. Él cambió mi forma de ver la línea y el espacio, así que quise hacerle un homenaje, Homenaje a Miró (1985).
–¿Qué papel juegan los premios y el reconocimiento en el arte y en usted?
–Al principio de mi trabajo, en la Bienal de Venecia de 1958, gané el Gran Premio Internacional de Escultura. Eso fue importante para el reconocimiento. Luego compartí el Premio Carnegie de Escultura con Willem de Kooning en la Internacional de Pittsburgh en 1964. En 1991 recibí el Praemium Imperiale de la Asociación de Arte de Japón, y hay otros.
–Su familia juega un papel integral en su vida. Me parece que su hija está haciendo una película.
–Hay muchos artistas en nuestra familia: pintores y grabadores. Susana está haciendo una película para su doctorado en la Universidad de Columbia. Es un documental sobre la relación teórica entre el arte y la ciencia. Hay entrevistas con profesores de arte y ciencia que discuten distintas cuestiones y resuelven algunas problemáticas. Yo aparezco en la película hablando de temas de arte y acerca de Homenaje a Hokusai (1997) en Tokio, una de mis últimas esculturas instaladas públicamente.
–Usted construyó un asentamiento medieval en Zabalaga para la sede de la Fundación Chillida. ¿Cuál es el papel de su fundación?
–Es un lugar para mis esculturas. Quería que estuvieran en un entorno natural. Permanecen en un ambiente lindo, tanto en el paisaje como en la casa, aunque la solución para la casa no está totalmente concluida. La gente del Guggenheim me visitó hace poco, cuando vinieron a visitar su nuevo museo en Bilbao.
–¿En qué trabaja actualmente?
–Muchas cosas: la película con mi hija, la Fundación Chillida; desde hace un año trabajo con piezas en arcilla, fuertes y potentes. Durante mis vacaciones en Menorca, trabajé en ellas totalmente solo en el bosque.
Traducción de Roberto Bernal.