Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 20 Nov 2022 08:20 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
De horrores y justicias

 

En 1985 se estrenó La historia oficial, del cineasta argentino Luis Puenzo. Apenas dos años después de concluida la última y sangrienta dictadura en Argentina, la cinta coescrita por Puenzo y Norma Aleandro contaba algunos de los horrores perpetrados por las Juntas Militares que, a punta de censura, represión, desapariciones, asesinatos y otros delitos de lesa humanidad, “gobernaron” aquel país sudamericano de 1976 a 1983.

Tres lustros después, en 1999, Garage Olimpo contaba con duro realismo el horror de la tortura sistemática a la cual aquellas juntas, y en particular la que ejerció el poder en la última parte de la dictadura, sometía a cualquier disidente o a quien pareciera serlo. Dirigida por Marco Bechis y coescrita por él y Lara Fremder, la película contaba con una fuente argumental inmejorable: el propio Bechis había sido víctima de tortura.

Antes y después, otras producciones cinematográficas han revisado aquella etapa oscura de la vida política y social argentina en particular y sudamericana en general pero, tocante a la patria de Ernesto Sábato, tuvieron que transcurrir poco más de dos décadas para que surgiera un filme como Argentina, 1985, provisto de una trama tan verosímil como los hechos realmente sucedidos, que arroja una potente luz sobre una etapa histórica vergonzante y profundamente dolorosa como la dictadura militar argentina, una más de las muchas que pisotearon la dignidad ciudadana en Sudamérica en los años sesenta y setenta del siglo pasado, al amparo de la Operación Cóndor, de origen estadunidense.

 

No es cosa menor

Dirigida por Santiago Mitre a partir de un guión suyo y de Mariano Llinás, Argentina, 1985 se concentra en el proceso judicial que, en aquel año, se llevó a cabo para enjuiciar a quienes habían encabezado las referidas Juntas Militares: Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Orlando Ramón Agosti, Roberto Eduardo Viola y Armando Lambruschini. El punto de vista narrativo elegido recae en Julio Strassera y Luis Moreno Ocampo, respectivamente fiscales titular y adjunto que llevaron el caso, conocido como la “causa 13”, y que emanaba de la resolución presidencial emitida por Raúl Alfonsín, primer mandatario civil tras la pesadilla de la dictadura militar, para procesar judicialmente a los responsables del terrorismo de Estado vivido en Argentina a lo largo del referido lustro, de 1976 a 1983.

Con Argentina, 1985, sucede algo al parecer inevitable, cuyo parangón mexicano más claro sería Rojo amanecer: serán muchos quienes sientan que la película se ha quedado corta en cuanto a reflejar/denunciar el horror, que no sólo le faltaron datos sino que además no los enfoca bien, que este o aquel detalle en particular merecía mucha más atención, que tal hecho concreto definitivamente no sucedió como lo narra la película… Posiblemente no les falte razón a quienes deploren todo o parte de lo anterior, pero hay algo indudable: en ninguno de los casos el cineasta/guionista ha pretendido disfrazar, ocultar, minimizar o relativizar los hechos históricos a los que hace referencia, sino, muy por el contrario, el propósito consiste en dejar testimonio, en este caso ficcional –pues el género documental es mucho más abundante al respecto–, de un período y una situación sociopolítica que es preciso conocer a fondo para entender mejor el tiempo presente.

Protagonizada por Ricardo Darín, uno de los mejores actores argentinos de todos los tiempos que, además, sostiene una postura ética progresista –y eso es algo que en un caso como éste cuenta mucho–, Argentina, 1985 tiene, entre otras virtudes, la de haber puesto en escena, así sea fragmentadas, declaraciones y testimonios verídicos de tortura, represión, asesinato, tráfico de recién nacidos… y otra virtud consiste en presentar, completo, el demoledor dictamen/discurso que el fiscal Strassera efectivamente leyó, en agosto de 1985, en el juzgado frente a los matarifes militares enjuiciados.

Que las nuevas generaciones, argentinas y no, tengan acceso a aquellos acontecimientos no es cosa menor.

 

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