Desolación y belleza: La narrativa de E.L. Doctorow

- Alejandro García Abreu - Sunday, 12 Feb 2023 09:10 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El genial novelista y cuentista E.L. Doctorow (El Bronx, 1931-Manhattan, 2015) escribió narraciones breves desoladoras y contundentes. ‘Cuentos completos’ –publicado sólo en español– es la primera edición de todos sus relatos en cualquier lengua. No habían sido reunidos en un solo volumen. En este artículo, además de la referencia a sus obras más importantes, se presentan los ejes y temas fundamentales de su obra que, según el escritor y crítico literario Eduardo Lago: “Los relatos breves de Doctorow suponen verdaderas revelaciones. Como autor de cuentos, Doctorow fue un escritor más poético y emotivo, más íntimo, misterioso y desconcertante.”

 

pronuncio los versos, me viene a la memoria la melodía. No puedo acceder a la una sin la otra. También tengo un espejo de hojalata sobre el fregadero y me miro en él para que haya alguien junto a mí. Lo hago porque lo hacia Wittgenstein…

E. L. Doctorow, El cerebro de Andrew

 

Una trayectoria literaria

E.L. Doctorow (El Bronx, 1931-Manhattan, 2015) –escritor excepcional que destacó por su contundencia narrativa– fue autor, entre otros libros, de novelas paradigmáticas como Cómo todo acabó y volvió a empezar (1960); El libro de Daniel (1971), acerca de Ethel y Julius Rosenberg, ejecutados por traición; Ragtime (1975), reflejo de Estados Unidos en la era entre el cambio de siglo y la primera guerra mundial; El lago (1980); La feria del mundo (1985), sobre la apreciación de Nueva York; Billy Bathgate (1989); El arca del agua (1994); Ciudad de Dios (2000); La gran marcha (2005), que aborda la Guerra de Secesión estadunidense; Homer y Langley (2009), la historia real –apreciada desde el prisma de la ficción– de los hermanos Collyer, que conmocionó a Nueva York a finales de los años cuarenta, cuando murieron en su mansión enterrados bajo una enorme colección de periódicos y múltiples objetos de todo tipo. Su última publicación fue El cerebro de Andrew (2014), cuyos ejes resultan ser la introspección, la memoria, la mente y la personalidad. Los críticos literarios de su generación lo caracterizaron como un formalista apegado al realismo, pero en su laboratorio de escritura desarrolló siempre textos experimentales.

Doctorow se consideró heredero de la tradición literaria instaurada por Nathaniel Hawthorne. Para Paul Levine –autor estadunidense experto en la obra de Doctorow–, el escritor fue un fenómeno entre los novelistas contemporáneos de su país. Es considerado, simultáneamente, como un escritor serio y popular, un autor político que también resulta un gran estilista, un creador original y ecléctico, un escritor histórico que mezcla el pasado con la ficción. Levine siguió el progreso de Doctorow como novelista y exploró el desarrollo de ciertos temas que se repiten en su obra: la relación entre historia e imaginación; entre cultura de élite y cultura popular; entre el contenido político y el estilo experimental. Para Levine, el trabajo de Doctorow dice mucho sobre el estado de la cultura estadunidense moderna.

Al comienzo de su carrera literaria, E.L. Doctorow le dijo a Paul Levine: “La historia escrita por historiadores es claramente insuficiente.” Las novelas de Doctorow se desarrollan durante grandes momentos de la historia de Estados Unidos –el Viejo Oeste, la Edad Dorada, la Depresión, la Guerra Fría– como escenarios para historias sobre el dolor moral y la injusticia en su país. Destacó que las técnicas literarias siempre están subordinadas
a la narración de una gran historia y a la creación de personajes memorables.

Según el editor Jorge Herralde, Doctorow fue una de las figuras más emblemáticas de “la fase de autorreflexión y discusión de las funciones y modalidades formales” que la novela estadunidense atravesó durante el siglo XX.

 

Doctorow en México

E.L. Doctorow visitó México a mediados de septiembre de 1981. Tras una visita a Teotihuacán, Rafael Vargas –gran lector del escritor del Bronx– y Gustavo García lo entrevistaron. Durante la conversación les dijo que al escribir Ragtime algunos personajes fueron apareciendo sin previo aviso. Confirmó que no había nada planeado, no tenía la intención de llegar a una visión unitaria de Estados Unidos. Confesó que al escribir pensaba en una situación o en un lugar, un paisaje.

Constató que le gustaba la novela; la prefirió a cualquier otra forma de documento social. Ahondó en el “nuevo periodismo”, al que consideró valioso, particularmente a Tom Wolfe. Doctorow leía a esos autores porque trataron de describir hechos concretos y comprenderlos de una manera novedosa, que consistió en utilizar las técnicas de la novela. Para el escritor las diferencias entre esas obras y las novelas de imaginación no son muy claras. Dijo que el periodismo y el manejo de información directa requiere de una singular honestidad. Durante la conversación evocó “Funes, el memorioso”, de Borges, cuyo personaje tiene que descansar en la oscuridad para disminuir la intensidad y la fuerza de su percepción del mundo.

