Arte y locura: los exorcismos de Aloïse Corbaz

- Anitzel Díaz - Sunday, 06 Nov 2022 11:09 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Aloïse Corbaz (1886-1964) pintora excepcional, fue diagnosticada con esquizofrenia a los treinta y dos años de edad. Su obra, realizada en un hospital psiquiátrico, fue catalogada por el pintor y escultor francés Jan Dubuffet como Art Brut, concepto que se refiere a la obra de “autores autodidactas, en algunos casos enfermos mentales, prisioneros o niños”.

 

Poeta, costurera, institutriz, pintora, quizá esquizofrénica, la artista suiza Aloïse Corbaz soñaba con ser cantante de ópera –interpretaba arias de Verdi mientras pintaba– y se enamoró perdidamente del Káiser Guillermo II.

Una “ardiente” carta escrita al emperador, que nunca llegó a su destino, fue lo que ocasionó que la familia de Aloïse la recluyera en una clínica psiquiátrica cuando tenía treinta y dos años. Pasó más de cuarenta y seis en el hospital, donde produjo alrededor de 3 mil obras. Nació en Suiza en 1886. Huérfana de madre, fue criada por su hermana. Muy joven mantuvo un romance con un joven sacerdote, por lo que fue enviada a Alemania con el encargo de cuidar a los hijos del rey. Ahí se enamoró perdidamente del káiser.

Aloïse encuentra en el dibujo una manera de exorcizar su tormento. Su mundo interno está plagado de color. Carruajes, coronas, flores, noches en la ópera, ella como protagonista, a veces un príncipe, son la fuente de su imaginario. Utiliza grafito y tinta, el jugo de pétalos de flores y hojas que aplasta, incluso pasta de dientes para dibujar. Su soporte: papel para envolver, sobres, pedazos de cartón, la parte de atrás de calendarios. Tiene una necesidad constante de dibujar, sustituye la realidad que la rodea por la que ella se crea. Sus rostros tienen los ojos vacíos. Su paleta es intensa, juega a pintar o pinta jugando. Ocasionalmente crea collages con recortes de revistas, envolturas de chocolate y estampas de colores.

Para ella la creación artística es “milagrosa; la única fuente de éxtasis perpetuo”. Quiere más que nada encarnarse en su obra. Es su manera de dejar huella, de existir, de tener algún control sobre su propia vida. “Nunca estaba más feliz que cuando una flor o un animal que acababa de crear la representaba”, dijo en una entrevista su psiquiatra, Jacqueline Porret-Forel.

Fue ella, Jacqueline, quien se interesó por su obra, y logró que en 1946 tuviera su primera exposición en la Galería Dorín, donde Jan Dubuffet, pintor y escultor francés, la descubrió. A Dubuffet se le atribuye el término “Art Brut” (arte marginal) para designar obras espontáneas de autores autodidactas, en algunos casos enfermos mentales, prisioneros o niños. La entera concepción del Art Brut o arte marginal descansa sobre la premisa de un individuo creador que opera en gran medida despreocupado (e idealmente desinformado) de las expectativas de los demás. Esas formas pueriles, a menudo brutales o elementales, fascinaban al artista francés. Formas que posteriormente lo inspirarían a crear su propia obra.

En la actualidad se ha establecido una correlación entre personas con esquizofrenia e individuos altamente creativos; los antipsicóticos y antidepresivos le hubieran permitido a Corbaz una vida fuera del hospital, pero ¿su capacidad creativa habría sido la misma?

Aloïse fue finalmente reconocida como artista. Cuando tuvo que firmar sus cuadros, la motivación la abandonó y murió pocos meses después. Su historia es una de muerte y renacimiento; de encontrar luz y color en la más absoluta oscuridad.

 

 

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