Días de radio crónica sonora de una época irrepetible
- Jaimeduardo García - Sunday, 23 Oct 2022 07:42



El video mató a la estrella de la radio,
el video mató a la estrella de la radio,
las imágenes llegaron y rompieron tu corazón.
“Video Killed The Radio Star”, The Buggles
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Escuchar la radio fue uno de los refugios y entretenimientos favoritos de muchos adolescentes y jóvenes en los años setenta. Aunque la televisión ya imperaba en los hogares, formé parte de la primera generación de niños mexicanos con TV en casa, aunque en blanco y negro. Las ondas hertzianas seguían siendo una alternativa para los oídos y la imaginación, una transmisión cultural y una costumbre que abuelos, padres y tías nos heredaron.
A principios de aquella década, las radionovelas todavía cautivaban a los radioescuchas. Dos ejemplos: Kalimán −de la radio se trasladó al cómic, la voz que le daba vida al héroe mexicano fue la de Luis Manuel Pelayo; a “Solín”, lo interpretó Luis de Alba y a “La Bruja Blanca del Kilimanyaro”, la actriz Evelyn Solares−, y Aquí está Felipe Reyes, un drama campirano. Internet, los teléfonos inteligentes, YouTube o Spotify ni siquiera sueños eran. El artilugio que nos transportó al cosmos musical de nuestras bandas favoritas de rock en inglés fueron las consolas con radio integrado −Amplitud Modulada (AM) y Frecuencia Modulada (FM)−; algunas medían casi metro y medio de longitud. Además de sintonizar el dial se podían escuchar los discos de vinil de 79 revoluciones por minuto, los famosos LP (Long Play o Larga Duración, seis canciones por cada cara, doce en total, en promedio), los Extended Play (con dos cortes en cada lado) y los de 45 rpm (integrados por una pieza por costado), reproducidos mediante un brazo con una aguja de diamante y con un pequeño compartimento para guardarlos.
En esa década, los llamados tocadiscos o estéreos −equipos cuadrafónicos compactos que servían para lo mismo, ocupaban menos espacio y se colocaban encima de cualquier mueble, también con AM y FM− desplazaron a las llamadas consolas, que terminaron muchas veces como repisas o base de esos aparatos.
El minimalismo electrónico era incipiente, aunque en esos años fueron muy populares los radios de transistores portátiles, “de pilas”, que por su tamaño se podían llevar en la palma de la mano, algunos tenían correa y su antena para sintonizar las estaciones radiofónicas.
Los tocadiscos en forma de portafolios de plástico −había de varios colores y sólo tenían el brazo con la aguja, la tornamesa y una de las tapas era la bocina− fueron muy socorridos por sus mínimas dimensiones, se instalaban en las recámaras o se llevaban a las reuniones; eran como una consola portátil pero compacta. Una maravilla.
En 1971 estaba de moda en la radio mexicana “El Monje” (“Monkberry Moon Delight”), de Paul McCartney. Una compañera de mi grupo de quinto año de primaria llevó su tocadiscos en forma de portafolios color rosa y puso en el salón de clases el disco de cuarenta y cinco revoluciones por minuto; en medio del vinil se apreciaba la famosa manzana, logotipo de la compañía discográfica fundada por Los Beatles: Apple.
El reinado de la AM
Por esos años, la mayoría de la gente sintonizaba AM, banda donde se alojaban las estaciones comerciales enfocadas a transmitir música, programas y espacios noticiosos. Era raro quien sintonizaba FM, aunque Radio Hits y Radio Universal empezaron a captar oyentes, sobre todo jóvenes, con su programación de rock en inglés. En Stereo 100, Mario Vargas (falleció en 2017, durante más de treinta años fue la voz de esa emisora) refrescaba el dial, fue un locutor dinámico que con su portentosa voz soltaba frases ingeniosas y ocurrentes como: “La siguiente pieza es para sensibilidades altamente Mickey Mouse”; cautivaba la atención de los radioescuchas, a quienes lo escuchábamos nos hacía gracia sin saber a qué se refería.
El universo musical de muchos jóvenes eran Los Beatles, el rock en inglés y, ocasionalmente, el llamado rock chicano, producido por bandas mexicanas, pero el entorno cotidiano (familiares, dependientes de tiendas, recauderías, farmacias, peluquerías, talleres mecánicos, carnicerías, papelerías y transporte público) tenía otras rutas sonoras y sintonizaban Radio Mil, Radio Variedades, Radio Centro, Radio AI (transmitía música tropical, como se le conocía), Radio LZ o Radio Sinfonola (ambas transmitían música “ranchera” o campirana), la gente la identificaba como “La estación del barrilito”. En la actualidad la emisora se llama La Más Perrona y programa el género grupero.
La programación de aquellas estaciones incluía al cantante español Julio Iglesias; a la agrupación chilena Los Ángeles Negros −escuché hasta el cansancio “Debut y despedida”, “Murió la flor”, “Déjenme si estoy llorando”−; a Los Terrícolas; a la Sonora Santanera; a José José; a Lupita D’Alessio; a Estelita Núñez; a Manuela Torres; a Vikki Carr; a Juan Gabriel; a Raphael; a Alberto Cortez; a Camilo Sexto, o al Acapulco Tropical.
