Julián Carrillo, el mayor De los microtonalistas?
- Augusto de Campos - Sunday, 04 Dec 2022 10:09
Junto con Iván Wyschnegradsky (1893-1979) y Alois Haba (1893-1976), el mexicano Julián Carrillo (1875-1965) comparte el mérito de haber allanado la “tierra incógnita” microtonal. En rigor, a esa tríada le falta otro ruso, también defensor del microtonalismo, Nicolai Obukhov (1892-1954), autor de la legendaria cantata Le livre de vie (El libro de la vida), de la que se dice dura veinticuatro horas, aunque no es posible acceder a sus composiciones, dado que la propia vida del compositor acabó de manera drástica y prematura. Sin embargo, de todos ellos, me parece que el primero de la lista es el más asombroso, debido a la gran excentricidad de su investigación en América Latina. Compositor y teórico fértil, también creó y adaptó muchos instrumentos para la producción de microtonos. Uno de sus raros discípulos fue el suizo-bahiano Walter Smetak (1913-1984), que llegó a soluciones muy personales bajo la influencia de las teorías de Carrillo, a quien se refiere como JC, “una especie de Jesucristo de la música”. Pero, de acuerdo con Juan Carlos Paz, a diferencia de los europeos, el compositor mexicano parte de un empirismo absoluto, ajeno a la influencia de problemas de orden espiritualista y antroposófico, de derivación scriabiniana, o por elementos de la música vernácula. También según Paz –que puede ser considerado el más eminente de los músicos modernos de Argentina–, Carrillo es un especulador puro, que desacredita la teoría del temperamento igual, perpetuada, en su opinión, por el hábito y el espíritu acomodaticio, al igual que la pretendida relación lógica entre la escala denominada natural y la escala física.
Carrillo nació en 1875, vale decir, un año después de Schoenberg y Charles Ives. Ya en 1895 descubrió entre el Sol y el la de la cuarta cuerda de la guitarra los dieciséis sonidos que lo llevarían, a partir de cada uno de los seis tonos de una octava, a la escala de 96 sonidos –aquello que más tarde englobaría bajo la denominación simbólica del “Sonido 13”, para distinguir su sistema del tradicional. Su primera composición sistemática en esa línea fue el Preludio a Colón, presentado en 1925 en un concierto que causó polémica en México. Podemos oír esa y otras composiciones, tanto de la fase inicial, brahmsiana, como de la microtonal, en una de las pocas ediciones disponibles, que sólo se consigue en su país: Música de Julián Carrillo, caja con dos CDs, una selección de las treinta y seis obras que grabó en París, con la Orquesta Sinfónica Lamoureux, entre 1961 y 1965.*
Gracias a sus viajes por Europa, el compositor se dio a conocer en los guetos artísticos de vanguardia. Sin embargo, a pesar de lo polémico de sus ideas, Carrillo siempre estuvo al margen en su propia tierra, en parte, debido al éxito de la música de inspiración nacionalista, que triunfó con Carlos Chávez a la cabeza (el equivalente mexicano de Villa-Lobos), cuya obra, especialmente la de percusiones, no es para nada despreciable, pero no se involucra en los desafíos más profundos de los nuevos lenguajes del universo sonoro. Del disco mexicano, vale destacar el Preludio a Colón, para soprano en 1/4 de tono, flauta, guitarra, violín, arpa y octavina (instrumento de cuerda diseñado para producir octavos de tono), afinados en 1/4, 1/8 y 1/16; con su anfractuosa línea melódica microtonal, que parece teñirse de los dolores de las civilizaciones precolombinas y suena más como un lamento que como una celebración del descubrimiento, un aria/cantilena melancólica, similar a la que aparece en la posterior y mejor portada (aunque igualmente hermosa) Quinta Bachiana de Villa-Lobos –aunque aquí cabría apuntar que la composición de Carrillo es más cercana, en términos conceptuales, al Villa-Lobos experimental que se escucha en obras anteriores como Quatuor (1921) y Noneto (1923), notables por las conformaciones exóticas y por las irrupciones vocales que, de manera incidental, llegan a incorporar el microtonalismo. También son impresionantes los dos breves cuartetos atonales de 1927 en cuarto de tono, Meditación y En secreto, que sugieren un sube y baja de escaleras infinitas en sus escalas de acordes con microintervalos. Asimismo, resultan admirables las obras de la última fase, Horizontes (1947) y Balbuceos para piano metamorfoseado (1958), composiciones de mayor aliento en las que el músico mexicano desafía a las orquestas convencionales, en el primer caso, con un violín y un violonchelo en 1/4 y 1/8 de tono y un arpa en 1/16 de tono, y en el segundo, con un piano en 1/16 de tono, que eriza el espacio sonoro con impensables arpegios sireniformes. La música de resistencia de Carrillo, su quijotesco esfuerzo por ampliar la sensibilidad musical, son impactantes.
*En internet hay una excelente página dedicada a este compositor: Julián Carrillo y el Sonido 13 (https://sonido13.com). Los discos siguen siendo difíciles de conseguir, pero se pueden oír diversas composiciones en ese sitio, donde se encuentran desde un sexteto para cuerdas de 1900 hasta
una de sus últimas composiciones, la bella Misa a SS. Juan XXIII (1962), en cuartos de tono para voces masculinas a capella, revuelo coral gesualdiano-microtonal, entre agónico y exultante, de gran impacto sonoro.
Traducción de Iván García y Vania Rocha