Cees Nooteboom: El triunfo de la imagen y la palabra
- Alejandro García Abreu - Sunday, 02 Oct 2022 07:05



“Leyendo el libro del mundo”
Parte del proceso creativo de Cees Nooteboom –viajero infatigable– consiste en la incorporación a su obra de pasajes de otros autores que siente próximos, también de materiales literarios suscitados por otros escritores que expresan vasos comunicantes. Cuando recibió el Premio Formentor de las Letras 2020, Nooteboom llamó a su discurso de aceptación “Leyendo el libro del mundo”, título que le otorgué en 2012 a la primera de las múltiples entrevistas que hemos realizado y que le envié cuando fue publicada por una revista cultural hispanoamericana. En el discurso también reprodujo su respuesta a una de mis preguntas. La integró magistralmente ocho años después:
En cierta ocasión me encontraba yo frente a la enorme biblioteca de mi amigo alemán Rüdiger Safranski, autor de las biografías de Nietzsche y Heidegger, Hölderlin y E.T.A. Hoffmann, Goethe y Schiller. Estaba yo ahí cavilando un poco, con respeto y envidia, y se me ocurrió preguntar, probablemente en un tono de desesperación: “Rüdiger, pero ¿cuándo leíste todo esto?” Y él me contestó, como si llevara tiempo preparándose para esta pregunta. “Mientras tú leías el libro del mundo.”
Tras la lectura del discurso “Leyendo el libro del mundo” no pude sino sentirme esclarecido por el homenaje disimulado, por la amalgama de voces, por el efecto que nuestra conversación tuvo en el escritor neerlandés. Confirmó que la entrevista literaria es uno de los modelos más importantes del humanismo.
En este diálogo inédito, Nooteboom habló sobre la escritura como desafío a la muerte y esfuerzo por saber más de nosotros mismos.
–Usted afirmó, categórico: “La ciudad es un libro, el paseante su lector.”
–Por supuesto. Una ciudad se puede leer. También he aseverado que una urbe son todas las palabras que se han enunciado en ella, un perenne e inagotable musitar o atronar que a través del tiempo ha generado resonancias en ella. Todas las ciudades poseen diversos niveles de lectura. Corresponde al paseante-lector acceder a los distintos horizontes de las metrópolis.
–En Hotel nómada se lee: “el acto de viajar te instala en […] un estado de ingravidez en el que, aun cuando no abandones del todo la actualidad, se te dispensa de mucho”.
–Viajar funciona para conocerse a uno mismo. Se trata de la auténtica naturaleza del viajero. El viaje es un estimulante para los sentidos y para el intelecto. Siempre me ha motivado a aprender idiomas. Proporciona una especie de sabiduría si la aproximación al lugar es adecuada.
Autorretratos de palabras
–En El enigma de la luz escribió sobre un autorretrato de Rembrandt: “El retratista tiene que observarse a sí mismo todo el tiempo hasta que asoma su doble de pintura en el lienzo que tiene delante.” ¿Cómo se percibe a sí mismo cuando escribe, en términos autobiográficos?
–Todos los escritores escondemos un poco de nosotros en los libros que supuestamente tratan temas ajenos al yo. Me percibo a mí mismo en cada página que he escrito. Digo: soy yo. Me gusta el ejercicio que planteas: el autorretrato no difiere mucho de la escritura. Un doble hecho de palabras también puede asomarse y sorprender al propio autor. Añado cosas, cambio personajes, pero la verdad del ser está ahí, siempre. Las voces mutan, pero la esencia nunca cambia. El misterio de ambos esfuerzos –el autorretrato y la escritura– reside en desafiar a la muerte y en perseverar en el empeño por saber más de nosotros mismos. También se trata del triunfo de la imaginación.
–La novela En las montañas de Holanda contiene una imagen sobre el desarrollo de una plática: “Por encima de sus cabezas aparecieron dos cornejas, que sostenían una conversación solemne.”
–Considero que el arte de la conversación –que dominas perfectamente– puede interpretarse como la correspondencia eficaz entre dos aves en pleno vuelo, como la integración de dos caminos etéreos. El vuelo simultáneo de dos aves es una metáfora ideal de la reciprocidad intelectual.
–En Cartas a Poseidón contempla el mar y recuerda el relato “Poseidón”, de Franz Kafka. ¿Qué evoca del escritor praguense y del cuerpo de agua?
–Evoco una literatura atemporal y la inmensidad marítima, el abismo, las olas vistas desde la playa, el cielo estrellado, el aroma, el rumor, el trayecto oceánico y la mitología.
