Feliz cumpleaños, Kurt Vonnegut

- Matías Carnevale - Sunday, 27 Nov 2022 09:46 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El pasado 11 de noviembre, Kurt Vonnegut, el nativo de Indianápolis, amado escritor de la contracultura estadunidense e influyente figura de la literatura posmoderna, habría cumplido cien años. En este artículo recordamos sus muchas facetas. Su hijo, el también escritor y pediatra Mark Vonnegut, considera que su padre, autor de las afamadas novelas ‘Desayuno de campeones’ (1973) y ‘Matadero cinco’ (1969), entre otras muchas, y decenas de relatos, debe ser leído “porque es la puerta de entrada a la lectura y al pensamiento crítico, que no abundan en el mundo contemporáneo”.

 

Aunque Kurt Vonnegut Jr. publicó más de diez novelas y más de cien relatos, es reconocido en el ámbito literario por un puñado de títulos: Cuna de gato (1963), Desayuno de campeones (1973) y, especialmente, en todo el planeta, por Matadero cinco (1969), que relata sus traumas en la segunda guerra mundial, durante el bombardeo aliado de la ciudad alemana de Dresde, en una forma muy propia, con varias marcas reconocibles: narrativa experimental, elementos de la ciencia ficción, humor absurdo y una amargura subyacente que deviene en acidez dirigida hacia la política, el conglomerado científico-industrial, la guerra y la religión en general.

La obra de Vonnegut ha sido traducida al mundo audiovisual con una recepción favorable. Matadero cinco fue adaptada como película en 1973, dirigida por George Roy Hill –tarea nada sencilla por los saltos temporales y espaciales que atraviesa Billy Pilgrim, el protagonista– y como novela gráfica en 2020, con guion de Ryan North e ilustraciones de Albert Monteys.

Vonnegut fue presidente honorario de la Asociación Humanista Estadunidense desde 1992, al fallecer Isaac Asimov, hasta su muerte en 2007. A Vonnegut se le atribuye un one liner que dice: “El que crea en la telequinesis, que levante mi mano.” Antropólogo de vocación, Vonnegut desarrolló un análisis estructural de las historias de ficción, “The Shape of Stories” (“La forma de las historias”),
que se ha compartido miles de veces en internet y ha se
rvido para prescribir reglas de escritura, algo que fascina a los docentes universitarios.

Su amigo y editor de sus cartas, Dan Wakefield, lo llamó “el ateo que amaba a Cristo”. Wakefield relata que cuando volvió al redil del cristianismo, luego de un hiato de incredulidad, publicó un ensayo con el título “Volver a la iglesia”. Al llegar a su casa, se encontró con un mensaje en el contestador telefónico que decía: “Aquí Kurt. Te perdono.”

 

El recuerdo del hijo

Mark Vonnegut, cuyo nombre de pila proviene de Mark Twain, tan admirado por Kurt, fue uno de los tantos hijos que tuvo. Padeció esquizofrenia, hecho que narra en The Eden Express: a memoir of schizophrenia (1975), reeditado en España en 2022 como Expreso al paraíso. Memoria de una locura, y hoy ejerce como médico pediatra en Boston. Sobre la posible influencia de su padre en su propia escritura, Mark señala: “Bromeo al respecto, pero de hecho creo que él tomó tanto de mí como yo de él”, y cita a otros escritores que admira, como Ring Lardner, Jack London y James Baldwin.

Existe un Kurt Vonnegut mítico, idealizado por fanáticos y críticos, pero Mark recuerda que para él era como un hermano menor impredecible, antes que un padre. Con el paso de los años, según muestra el esperado (y logrado) documental Kurt Vonnegut: Unstuck in Time (2021), se volvió cada vez más taciturno, con episodios de agresividad propios de alguien que pasa por estrés postraumático. Mark recuerda que “una vez tuve que convencerlo para que no se peleara con tres estudiantes universitarios que me habían dicho ‘hippie’. Yo era un hippie y nos hubieran partido la madre a los dos”. Con todo, Vonnegut hijo considera que deberíamos leer a su padre porque es la puerta de entrada a la lectura y al pensamiento crítico, que no abundan en el mundo contemporáneo.

 

Vonnegut y México

Consultado para este apartado, Mario Murguía, poeta y profesor titular de Literatura Inglesa en la Universidad Nacional Autónoma de México, señala que si bien Vonnegut no suele formar parte de la currícula universitaria del país, para muchos estudiantes y académicos “su presencia es inescapable”. Añade que “es un hecho que los profesores que leen a Vonnegut lo estudian también como una suerte de proyecto personal (aunque no necesariamente académico) y lo recomiendan a sus alumnos, quienes, a su vez, suelen involucrarse en la recepción de Vonnegut con elevado entusiasmo. Sus escritos, en traducción o en su inglés original, provocan discusiones, en el aula y fuera de ella, aunque el nombre o los títulos de Vonnegut aparezcan rara vez en los planes de estudio más ortodoxos. En ese sentido, la lectura de Vonnegut se cultiva y se procura sin que por ello se haya todavía tornado canónica, en el sentido universitario estricto”. La relación entre Vonnegut y la currícula universitaria mexicana, concluye Murguía, es “informal, oscilante y, hasta estos momentos, incluso caprichosa”.

Respecto de la recepción entre los críticos y escritores mexicanos, Murguía opina que “ha sido muy cálida: se le admira y se le respeta en los círculos de lectores profesionales, o cuando menos asiduos, del país. Los artículos, comentarios y reseñas relacionados con su obra son numerosos, y en ellos con frecuencia se ensalzan la vitalidad de su registro, lo sorprendente de sus anécdotas, la originalidad de sus personajes y el vigor de sus voces narrativas. Estas percepciones se fincaron desde la publicación de Matadero cinco o Desayuno de campeones, por supuesto, y acabaron por reafirmarse, en la década pasada, con los ensayos de Un hombre sin patria. La libertad intelectual y narrativa de Vonnegut fascinan y retan a la crítica mexicana”.

