El retrato de Madame Gautreau: historia de un tirante

- Anitzel Díaz - Sunday, 23 Oct 2022 08:00 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
John Singer Sargent (1856-1925), pintor estadunidense, hizo el retrato de su mujer, Virginie Amélie Avegno Gautreau (1859-1915) y, por un tirante caído, se generó un escándalo en el público y la crítica del Salón de París de 1884, donde se expuso. Aquí la historia de ese cuadro.

 

Un tirante caído fue el culpable de que John Singer Sargent dejara París y de que Madame Gautreau cayera en desgracia en la sociedad parisina.

Virginie Amélie Avegno Gautreau, oriunda de Nueva Orléans, logró lo que tanto anhelaba cuando se casó con un rico banquero francés, hecho que le aseguró su entrada en la alta sociedad. Ambos en sus veintes, ambos estadunidenses en París, ambos ambiciosos, se les hizo fácil al pintor y su musa trabajar juntos. El resultado fue Retrato de Madame X, que conmocionó a la sociedad del momento, por el blanquísimo hombro de Virginie del cual había resbalado un tirante.

Ma fille est perdue”, dijo la madre de Gautreau al leer las críticas que el cuadro recibió después de haber sido expuesto en el Salón de París de 1884. Un crítico de Le Figaro escribió: “Una lucha más y la dama será libre.”

Con un perfil portentoso, a lo cual le sacaba provecho, ella voltea a hacia un lado, su mirada se pierde en un pensamiento, el cuello es largo y blanquísimo, el escote más. El vestido es negro, ceñido. Una apostura magnífica. Ella es guapa y él lo plasma en su obra. Ninguno de los dos lo sabía, pero ese retrato le regalaría a Madame Gautreau la inmortalidad.

El retrato, que está en el Museo Metropolitano de Nueva York, muestra el tirante escandaloso bien puesto. Singer Sargent trató de arreglar la desvergüenza pero el daño ya estaba hecho. El pintor se fue de París y se estableció en Londres, donde siguió pintando retratos hasta que se cansó de estar entreteniendo y adulando a sus clientes y empezó a transitar por el paisaje y las acuarelas, sus obras más auténticas.

Hoy, John Singer Sargent es reconocido como el mejor pintor estadunidense de su época. “Vivir con las acuarelas de Sargent es vivir con la luz del sol capturada, con el lustre de un mundo brillante y legible, el flujo de las sombras y el ardoroso ambiente del mediodía”, escribió en 1927 Evan Charteris, crítico de arte.

En Londres el pintor busca algo nuevo; pasaba los veranos en Worcestershire y fue ahí donde pintó Carnation, Lily, Lily, Rose, en mi opinión su obra más entrañable. No es un encargo, no cumple una función social como los retratos, lo hizo por puro gusto. El reto de la iluminación, de las dos luces cuando cae la noche y la que proporcionan las linternas, lo solucionó con la ayuda de sus amigos. Todas las tardes bajaban a la misma hora a arreglar la escena. Fue como una desintoxicación de sus anteriores obras. El cuadro es bello, es tierno y un parteaguas en su pintura.

Madame Gautreau comisionó dos retratos más. Sí de perfil, y sí con un escote pronunciado. En el retrato de Gustave Courtois también hay un tirante mal puesto y un hombro desnudo. El vestido es blanco, ella es blanquísima, sólo el pelo y el fondo son oscuros. El de Antonio de la Gándara, que fue el favorito de la Gautreau, muestra parte de la espalda, lleva en la mano derecha un abanico de plumas. Ninguno de los dos escandalizó a nadie.

Se decía que Amelie solía blanquear su piel con polvos de arroz y teñía su cabello con henna. Un biógrafo incluso sugirió que al final de su vida hizo que quitaran todos los espejos de su casa y solo salía de noche.

Curioso que casi en el siglo XX, en Francia no estuviera mal visto el adulterio pero sí el hombro desnudo de una mujer.

 

 

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