Caer en los mismos errores
Un Mundial de futbol hace renacer la esperanza del aficionado mexicano, sobre todo tratándose de la selección nacional. Para algunos es un motivante para cargar con su soledad cotidiana y aposentarse en un bar para compartir el furor de la fanaticada frente al televisor a todo volumen o arrellanarse en el sofá de la casa rodeado de botanas y cervezas.
Sin embargo, a unos pocos les da por reflexionar, analizar el contexto y ponerse a escribir sus cavilaciones alrededor del fenómeno que la competencia internacional futbolera le provoca. Es el caso de Edgar Aguilar (Xalapa, 1977), quien nos ofrece Para no ser parte del mundo, donde reúne aforismos, sentencias o pensamientos breves en los que la ironía y la desesperanza no van más allá del cuarto partido porque, parafraseando al filósofo de todos los destinos, José Alfredo Jiménez, siempre caemos en los mismos errores.
Este pequeño libro, Edgar Aguilar lo divide en tres apartados. El silbatazo inicial es “Breves mundialistas”, motivado por la pasada Copa del Mundo celebrada en Rusia. Sus observaciones se centran en el triunfo de México sobre Alemania, con gol del Chucky Lozano, el folclore del aficionado mexicano, la parafernalia del poder mediático y de los dueños del balón, aderezado con obviedades de la competencia deportiva y sarcasmo en el área chica de la metáfora: “Agradeciendo a los dioses del futbol (cualesquiera que sean éstos), un público enardecido cantó a coro el agónico gol de su equipo en tiempo de compensación; el del equipo contrario, un Te Deum en tono de marcha fúnebre.”
“Líneas anticoronavirus” es el segundo apartado surgido del aislamiento provocado por la pandemia, la crónica de la incertidumbre de los días que corren entre la estadística, el rumor y el contexto fabricado para el caos (“Cuántos estragos. Cada día que transcurre es como haber bebido en exceso el día anterior: la cara de la pandemia”) que nos acerca al precipicio del fin del mundo: “Son tiempos apocalípticos. La oscuridad asoma por mi ventana como un gigantesco, alado y sigiloso animal.”
Finalmente, el tercer apartado, “Sobre el futuro”, en el que sentencia: “El recuerdo es la sombra del pasado; la ilusión, del futuro”, Edgar Aguilar nos deja constancia de que la ironía marca su narrativa breve y también como instigadora de las causas humanas perdidas, futboleras o no, de las cuales todos somos parte: “Siempre hay una segunda oportunidad para hacer mal las cosas.”