Un año y tres meses (crónica de una presentación)

- José María Espinasa - Sunday, 23 Apr 2023 09:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Por una circunstancia provocada por el azar, el Centro Cultural de España en México y la Editorial Planeta organizaron la presentación de ‘Un año y tres meses’, de Luis García Montero, un 14 de febrero; un azar afortunado y una manera de asumir la intensa cursilería que todo poema de amor pone en juego porque el libro es, sin la menor duda, de poemas de amor en una circunstancia terrible, pero que el autor no vuelve ni trágica ni mucho menos melodramática.

 

Luis García Montero pertenece a ese espíritu generacional representado por las canciones de Joaquín Sabina, que no quiere un 14 de febrero, pero a la vez tiene el valor de asumir la afectividad que esa fecha mercadotécnica puede haber ganado más allá de los mercaderes sentimentales. Pero, además, se trata de poemas de amor cumplido, así sea en el horizonte de la enfermedad y de la muerte de Almudena Grandes, la pareja de García Montero.

Las pocas veces que vi en persona a la autora de Las edades de Lulú siempre admiré su rostro radiante y su sonrisa franca. Fue autora de éxito desde sus inicios y también una narradora de muy alto nivel –tengo sobre el escritorio su ciclo sobre la Guerra civil como asignatura pendiente–y a Luis me lo he encontrado en muchas y diversas ocasiones y hasta he sido su editor. La crónica de esta presentación me permitirá plantear algunas cosas sobre la poesía. La primera, que García Montero es uno de esos raros poetas que tienen lectores, fue considerado durante años jefe de fila de la llamada poesía de la experiencia –como si pudiera haber otra–, contrapuesta a la poesía del silencio –como si, también, pudiera haber de otra– y hoy es alto funcionario del gobierno español, a cargo del Instituto Cervantes. Y, además, porque podría ser todo lo anterior sin ser esto último, es muy buen poeta.

Por eso, aunque fuera un día difícil para una presentación, el auditorio estaba lleno y la presentación estuvo también teñida de intensa afectividad. Recordó su amistad con Rafael Alberti, su cariño y admiración por Joan Margarit y reveló algunas de las claves cifradas –es un decir– del libro. Digo “es un decir” porque es difícil escribir un libro más transparente que éste sin perder densidad emotiva e instinto conceptual; su entrevistadora manejó con soltura el diálogo y dio pie a una lectura en la que el acento andaluz del poeta se volvió a imponer a su tono neutro de hombre cosmopolita. En resumen: una de esas raras presentaciones sin peros posibles, todo salió bien.

Almudena Grandes y Luis García Montero se merecen tener lectores, ella más que él, porque ya se sabe, la novela… pero agregaría que nunca son suficientes, siempre merecen tener más y este libro, Un año y tres meses, es uno de los mejores de Luis, pues precisamente el intimismo le quita el lastre de la evidencia y el lugar común que rondan algunos otros de sus escritos. El volumen reúne, como un diario lírico, los días transcurridos a partir de la conciencia de la enfermedad de ella, pero más que la lucha clínica, que también aparece, lo que se relata es la de un amor en circunstancias nada idílicas, y por eso más necesario. No es extraño que Luis escribiera un libro así, aunque lo es un poco más que sea un libro tan optimista y casi sin quejas, escrito por un autor sin el paliativo de lo religioso y el otro mundo, que, sin embargo, es otro y está ahí, al menos para los que estamos aquí. Por eso el azar escoge un 14 de febrero para la presentación.

Los poemas muestran además un poeta absolutamente dueño de sus herramientas, lejano ya de las polémicas, y consciente de pertenecer a una tradición muy rica y múltiple. Consciente también de los riesgos de escribir un libro así y dispuesto a asumirlos. ¿Por necesidad personal? Yo creo que sí; quien apuesta por una condición catártica de la literatura como él podría, sin embargo, haber optado por un duelo personal íntimo y secreto, y nadie se lo hubiera reprochado, pero escoge seguir confiando en la literatura como opción vital y como nexo con su compañera de vida más allá de la muerte. ¿Qué quiere decir más allá? Bueno, él lo dice de manera clara: uno tiene que seguir vivo no sólo para afirmar la vida del otro, sino para afirmar la vida a secas. Por un lado, reivindicar y afirmar el sentido lírico de la modernidad: toda poesía es de amor. Por otro lado, legitimar la vitalidad. Por ello no fue extraño que al acabar la presentación se formara una larga cola de personas para que Luis les firmara el libro. Así como el poeta asume de pronto y sin remilgos la condición de cursilería que le hace falta –Tomas Segovia decía que no hay gran poeta que no asome a ese abismo–, también el crítico debe asumir la suya: por eso no quiero negar que esta crónica de una presentación es emocionada.

 

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