Renard el zorro, El tatarabuelo de las 'Animal strips'

- Humberto Aguirre (Jans) - Saturday, 10 Dec 2022 20:27 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Este artículo nos narra la historia de un personaje, que es un animal, que es un símbolo y, acaso ya, un arquetipo. En el género zooépico, el zorro ha ocupado un papel sobresaliente y a lo largo de siglos de literatura e iconografía, sus cualidades y defectos han evolucionado sin perder del todo su poder evocativo.

 

Renard, el zorro, es uno de los personajes más antiguos e interesanb nm,bnjknm ntes encarnados en la piel de un animal, un antihéroe heredero de las narraciones fabulescas de Fedro y de Esopo, de los bestiarios orientales y de la tradición popular; una celebridad que representó la hipocresía, el engaño, la lujuria y hasta al demonio y que, con su extensa difusión geográfica y plástica, fue vehículo de sátira mordaz y de crítica anticlerical. Un personaje cuyas características literarias y gráficas lo hacen candidato a ser considerado el tatarabuelo de las “animal strips”.

Le Roman de Renard es una epopeya animal, una serie de poemas escritos a lo largo de la Edad Media, que narran las aventuras y las fechorías de Renard, el Zorro, en el contexto de la lucha entre la burguesía y el feudalismo y la impugnación clerical. Las aventuras de Renard, que, algunos dicen, inaugura el género zooépico, se desarrollan en un reino animal imaginario, con rey, consejeros, secretarios, guardias, frailes, verdugos y soplones; todas, bestias. La primera aparición de “El Zorro Reinardus”, que así se llamaba en latín, se remonta al año 1150, en un poema titulado “Ysengrimus”; el autor era el clérigo flamenco Nivard o Nivardus. Esa es la fuente literaria más vieja en la que el zorro no era el personaje principal, sino
el que después se convertiría en su principal antagonista: el lobo Ysengrin.

Hacia 1175 Reinardus reaparece como el zorro Renard, protagonista de una serie de relatos cortos escritos en prosa, aventuras satírico-paródicas, herederos de la tradición clásica occidental fabulesca. Recordamos por ejemplo narraciones muy famosas y que poblaron nuestro imaginario infantil desde muy temprana edad: El zorro y las uvas, El zorro y la cigüeña, El zorro y el cuervo, El zorro y el águila, etcétera.

El autor más notable de estas aventuras fue el francés Pierre de Saint-Cloud, a quien se atribuye la reaparición protagónica de Renard y todo el ecosistema dramático animalesco que le rodea. Saint-Cloud deja sin resolver, sin embargo, el conflicto de Renard con su principal antagonista, Ysengrin, el Lobo; ello da lugar a la aparición de una saga de narraciones de autores diversos, llamadas Branches, que a lo largo de la Baja Edad Media se dieron vuelo achacándole hazañas y desmanes.

En este tiempo Renard sufre una transformación y pasa de ser el intérprete de escenas jocosas costumbristas a personificar el pecado, la hipocresía, la maldad y el anticristo. El Physiologus, un manuscrito en griego redactado entre el siglo II y IV, donde se describe a los animales y sus supuestas dotes morales, fue antecedente de los bestiarios medievales y ahí ya se describe al zorro como un animal astuto y artero, pues engaña a sus presas “haciéndose el muerto”. En la Edad Media, el animal que atacaba las granjas y acababa con los viñedos no podía ser muy simpático, y ya que el zorro era malvado, pérfido, vil y canalla, para hacer el paquete completo también era adúltero, lujurioso, libertino y obsceno. Tal conducta impúdica le costó ser desterrado, en siglos posteriores, de capiteles y templos.

 

El zorro predicador (y músico, reo, peregrino…)

Ysengrin el lobo, eterno enemigo de Renard; Hersent, la loba adúltera; Chantecler, el gallo protector del gallinero; el león rey Noble y Fière, la leona esposa, en quien se adivina cierto romance con Renard, son, entre otras muchas bestias, los protagonistas de estos culebrones.

Entre los episodios más célebres, que eran un obvio referente paródico a las usanzas clericales y cortesanas de su tiempo, se encuentra la obra de Renard le Contrefait; en esta, el zorro se hace pasar por un gran predicador cuyo virtuosismo consiste en adormilar hasta al más devoto feligrés; Renard propone a Chantecler someterse a la prueba y, mientras este último cierra sus ojos, lo captura por el cuello. En otro poema (Branche X, 1185), el personaje logra deshacerse de sus enemigos diciendo a Noble, el rey, que para curarse es necesaria la piel de un lobo y las astas de un ciervo, cosa que, además, le hace acreedor a un ascenso como consejero real.

Renard el zorro es la estrella de una amplísima producción tanto literaria como iconográfica extendida en toda Europa y con nombres diferentes durante la Edad Media (Reinaert, Rainardo, Reinhart, Renart). Púlpitos, mosaicos, vidrieras, frisos, salones palaciegos y manuscritos muestran escenas de Le Roman de Renard. El zorro es fraile, predicador, músico, caballero, reo, peregrino y muchas cosas más. Conforme pasa el tiempo, Renard asume rasgos morales más definidos, de tal manera que, en cada caracterización, pueden adivinarse intenciones de crítica política.

Son abundantes las representaciones de Renard durante el siglo XIII y a lo largo del XIV, pero es en el siglo XV cuando se hacen evidentes aquellas con un contenido satírico; por ejemplo, en los vidrios pintados de la Catedral de York puede verse a un Renard predicando desde un púlpito a un auditorio de patos y parece aludir sarcásticamente a la relación entre curas y fieles.

El personaje de Renard no sólo se usó para criticar a gremios clericales enteros como las órdenes mendicantes, sino para dar cuenta también de acontecimientos legendarios e individuos concretos; se ha hecho una analogía entre la Branche de Renard le Empereur y el episodio en que Mordred usurpa el trono al Rey Arturo.

Renard se convirtió en un vehículo de lucha política, en un personaje estereotipado para toda ocasión. Si bien es cierto que fue prolíficamente usado por nobles, clérigos y literatos en su lucha por conservar sus fueros, también puede distinguirse una vertiente popular en la narración oral entre los peregrinos que recorrían los templos medievales.

No siempre existe concordancia entre la literatura y la iconografía sobre la suerte de Renard; es sobre todo en las narraciones no literarias donde se le ve dirigirse al patíbulo, después de un juicio sumario. Su funeral gozó de una amplia reproducción artística; ahí se ve al gallo Chantecler presidiendo el cortejo camino al camposanto. No obstante, Renard resucitó y su resurgimiento no es solamente físico sino simbólico. En la obra Le Couronnement de Renard, escrita en algún momento entre 1260 y 1273, el zorro se apodera del trono y sus versos dan a entender que sobre la tierra se ha inaugurado un período en el que gobiernan la inmoralidad y la hipocresía; una época que, a juzgar por los hechos, continúa.

Tal es la historia de Renard, el zorro, que con el paso de los siglos ha sufrido un proceso de descafeinización y desexualización hasta transformarse en un cuento para niños, como se han transformado otras tantas narraciones originalmente terribles y sangrientas, como Caperucita Roja, Hansel y Gretel o Pinocho.

Renard el zorro es un personaje antiguo enterrado bajo la ensordecedora variedad multimediática, cuyos ecos, no obstante, resuenan aún en el inconsciente de estás generaciones.

 

Para saber más: https://www.youtube.com/channel/UCPwoxS_sBqtJdK8zdkHZ9fw

 

 

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