Además, a Rigo Tovar y su Costa Azul (“Mi Matamoros querido”, “La sirenita”). Fue tan popular este cantante que en 1980 Felipe Cazals filmó Rigo es amor, y el 27 de agosto de este año la Secretaría de Cultura le rindió un homenaje en el Complejo Cultural Los Pinos, como parte de los cincuenta años del inicio del movimiento grupero en México. Imposible negarlos.
Radio Éxitos
Un programa muy escuchado fue La hora de los Beatles; se transmitía en Radio Éxitos, la primera estación en México en difundir al Cuarteto de Liverpool. En 1964 comenzó a emitir Siete minutos y noventa segundos, y desde esa fecha esta empresa radiofónica no ha dejado de incluirlos en su barra. El dial se ubicaba en el 790 de AM. Ofrecía tres segmentos diarios, de ocho a nueve y media de la mañana, de una a dos de la tarde y de seis a siete de la noche.
En la actualidad, Radio Universal transmite El club de los Beatles de seis a siete de la mañana y de nueve a diez de la noche en vivo por FM, y por internet y podcast, Beatles Radio Universal las veinticuatro horas del día. La digitalización los alcanzó.
A mediados de los setenta, en la desaparecida Radio Éxitos se transmitía Somebody to love, el sencillo de una nueva banda inglesa llamada Queen. La música producía un efecto hipnótico en los muchachos de la época. Más de cuarenta años después, en un período que Gilles Lipovetsky definió como la “Era del vacío”, Queen sigue vigente (Bohemian Rhapsody, 2018, película biográfica sobre Freddie Mercury, dirigida por Dexter Fletcher, lo confirma). Sus composiciones se gestaron desde las entrañas y la honestidad de una generación hambrienta de amor, compañía y tolerancia (al igual que la de los jóvenes en la actualidad), encarnadas en uno de sus juglares: Farrokh Bomi Bulsara, mejor conocido como Freddie Mercury, vocalista y líder de Queen. Esa es su trascendencia. Se convirtió en un fenómeno musical y social.
La Pantera
Otra de las estaciones que por aquellos años transmitían rock fue La Pantera de la Juventud (590 de AM), su programación se centraba en pop y rock en inglés, su identificación sonora era el rugido de una pantera. Tengo vagos recuerdos de que a principios de los setenta también incluía en su oferta musical un segmento dedicado a “la onda chicana”, que se armaba con el material de bandas mexicanas que cantaban en inglés y español, Three Souls in My Mind, por ejemplo. A The Doors y Elvis Presley los transmitían frecuentemente.
Un programa de mucho impacto fue Proyección 590, que se nutrió de las composiciones de la llamada “ola inglesa”, como Los Beatles, The Rolling Stones, The Who y The Kinks, además de la música de Carlos Santana, Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Creedence o Los Monkeys (la respuesta estadunidense a la beatlemanía, sólo que éste fue un grupo inventado por la mercadotecnia, aunque “I’m a Believer” es un portento de canción), Abba, Olivia Newton John y Los Bee Gees.
Después del Festival Rock y Ruedas de Avándaro, al cual se denominó como el “Woodstock mexicano”, realizado el 11 y 12 de septiembre de 1971 (se calculó la asistencia de más de 300 mil jóvenes), el rock mexicano quedó proscrito de la radio nacional. La censura en ese sexenio (1970-1976) reflejó la paranoia gubernamental de que la juventud se organizara de manera autónoma sin el control del autoritario Estado mexicano.
Radio Capital
Radio Capital fue otra de las estaciones donde se podía escuchar rock en inglés; su estribillo era: “Una buena costumbre de la gente joven”. Uno de sus locutores estrella fue César Alejandre, fallecido en febrero de 2016, y que hasta su partida conducía en Reactor (105.7 FM) el programa La era del dinosaurio (en la actualidad lo realiza de manera impecable David Prado), en el cual transmiten oldies y classic rock. César Alejandre fue un conocedor y apasionado del rock, una voz inconfundible y legendaria.
Radio Capital, integrada por rock en inglés de los años sesenta y setenta, transmitía dos programas muy populares en ese entonces: La hora de los Creedence, obviamente integrada por la música del grupo de Cerrito, California, Creedence Clearwater Revival, liderado por Tom y John Fogerty, y Rooock a la rooooolling, dedicado a sus “Satánicas majestades”, The Rolling Stones. La cortinilla de entrada del programa reproducía el riff de “I Can’t Get No. Satisfaction”, pieza que soñó Keith Richards, requinto de la banda; esa es su génesis. Estas emisiones captaron la atención y el gusto de las y los jóvenes obreros, oficinistas, estudiantes y los macizos de la época.
Un programa que hoy se consideraría interactivo fue Cara a cara. Los radioescuchas llamaban a la estación para elegir la canción de su preferencia (“¿por cuál vota?”, contestaban del otro lado de la línea), de una terna en la cual regularmente incluían una pieza de Los Beatles, que siempre ganaban, y un solista o grupo. El estribillo decía: “Más que una confrontación es la forma de medir el gusto de la gente joven”, la voz era la de César Alejandre. En ese tiempo muchas familias no tenían teléfono en casa. Por ello, algunas y algunos adolescentes y jóvenes corrían a la tienda o a la farmacia que contaban con teléfono público o a la caseta telefónica más cercana para participar.
