Glosas a las canciones de Billy Bathgate (fragmento)

- E.L. Doctorow - Sunday, 12 Feb 2023 09:11 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Presentamos un fragmento de “Glosas a las canciones de Billy Bathgate”, cuento de E.L. Doctorow (El Bronx, 1931-Manhattan, 2015) en el que alude al alcoholismo y a la decadencia de W. C. Fields (1880-1946), actor, comediante y escritor estadunidense.

 

La balada de W. C. Fields (2:20)

Y así llegamos a mi canción más reciente, esta balada de W.C. Fields. Cuando me senté no tenía intención de escribirla, sino de liberar la presión que me oprimía el pecho de una manera controlada, sacándola por los dedos, y esta canción fue lo que me salió. Sucedió tan rápido que ni siquiera tuve tiempo para componer la música, sólo las palabras y el ritmo. Y por eso tiene forma de canción pedestre, que me guía por el submundo de las masas soñadoras, donde habita el demonio regordete de la verdad, el señor W.C. Fields, que con su sucio sombrero de copa, con su decadente urbanidad, con su ebria personalidad ornamentada, preside como un Oficial en Jefe la tecnología de nuestras almas. Y el cantante no quiere esto, no le gusta, así que comienza la canción ordenando al Sr. Fields que se marche: Fuera de mi ventana, Sr. W.C. Fields Fuera de este lugar tan bonito, Sr. W.C. Fields Fuera de mi ventana, Sr. W.C. Fields Me está tapando la vista con su fea cara. Pero el payaso no se quiere marchar, al parecer, porque ha tomado al cantante de la mano y se lo lleva por la ventana hacia el gran paisaje del inframundo que parece tan bonito al asomarse desde la ventana del refugio y le está enseñando lo que es en realidad. Y ve los burbujeantes pozos sulfurosos de las intenciones y las montañas calcáreas de los ideales y las enormes llanuras de ceniza gris que llegan hasta donde le alcanza la vista, que son las cenizas de la inocencia atravesadas por ríos de sangre. Y todos los hombres que ve están ciegos y corren en círculos, sin poder dar golpes con un bastón para guiarse. Y un vendaval pestilente castiga a las gentes y les supura la piel y les quema los ojos y el pelo, y es el vendaval que levanta el Sr. W.C. Fields al despotricar. Pero lo peor que ve allí es una pareja de ancianos ajenos a toda la miseria, una hermosa chica rubia y un chico que han envejecido juntos y son una pareja de mediana edad, dos personas que se han querido y que han vivido uno dentro del otro toda la vida, compartiendo la alegría y la comodidad, y que ahora están sentados uno junto al otro, riendo inmunes a su entorno, como carcajeándose de su espantosa senilidad. Y cuando el cantante regresa a su ventana y comprueba que el paisaje está tan bonito y verde como siempre, comprende quién es el señor W.C. Fields y dice: Algún día dejaremos de reírnos de usted, Sr. Fields. De su nariz bulbosa y su terrible ansiedad. De su sed y sus culadas de borracho, Sr. Fields. De su amargada y torpe santidad. Y el señor Fields saca una botella y bufa sobre dos vasos para quitarles el polvo y los frota con la manga sucia de su elegante chaqueta y nos sirve una copa a cada uno y me dice: Bébetelo todo, bébetelo todo, muchacho. Y dales una buena patada a los niños en Navidad. Te voy a regalar mi taco de billar torcido, Billy. Porque tú sabes en qué consiste este juego.

 

Fuente: E. L. Doctorow, Cuentos completos, traducción de Gabriela Bustelo, Isabel Ferrer Marrades, Carlos Milla Soler y Jesús Pardo de Santayana, prólogo de Eduardo Lago, Malpaso, Barcelona, 2015.

 

 

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