Malecón de Salina Cruz, Oaxaca
- Xavier Guzmán Urbiola - Friday, 17 Mar 2023 11:32
Lord Cowdray, “the member for Mexico”, como era conocido en el Parlamento inglés, fue un ingeniero y empresario a quien Porfirio Díaz invitó a terminar el ferrocarril transístmico en 1889. Su intención era fomentar proyectos no estadunidenses en México, para maniobrar más cómodo con los voraces vecinos del norte, sustituyéndolos por otros voraces vecinos del planeta. Cowdray se interesó en los ferrocarriles y en la obra pública. En Laredo participó en la “locura” por el descubrimiento de petróleo. Adquirió terrenos mexicanos, pues eran más baratos. Construyó las canalizaciones del desagüe de Ciudad de México, las escolleras de Veracruz, el panteón, el Hospital Inglés y la residencia de su embajada. Con su empresa, El Águila, arrancó la industria petrolera en México y finalizó el transístmico en 1894, rematándolo en Salina Cruz con el famoso dique seco en 1907. Su éxito empresarial lo llevó al Parlamento. Ese dique está aún en uso. Es un cajón cimentado de 20 metros, por 100, por 20 de profundidad. De paredes escalonadas, es pionero en el uso de concreto armado en México.
Hoy se está reconceptualizando el transístmico entre Coatzacoalcos y Salina Cruz. Es un proyecto de planeación estratégica de largo alcance. Eso explica la inversión en la infraestructura de ambos puertos y a lo largo de sus vías. Esta será la real gran obra del sexenio.
La SEDATU encargó a las arquitectas Mariza Flores Pacheco e Ivonne Labiaga Peschard estructurar un programa integral para Salina Cruz. Los trabajos arrancaron en 2021. Sus propuestas debían interconectarse para ordenar la ciudad. Así, se mejoró la plaza y se le construyó una atractiva cubierta para atenuar el sol, se levantaron varios deportivos, se transformó una antigua bodega de sal en un centro cultural y se proyectó y erigió un malecón. Las arquitectas observaron los planos de la ciudad. El que existía contaba con 30 metros; en una zona se levantaba a 10 de la playa, haciéndolos mutuamente inaccesibles; se habían permitido improvisados negocios mal ubicados, una escuela y hasta un estadio e instalaciones de PEMEX, pero sobre todo sólo se podía llegar con facilidad a esos 30 metros. Era un patio trasero. No debía persistir una ciudad así de importante sin un malecón respetable y con accesibilidad. Las arquitectas pensaron que justo este engarzaría sus intervenciones. Lucharon por alcanzar mil 600 metros, incluyendo 400 de un manglar, que protegieron. Aprovecharon las diferencias de altura para formar un foro al aire libre con el mar de fondo; racionalizaron los accesos a los restaurantes, al estadio, al CONALEP y a las instalaciones de PEMEX, cada uno con sus salidas de desechos separadas de las escurrentías. Las distintas gradas poseen formas escultóricas, porque son a la vez rompeolas. Se dejó una alberca con agua marina, pues pensaron en los usuarios de todas las edades; colocaron rampas para la accesibilidad universal, escalinatas, fuentes, asientos, arriates, juegos para niños, pérgolas, baños, árboles y luminarias para transformar ese malecón en paseo nocturno seguro. Todo se hizo con piedra del lugar y concreto ciclópeo con colorante integrado. La playa y su malecón se transformaron en orgullosa fachada al mar y puerta de recibimiento.
Por lo anterior, esta obra obtuvo una mención honorífica en la Bienal CAMSAM de CDMX de 2021 y otra en la XVII Bienal Nacional de Arquitectura Mexicana de la Federación de Colegios de Arquitectos en 2022.
Mariza Flores e Ivone Labiaga dejaron ahí, con su corazón, un complemento extra: un mirador frente al dique seco para que los pobladores contemplen el paso de los buques hacia el puerto, así como su calafateo. Sus gradas escalonadas homenajean las paredes de concreto de Cowdray.