Unificación de gustos musicales
Radio Éxitos, La Pantera y Radio Capital fueron las fuentes que surtieron el gusto musical de muchos adolescentes y jóvenes en los años setenta. Las escuchábamos sin importar su esquema sometido al espacio de los anunciantes: una canción, corte comercial, una canción, corte comercial, hasta acumular una hora. Luego de sesenta minutos se repetía el formato. Era como el “eterno retorno” que Friedrich Nietzsche abordó en Así habló Zaratustra.
Disculpe el lector la saturación de datos pero el listado sigue: Paul McCartney (“Listen to What The Man Said”); Peter Frampton (“Show Me The Way”); 10 CC (“I´m Not in Love”); Steely Dan (“Reelin’ in The Years”); Jim Croce (“Operator”); Billy Joel (“Piano Man”), Boston (“More Than a Feeling”), Fleetwood Mac (“Dreams”); Al Stewart (“The Year of The Cat”), Kansas (“Dust in The Wind”), Blondie (“Heart of Glass”); Abba (“Dancing Queen”); Supertramp (“Goodbye Stranger”), Carlos Santana (“Europa”), o Klaatu (“Sub-rosa Subway”; corría el rumor que eran Los Beatles que se habían agrupado de nuevo. Falso).
El caso de la agrupación The Buggles (“Video Killed the Radio Star”) es emblemático: en agosto de 1981 fue el primer video transmitido en MTV, o Eric Carmen (“All by Myself”) en español “Completamente solo”, uno de sus grandes éxitos. La pieza está basada en el segundo movimiento del Concierto para piano no. 2, de Sergéi Rachmaninov, una delicia de canción, y Elvis Presley con “Suspicious Minds” (“Mentes suspicaces”); aunque la grabó en 1969 y fue número uno en las listas de Billboard, a principios de los años setenta La Pantera la seguía programando, entre otras.
La música disco
La música disco se popularizó cuando en 1977 se estrenó Saturday Night Fever (Fiebre del sábado por la noche, dirigida por John Badham), protagonizada por John Travolta y Karen Lynn Gorney. La banda sonora estuvo a cargo de los Bee Gees, Yvonn Elliman, Tavares, Walter Murphy y su versión de la Quinta Sinfonía de Beethoven, Kool and The Gang, y K.C. and The Sunshine Band, entre otros. Del soundtrack mutaron a la radio comercial.
Las estaciones que programaban rock, como Radio Éxitos y La Pantera, incluyeron en sus emisiones este género bailable muy comercial que se volvió moda, fue muy redituable económicamente y creó varias piezas de mucha calidad musical. La industria discográfica gestó iconos de la música disco como Donna Summer y su maravillosa “I Feel Love”. En los años setenta arrasó en popularidad y de la radio pasó a las “discos”, espacios para bailar todo aquello que los jóvenes escuchaban en su estación favorita.
Radio Educación: una opción sónica
Una opción musical fue Radio Educación, la cual se sintonizaba únicamente en AM. Durante tres años, de 1978 a 1981, transmitió el programa El lado oscuro de la luna, el cual tomó su nombre del disco homónimo de la banda inglesa Pink Floyd. Un espacio que dio cabida a la música alternativa, como el rock progresivo; lo conducía el legendario Emilio Ebergenyi (1950-2005) y su portentosa voz, el guion lo elaboraba el gran escritor Juan Villoro (1956, autor de Albercas y La tierra de la gran promesa).
Radio Educación hospedó la propuesta de grupos de los años sesenta y setenta nunca programados en la radio comercial, y de las bandas Yes, Tangerine Dream, Camel, obviamente Pink Floyd, los italianos PFM o King Crimson. Un refugio sónico que abría nuevos horizontes a melómanos ya formados o en formación.
Una emisión donde los radioescuchas conocimos otros géneros musicales, también transmitido por Radio Educación, fue el primer programa enfocado a la música nacida de los cantos de los esclavos del Delta del Mississippi −gente arrancada de su tierra original, África−, conducido por Raúl de la Rosa (en 2022 recibió el Premio Keeping The Blues Alive, que otorga The Blues Foundation por ser un persistente difusor y promotor en México; es autor del libro Por los senderos del blues), el cual empezó en 1978 y duró una década al aire. Actualmente lo mantiene en Horizonte: Por los senderos del blues.
Último track
La radio de los años setenta acompañó a muchos estudiantes en sus desvelos cuando elaboraban trabajos escolares, a las parejas que pasaban por primera vez una noche juntos y sintonizaban la radio para cobijar su sueño, a las madres, a los padres, a trabajadoras y trabajadores, quienes hicieron de la radio su instrumento terapéutico, su mantra sónico, para soportar de manera más agradable su jornada laboral y sentir que el mundo es más llevadero con la música entrando por los oídos e instalándose en la memoria y el corazón.
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