El anarquismo arquitectónico de Gordon Matta-Clark
- José Rivera Guadarrama - Sunday, 09 Oct 2022 07:11
El anarquismo arquitectónico consistió en una serie de intervenciones estéticas realizadas por Gordon Matta-Clark durante la segunda mitad del siglo XX. Además de breves, no tuvieron la intención de ser actos ilegales, aunque algunas sí fueron de explícita irreverencia. Consistieron, más bien, en cortes y extracciones realizados en edificios públicos o en casas particulares, resignificando estas construcciones mediante formas geométricas y revirtiendo de alguna manera el significado de interioridad, de habitabilidad, de cohabitar, a través de esas perforaciones.
Las bases estéticas de las intervenciones de la anarquitectura (anarchitecture, como fue acuñado en inglés) no representaban del todo una hostilidad o antagonismo hacia las construcciones inmobiliarias de esos años. Eran estrategias del vacío que ya se anticipaban y contrastarían con los irreversibles cambios urbanos que estaban desarrollándose en diversas partes del mundo, que más adelante devendrían en grandes metrópolis.
Desde sus primeras actividades, este estilo contó con definiciones identificables, fue una especie de diagrama de una nueva enunciación espacial. No obstante, este proyecto no logró establecerse como una corriente artística de larga data, debido tal vez a la muerte prematura del autor, aunque sí reunió a buena cantidad de realizadores interesados en su aplicación y en sus respectivos análisis mediante un enfoque alternativo, extraño a los cánones de la oficialidad academicista.
Anarquitectura: la mutabilidad del espacio
Hijo del pintor surrealista chileno Roberto Matta y de la también artista plástica estadunidense Anne Clark, Gordon Matta-Clark nació en Nueva York en 1943, fue un creador que exploró diferentes modos de intervención en construcciones con los building cuts, cortes de edificios, a finales de los años sesenta y durante la década de los setenta en Estados Unidos y Europa.
Con estas obras in situ, Matta-Clark estaba definiendo una nueva anatomía del paisaje urbano, junto a la ciudad, entendida como un entorno voluble que acoge vida, que está sujeta a transformaciones constantes en su proceso de evolución, de cambio influido por la misma inercia de transformación constante de las sociedades urbanas. Explorando sus vacíos, intervino sus estructuras, cortándolos, seccionándolos o desplazándolos para materializar sus ideas sobre el espacio que intuía más allá de lo social.
En cuanto a la definición del término anarquitectura, él afirmaba que era “un proceso abierto y continuado de mutabilidad del espacio, considerando la luz como nueva medida constante, el muro como límite, el espacio como condición del ser, el cual nos deja una patente noción de totalidad cohesionada, que se fundamenta en la liberación de opresiones y en la ruptura de límites, y que, al formalizarse, transforma todas las realidades, acoge la energía de la poesía, conjura y asiste lo aleatorio, y posibilita el encuentro efectivo del pensamiento y la materia”.
Con esas declaraciones, al mismo tiempo otorga un sentido más completo a las posturas relacionadas con la anarquía, que la mayoría de las veces ha sido malinterpretada. Lejos de representar violencia o caos, es una puesta en práctica centrada en las formas de organización social no jerárquicas, en la reciprocidad y el apoyo mutuo, implementadas en las políticas cotidianas de la acción directa, el asociacionismo voluntario y la autogestión. Es la lucha contra todas las formas de opresión y de explotación. Es un proceso que también incluye un carácter geográfico.
Entre los integrantes del colectivo Anarchitecture se pueden destacar a George Trakas, Richard Nonas, Suzanne Harris, Richard Landry, Tina Girouard, Jeffrey Lew, Bernard Kirschenbaum, Laurie Anderson, Susan Weil y Jean Dupuy, quienes se reunían sobre todo en Nueva York. Estos creadores proponían una exploración radical de los espacios olvidados o descuidados del entorno urbano, exploraban la dimensión, la ubicación y la metáfora arquitectónica. Para ello intervenían espacios residuales, lugares no desarrollados y que de alguna forma interrumpían los flujos de la vida cotidiana.
El más destacado de aquel colectivo fue Gordon Matta-Clark, quien aseguraba que la auténtica naturaleza de su trabajo con edificios estaba en “desacuerdo con la actitud funcionalista, en la medida en que esa responsabilidad profesional cínica ha omitido cuestionar o reexaminar la calidad de vida que se ofrece”.
En estricto sentido, Matta-Clark no fue un anarquista militante, un teórico de rispidez ideológica. Su actitud subversiva era contra la arquitectura académica de esos años y de las construcciones que de ella derivaron. Desde su disciplina logró comprender lo existente, anticipándose a los desarrollos inmobiliarios que comenzaban a construirse, de ahí que sus principales hipótesis de intervenciones hayan seguido el trabajo para la reinterpretación y la transformación de la realidad comunitaria.
