'Parte del paisaje': La poesia de Adriana Lisboa

- Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata - Sunday, 25 Jun 2023 20:18 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Adriana Lisboa nació en Río de Janeiro. Entre sus publicaciones se encuentran los poemarios 'Parte da paisagem' (2014), 'Pequena música' (2018) (mención honorífica del Premio Casa de las Américas 2019) y O vivo (2021); las novelas 'Sinfonia em branco' (2001) (Premio José Saramago 2003), 'Azul-corvo' (2010) (considerado entre los libros del año de 'The Independent'), 'Hanói' (2013), 'Todos os santos' (2019). También es autora de cuentos y ensayos. Sus libros han sido traducidos en más de veinte países. Sus poemas y cuentos han aparecido en revistas como 'Modern Poetry in Translation' y 'Granta'. Es también traductora. Su más reciente publicación es la antología 'Dupla noite' (2022), de José Lezama Lima, en colaboración con la poeta Mariana Ianelli. Ofrecemos aquí una selección de su libro 'Parte da paisagem', volumen con el que Adriana debutó en el género de manera deslumbrante, escribiendo una poesía en que predominan la emoción y el sentimiento profundos, muy presentes en su observación de lo vivo. En ese ejercicio la poeta no descuida la conciencia del lenguaje pero no la transforma en un campo de juego.

 

Pesca

con Clarice

 

Como en las fiestas de junio de la infancia

cuando pescábamos peces de papel

en la arena y premios en los peces:

me lanzo como cebo a la pesca

del poema

en el poema

aunque él sea como el alma húmeda del pez vivo

que la verdadera pesca desmiente.

 

 

Palabra

 

Olvida la palabra –

no tiene gracia alguna,

sirve sólo para esto:

acercarse al silencio

y resumirse en un punto.

Sólo sirve de testimonio

de la propia ineficiencia.

Olvida:

piensa en el nudo de remate

antes que el hilo se corte,

usa de la palabra apenas

el grado que sugiere vida

(incluso siendo ella el índice

de su propia muerte)

 

 

Ganar la vida

 

Después de la pequeña cirugía

(firme por favor los papeles que

confirman que está consciente de los riesgos)

traducir dos poemas

es un trabajo para el día de hoy,

una dosis de medicina

(ibuprofeno, me recetaron, mas no fue

suficiente):

traducir dos poemas

para ganar el día

para ganar la vida.

 

 

Papelaria União

 

Era donde yo compraba mis cuadernos.

El centro de la ciudad era nuestro patio.

Fotografiabas los gatos

y los carteles en los postes de luz de Cinelândia.

Había en nosotros una modestia

casi arriesgada, casi

inmodesta. De muy poco

dependía nuestra supervivencia: tiempo,

música, filmes. Calles de paralelepípedos.

A sugerencia tuya,

compraba mis cuadernos

en la Papelaria União. Anotaba

allí nuestro futuro en versos

verdes, de una confianza irreflexiva.

No notaba la prudencia

clarividente de las hojas ya amarillentas

de otoño, de anticipación.

 

 

A ocho llaves

 

Pensar en lo que sería

si hubiese sido

pero no fue:

casi un autoflagelo, pero involuntario

(¡no piense en un elefante!),

un secreto a ocho llaves

y el riesgo inmenso del ridículo.

Yo me perdono –concedamos– la impaciencia,

las torpezas y el día

cuando casi estrellé

el coche en un muro (era el Fiat 147 de la foto).

Me perdono incluso

el no haber perdonado entonces.

Pero el ridículo, este ridículo depurado

por el tiempo –ve hasta qué punto llegué:

ladrando ante la puerta de tu alejamiento,

lamiendo los restos de lo que sería

si hubiese sido

lo que no fue.

Lo que no fui.

 

 

Blue Sunday

 

No me acuerdo si fue on a blue Sunday,

como cantaba Jim Morrison en nuestros oídos.

Ni sé cuántos atajos tomamos después –

el héroe de Truffaut es hoy un tipo serio,

y nosotros, que lo conocemos

desde la época de nuestros quatre cent coups,

de nuestras tardes sin ninguna urgencia

de bruces sobre Río, entre los turistas,

envejecimos también. Sé que no suenan

las alarmas por nosotros: no somos ni siquiera

una vaga amenaza. Pero en ese hueco mal sellado

que quedó, sigo mendicante,

y cargo ojeras bajo los ojos,

mientras aguardo los tiempos más suaves

anunciados en la canción.

 

 

Jerusalén

 

Ya bastaba el doble cliché cuando

desembarcaron en el campo de batalla:

el para siempre del preludio,

el no era así exactamente el posfacio.

Pero aún más ingenuo fue haber supuesto que

la sustancia del amor, si por acaso

se acaba (sí, por acaso se acaba),

no se oxida: apenas se evapora en el aire

como un ángel muerto por asepsia.

Que no se aceda,

no se echa a perder ni apesta ni se llena de moho,

no se arrastra en ese purgatorio de

actas, pagarés, honorarios,

hasta que la muerte definitiva nos repare

(o el tiempo o el cansancio)

y así retirados, desenredados

dos veces de la sustancia del

–¿cómo dicen que se llama?

(se repartieron sus vestiduras y las sortearon)

puedan seguir

como extraños que son,

a Jerusalén, al fin, liberada.

 

Nota y versiones de Marco Antonio Campos y Rodolfo Mata.

 

 

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