Aseveró que le interesaban otras cosas: la gente y sus historias, aquello que dice un paisaje, por ejemplo.

 

Narraciones breves, poéticas y fugaces

En sus relatos, E.L. Doctorow se aproximó en ocasiones al acantilado de la muerte. En el magnífico texto “El soñador del Bronx”, el escritor español Eduardo Lago –narrador, ensayista, traductor
y ganador del Premio Nadal 2006– recuerda
que Doctorow sostuvo que mientras una novela es una larga y profunda exploración, el cuento “es un organismo vivo que cuando llega al terreno de la imaginación lo hace de manera súbita y con sus rasgos ya perfectamente formados.” Cuentos completos (traducción de Gabriela Bustelo, Isabel Ferrer Marrades, Carlos Milla Soler y Jesús Pardo de Santayana, prólogo de Eduardo Lago, Malpaso, Barcelona, 2015) es la primera edición de todos sus relatos en cualquier lengua. No habían sido reunidos en un solo volumen, ni siquiera en inglés.

Lago –autor de Todos somos Leopold Bloom. Razones para (no) leer el Ulises, Walt Whitman ya no vive aquí. Ensayos sobre literatura norteamericana, Llámame Brooklyn y Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee, entre otros libros– destacó la profundidad del trazado psicológico de los personajes de Doctorow. Se refirió al poder redentor de la escritura y coligió que leer un cuento de Doctorow resulta una experiencia estética centrada en la intranquilidad. El escritor madrileño afirmó que los relatos breves de Doctorow suponen verdaderas revelaciones. Como autor de cuentos, Doctorow fue un escritor más poético y emotivo, más íntimo, misterioso y desconcertante. Antes de la edición de Malpaso, no existía en ningún idioma la posibilidad de conocer la producción completa del genial cuentista.

 

Una implosión de vida hacia la muerte

Creador de homenajes a Samuel Johnson, a Nathaniel Hawthorne y a Rainer Maria Rilke, entre muchos otros, Doctorow escribió relatos desoladores. El narrador de “Willi” sintió “la existencia insustancial del prado al sol atraída en torno a mí hacia el interior del establo, como una implosión torrencial de luz hacia la oscuridad y de vida hacia la muerte y yo mismo me desintegré también en esa fuerza…” En “El escritor de la familia” se sobreentiende que un personaje había vuelto de la muerte, pero lucía “atroz y misteriosamente deteriorado o, para ser más exactos, estropeado y sucio. Estaba muy amarillento y debilitado.” En “El atraco” reflexionó sobre la vida después de la muerte. “La depuradora” resulta la aproximación a “la muerte que ya lo había vencido.”

Una pregunta resuena en “Jolene: una vida”: “¿Sabe usted lo que es que le quiten a un hijo? Tendría que vivirlo usted mismo en su propia piel para saber que es algo peor que la muerte…” Otro cuestionamiento trascendente surge en “Una casa en la llanura”: “¿y acaso no se desprendía de eso que, si se sentía atraída por mí en la muerte, me amaba de verdad en la vida?” En “Niño, muerto, en la rosaleda” un forense realiza una llamada telefónica: “El muchacho llevaba muerto entre cuarenta y ocho y sesenta horas. No había señales de abuso ni lesiones graves. La muerte había sido por causas naturales.” La desaparición es uno de los ejes de “Wakefield”: “Con ese nuevo aspecto de hombre a las puertas de la muerte decidí que, en mis idas y venidas, tenía tantas probabilidades de que me reconocieran como de que no.”

El alejamiento y la depresión se abordan en “Edgemont Drive”: cuando alguien está a las puertas de la muerte “el distanciamiento ejerce una función protectora, una manera de mitigar la sensación de pérdida, el pesar, donde el deseo de vivir ya no tiene importancia.” Y el cáncer aparece en “Vidas de los poetas”: “Éste es el dernier cri, gente enferma de cáncer que sale de noche. ¡Qué espantosa tendencia no tener miedo! ¿Será que la muerte no es otra cosa que una salida nocturna para pasarlo bien?”

E. L. Doctorow falleció el 21 de julio de 2015, cuando se corregían las pruebas de Cuentos completos. Durante las semanas previas, el escritor colaboró con Malpaso para perfilar los detalles del volumen que anhelaba. La muerte –que reina en el libro– lo alcanzó, convertida en cáncer de pulmón. Edgar Lawrence Doctorow fue enterrado en el cementerio Woodlawn, en su natal barrio neoyorquino del Bronx.

 

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