Como actividad expresiva, la anarquitectura se construyó en diálogo permanente con otras disciplinas que hasta antes parecían irreconciliables, como la arquitectura con las ciencias sociales y las humanidades, todo dentro de campos de saberes y de instituciones que distaban de ser neutras y desde las que también se libraban luchas políticas.
Sus principales intervenciones, las que dan más sentido a sus obras, son los cortes de edificios realizados entre 1973 y 1978. Entre los más importantes está el titulado Splitting (1974), que consistió en cortar una casa por la mitad que en poco tiempo iba a ser demolida como parte de un proyecto de renovación urbanística. El corte es similar a una disección anatómica, que al mismo tiempo expresa una idea del arte no sólo como práctica o de uso, sino de apertura, un despliegue constructivo que desborda el significado de lo que implica habitar o deshabitar, que otorga al mismo tiempo un amplio alcance sobre la naturaleza del espacio social y de la propiedad.
En ese sentido, como bien lo indica Blanca Lleó en su texto Sueño de habitar (1998), “el corte como la imagen simbólica de la casa herida, la crisis del hogar moderno. La dialéctica construida concluye con el corte como una abertura crítica ajena a todo convencionalismo, síntoma premonitorio del fin del sueño americano de la década de los setenta. El corte violento mattaclarkiano justifica su propia existencia transformado en una potente herramienta crítica del cobertizo perforado”.
Hacer espacio sin construirlo
En lugar de construir, Matta-Clark extrajo un nuevo significado de estructuras arquitectónicas ya existentes, tratándolas más como un vínculo que como una materia prima, dice Lleó, focalizando en exceso en el corte como herramienta de análisis para establecer que sus intervenciones son “acciones directas que permiten la abertura y el despliegue, invocando de este modo la dialéctica negativa del deshacer”.
Eso es lo que el mismo Matta-Clark definía respecto a la anarquitectura, en cuanto a que ésta “trata sobre hacer espacio sin construirlo”. Esas resquebrajaduras representaban una forma de abordar los dilemas del espacio arquitectónico mediante el principio de la no acción como ideal estratégico del proyecto, conceptualizándose mediante criterios de pura eliminación de los elementos constructivos.
De esta forma, indica Blanca Lleó en el texto citado, partiendo del edificio como entidad y mediante la práctica de una extracción estudiada, “el estado final no es más que el resultado del proceso de eliminación, en el que el valor reside en lo extraído, mientras que, lo que queda en pie, no es más que el residuo objeto de la futura demolición pero que sin él, la ausencia no tendría sentido alguno”.
En las propuestas mattaclarkianas se puede percibir la vacuidad como potente contenedor de posibilidades en estado latente mediante las diversas estrategias de eliminación, entrelazadas en secuencias de bloques y vacíos, que devendrían en nuevos conceptos espaciales que antes no eran posibles de prever.
Esta es la razón, asegura Pamela Lee en su obra Objeto para ser destruido (2000), por la cual Matta-Clark es recordado; “por su ilimitado sentido de comunidad, por su legendaria sociabilidad y su personalidad artística dinámica”. Trabajando en Estados Unidos y en Europa, aportó una dimensión social aguda a su creación artística, representada a través de los términos del espacio arquitectónico.
Lo que pretende la autora es discutir el arte de Matta-Clark en relación con las prácticas artísticas de los años sesenta y setenta, sobre todo las que tienen que ver con el arte de proceso, minimalismo y conceptual, buscando considerar el rango de su producción artística a través de debates contemporáneos sobre propiedad, arquitectura, urbanismo y el institucional en los años setenta.
Otra de sus intervenciones más significativas es Conical Intersect (1975), realizada en París, consistente en elaborar, a través de tabiques y vigas, un gran orificio cónico entre la pared del tercer y cuarto piso de una casa, ya que esas edificaciones iban a ser demolidas para construir el Centro Pompidou.
Aparte de esas obras, también son de importancia las intervenciones tituladas A W-Hole House, Day’s End, Bingo, Office Baroque, entre otras que llamaron la atención de un amplio círculo de críticos y artistas. Todas sus producciones en edificios fueron fotografiadas y grabadas en video, mediante las cuales Matta-Clark dejaba un registro coherente con el discurso que trataba de construir o, en su caso, desconstruir.
Gordon Matta-Clark falleció a los treinta y cinco años de edad, debido a cáncer de páncreas. Tras su muerte, la primera muestra retrospectiva de su obra se realizó en 1985 en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago, y en 1992 se realizó otra de mayor impacto. No obstante, por desgracia todas las enérgicas intervenciones arquitectónicas de Matta-Clark están destruidas