–Lo caracteriza su nomadismo. Viaja y escribe constantemente. En Hotel nómada se lee: “Un hotel es un mundo cerrado, un territorio limitado, un claustrum, un lugar en el que uno se adentra voluntariamente.” ¿De qué manera vincula literatura y traslado?
–He escrito mucho en habitaciones de hoteles. Mi condición de nómada me lo exige. Viajar, escribir y vivir son partes de un todo indisociable. Mi nomadismo es una de las constantes que definen mi obra y mi vida. Se trata de una parte primordial de mi identidad.
–En Venecia. El león, la ciudad y el agua aparecen gondoleros con “sus negras góndolas meciéndose suavemente en el agua color muerte”.
–En Los zorros vienen de noche escribí: “Las góndolas son atávicas”. Hacen perdurar las formas de vida correspondientes a sus antepasados. Incumbe a toda la capital de la región de Véneto. Es una de las ciudades que más amo. El león está presente en mis fragmentos venecianos.
–“Viajar es fugacidad y eso me gusta, toda despedida es una preparación natural, no hay que engancharse, eso no encaja con el destino”, escribió en El desvío a Santiago.
–La fugacidad de la existencia se acentúa durante el viaje. Las despedidas son preparaciones consustanciales a la muerte. Creo que explico adecuadamente la rapidez y transitoriedad en una línea de un poema incluido en Autorretrato de otro. Sueños de la isla y la ciudad de antaño, libro realizado en colaboración con el artista alemán Max Neumann. La línea de mi poema fue subrayada por Rüdiger Safranski e incluida en Tenía mil vidas y elegí una sola, breviario editado y prologado por el pensador alemán: “La transmigración de las almas no tiene lugar después sino durante la vida”.
De realidades e imágenes
–Lamento la muerte de su colega Péter Esterházy (Budapest, 1950-ídem, 2016), autor de libros como Armonía celestial y Versión corregida. Usted escribió sobre él en 533 días y él fue el autor del prólogo a Una canción del ser y la apariencia. Esterházy afirmó: “el gran talento de Nooteboom reside en el sentido de las proporciones”.
–Su generosidad no tenía límites, tampoco su curiosidad. Esterházy cultivó diversos campos del saber. Recuerdo que cuando fue invitado al Festival de Lucerna afirmó que la ficción es lo único que definitivamente existe. Aseveró que sólo lo inverosímil es real. Expresó que un mundo hecho de palabras decía más de nosotros mismos y de los otros que toda la información veraz recopilada por alguien que no se dedica a la literatura. Para el escritor la única precisión era la escrupulosidad de la novela. Le importaba la dignidad humana. Siempre abogó por ella.
–Ha trabajado incesantemente con la fotógrafa Simone Sassen, su esposa. Entre sus colaboraciones destaco Tumbas de poetas y pensadores, Venecia. El león, la ciudad y el agua, 533 días y El desvío a Santiago. En conversaciones previas hemos elogiado su quehacer fotográfico. Una vez concluimos que el escritor participa de la alquimia del verbo –evocada por Rimbaud– y que el fotógrafo conoce los atributos alquímicos de la imagen.
–Sostengo lo dicho durante nuestra conversación. Recuerdo que cuando Simone Sassen y yo visitamos el Cimetière Marin, en Sète, al sur de Francia, mientras yo admiraba el lugar preciso en el que está enterrado Paul Valéry y declamaba para mis adentros El cementerio marino, ella buscaba ángulos perfectos porque la brillante e intensa luz reflejada en la blancura de la tumba del poeta enceguecía y no permitía la lectura de la inscripción. En ese reino de los muertos capturó fotografías perfectas en las que las palabras eran legibles. Su trabajo siempre me sorprende. Los fotógrafos conocen las cualidades alquímicas de la imagen y utilizan la magia de la luz.
–Sentados a una mesa en el café parisino Le Tournon, Simone Sassen y usted vieron una placa en la que se lee: “Aquí venía siempre el escritor austríaco Joseph Roth.” Debajo están inscritas, en francés, las palabras que escribió sentado ante la mesa tres años antes de sufrir un colapso y morir al cabo de cuatro días, narró en Tumbas de poetas y pensadores. Conozco el origen de esas palabras fatídicas. Pertenecen a una carta que Roth envió a Stefan Zweig incluida en Ser amigo mío es funesto. Correspondencia (1927-1938).
–Su obra es aflictiva. Permíteme declamarlo. Esas palabras de Joseph Roth –cuyo origen conoces y que condensan su visión desoladora del mundo– me impresionan perpetuamente: “una hora es un lago; un día, un mar; la noche, una eternidad; el despertar, un espanto infernal; el levantarse, un combate por la claridad”. Me estremecen de manera abismal.
Traducción de Álvaro García.