Por último, acerca de la relevancia que le podemos atribuir a la obra de Vonnegut para la cultura de México, Murguía considera que “es una especie de escritor ‘de culto’… Vonnegut se ha erigido en un escritor de contracorriente, en un autor al que se recurre cuando la búsqueda de sorpresa y de sofisticación narrativa se hace imperiosa. El nombre de Vonnegut se oye mentar con mucha frecuencia en las tertulias literarias que se desarrollan en paralelo a las academias, aunque al mismo tiempo su relativa popularidad termine por alejarlo, para bien o para mal, del ámbito de las letras alternativas, si es que tal cosa en efecto existe. Queda pendiente hacer un seguimiento de la presencia (lo que algunos llamarían quizá “influencia”) de Vonnegut en los escritores mexicanos contemporáneos. Aventuro que no será difícil hallar su rastro en las letras mexicanas e hispanoamericanas de nuestro tiempo”.

 

¿Cómo se lee (y edita) a Vonnegut en Argentina?

Eric Schierloh es escritor –Manual de edición artesanal (2022), La escritura aumentada (2021) y Kilgore (2010)–, editor en Barba de Abejas y traductor de Melville, Thoreau, Emerson y otros. Schierloh recuerda que lo primero que leyó de Vonnegut fue Matadero cinco, que le pareció “una lectura desquiciada, como si Eric Hobsbawm hubiera tomado LSD, mezclado con el pulp de la ciencia ficción y el estilo vonnegutiano de humor negro”. Poco tiempo después abrió una librería con un amigo, a la que decidieron llamar Vonnegut libros, que todavía existe en La Plata, culturosa y fascinante capital de la provincia de Buenos Aires. Fue gracias a esa librería, y a sus otras lecturas de Vonnegut (Las sirenas de Titán, Madre noche, La pianola) que los editores de La Bestia Equilátera lo convocaron para que escriba el prólogo de Desayuno de campeones.

Sobre la obra de no-ficción de Vonnegut, Schierloh responde críticamente. Le resulta “panfletaria, en el peor de los sentidos”, porque está “del lado amigo del panfleto: es antirrepublicana y prodemócrata” (para estas latitudes el bipartidismo estadunidense representa, por lo menos, una farsa difícil de digerir). En las novelas, señala Schierloh, está mucho más desarrollada la crítica de Vonnegut hacia la maquinaria de guerra, el consumismo y demás males que le podamos endilgar a Estados Unidos. En Vonnegut hay un escritor con un estilo único, que aportó elementos interesantes –relacionados con la historia y la manera de narrar– a la ciencia ficción, género antes considerado menor.

Andrés Beláustegui, responsable de Compañía Naviera Editora, con la que publicó Hombre sin patria en 2020, aporta su testimonio sobre lo que significa editar a Vonnegut. Beláustegui fue jefe de producción en el Grupo Editorial Norma y en 2014 fundó la editorial Páprika/Sigilo, proyecto que codirigió hasta 2017. En 2018 inició Compañía Naviera Ilimitada editores.

El editor comenta que “a principios de los 2000 empecé a cruzarme cada vez más seguido con referencias a Kurt Vonnegut desperdigadas en un lado y en otro. Y todo lo que escuchaba o leía me urgía leerlo. Para esa época en Buenos Aires no circulaban ediciones de sus novelas, salvo la edición de bolsillo de Anagrama de Matadero cinco. La leí y junto con un amigo nos pusimos en campaña para conseguir en las librerías de viejo todo lo que pudiéramos”. Beláustegui observa que posee una edición de Madre noche (1977) publicada por Brugera, “chiquita, amarronada y remendada con cinta”, y considera que tal vez sea uno de sus libros favoritos.

Obtener los derechos de publicación de Un hombre sin patria no fue fácil. Según Beláustegui, “el interés por la obra de Vonnegut ya no era un secreto. En los últimos diez años se habían publicado casi todas sus novelas, colecciones de cuentos y todo tipo de escritos póstumos. Con Claudia Arce, mi socia, recordamos Un hombre sin patria, este librito maravilloso, el último que Vonnegut publicó en vida, que habíamos leído en una edición de algún sello de Planeta España, que poco había circulado por América Latina y no se había vuelto a publicar. Apostábamos que era un título que había quedado al margen de recientes negociaciones de cambio de editorial de la obra de Vonnegut. Y acertamos. Tuvimos que negociar con la editorial originaria, también con el agente que empezaba a llevar los derechos de su obra”.

En cuanto a su valoración de la obra de no-ficción de Vonnegut, Beláustegui difiere con Schierloh. “En sus ensayos y escritos de no ficción transmite lo mismo que en su obra de ficción. Se pueden ver claramente los temas que le interesan y le preocupan. Desarrolla su mirada terriblemente lúcida sobre los males del mundo y su fe, casi candorosa y emocionante, en la humanidad. Y siempre aparece su particular humor, que rescata y da sentido a estar vivo. Todo esto, de una forma más directa que en sus novelas. Pero Vonnegut por suerte siempre es Vonnegut”, concluye Beláustegui, y es imposible no estar de acuerdo. De un escritor de ciencia ficción publicado en oscuras (o lejanas, como la argentina Más allá) revistas del género, reconocido como una joven promesa, Vonnegut pasó, con un estilo reconocible, al panteón de escritores celebrados internacionalmente.

 

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