Aurora Luque, el mar y el instante nocturno

- Alejandro García Abreu - Sunday, 23 Jul 2023 08:23 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022), Aurora Luque (Almería, 1962) compendia su quehacer poético, estrechamente vinculado al mar, principalmente al homérico. Pletórica de referencias, la obra poética de Luque es una muestra de saberes y ritmos que pertenecen a los cuerpos de agua. En este ensayo se examina el quehacer literario de una de las escritoras contemporáneas más importantes.

 

El riesgo de la escritura

Josefa Álvarez (1965) –doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Alcalá– vincula la poesía de Sophia de Mello Breyner Andresen (Oporto, 1919-Lisboa, 2004) con la de Aurora Luque (Almería, 1962). La poeta, doctora en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, traductora, ganadora del Premio Nacional de Poesía 2022 y autora de libros como Problemas de doblaje, Carpe noctem, Transitoria, Camaradas de Ícaro (traducido al griego en 2015), La siesta de Epicuro, Personal & político y Gavieras (premio Loewe 2019), está unida a la escritora galardonada con el Prémio Camões 1999 por la pasión marítima.

En el magnífico ensayo que funciona como prólogo a Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022) (edición e introducción de Josefa Álvarez, notas de Josefa Álvarez y Aurora Luque, Acantilado, Barcelona, 2023) de Luque, Álvarez cita un pasaje de Arte poética III, de Sophia de Mello Breyner Andresen: “La cosa más antigua que recuerdo es un cuarto frente al mar…” Asevera que la poeta lusa resulta una influencia en la obra poética de Luque. La poeta española –que nació junto al mar– convierte a la portuguesa en uno de sus principales referentes literarios. Hay una profunda relación entre ambas por su amor a Grecia y al mar, principalmente al de Homero. Para las tres escritoras el mar es una analogía del arte y del amor. Álvarez también cita a Luque, quien exclama en el poema Hybris: “En la cima, la nada/ pero todo se arriesga por la cima/ del amor o del arte…” Concluyo, a través de la triada de voces, que sin riesgo no existe la escritura.

Del riesgo referido surge el carpe noctem de Luque –adaptación del horaciano carpe diem e incluido en el libro Carpe noctem (1994), concepto que está en Problemas de doblaje (1990)– como lema vital, con el que se registra, según la poeta –recuerda Álvarez–, “no a la antítesis sino a la amplificación del día, ‘a la mayor intensidad y conciencia que de sí posee el instante nocturno’.”

Las sirenas de abajo. Poesía reunida (1982-2022) está compuesto por Hiperiónida (1982), Problemas de doblaje (1990), Carpe noctem (1994), Transitoria (1998), Camaradas de Ícaro (2003), Haikus de Narila (2005), La siesta de Epicuro (2008), Personal & político (2015), Gavieras (2020) y Un número finito de veranos (2021). Álvarez rememora que Luque buscó una poética “que celebrara la afirmación de la vida, la autonomía insobornable del poema que legisla para sí, el nomadismo del deseo y la voluntad de juego”. El traslado –real e imaginario– es parte esencial de su obra. También el cuerpo cobra importancia: “Pondré tu cuerpo en mi verso”, exclama en “Círculo vicioso.” Procura recrear sensaciones. Cavila sobre lo irremediable de un destino que asume desde la memoria de lo acontecido. Exhorta al goce del momento, especialmente del nocturno, y a vivir a través de la belleza y del deseo, otras claves de su poesía.

 

El imaginario helénico del mar

En su “Invitación al viaje” –prólogo a Aquel vivir del mar. El mar en la poesía griega. Antología (Acantilado, Barcelona, 2015)– Aurora Luque reitera que toda “la literatura griega está penetrada por el mar.” Para la poeta, el imaginario helénico del mar penetra en nuestra piel y en nuestra civilización. Lo permea todo. Los dioses constituyen los orígenes de esa tradición: “habitan o recorren el mar, y le dan belleza y esplendor. Afrodita, nacida de la espuma, recibe las advocaciones de Pontia o Euploia. Eros y la Fama sobrevuelan las olas. Poseidón habita fastuosos palacios submarinos y administra oleajes y mareas”.

Luque evoca la primera aparición del mar en la literatura griega: ocurre en el verso treinta y cuatro del canto I de la Ilíada: Crises, humillado por Agamenón, que se niega a devolverle a su hija Criseida, se aleja de los campamentos aqueos viajando por la orilla. Son las “primeras pisadas en la arena”. El silencio del hombre viejo contrasta con el eterno discurso de la mar, en femenino. A partir de este momento, el rumor de las olas y el aroma de salitre no dejarán de inspirar la escena poética. En el trayecto que va de Homero y Hesíodo a poetas tardíos como Rufino o Filipo, el mar es uno de los ejes de la existencia. Y recurre a la Odisea, que representa concluyentemente la vida como viaje y la alusión a Ítaca como insignia del destino.

La autora insiste en que la poesía de los griegos antiguos puede examinarse como un Libro de geografía en el que “predominan las superficies líquidas, como un atlas delicioso, como un repertorio de topografías fantásticas”. Expresa que cuando acaba el día, el Sol embarca en un suntuoso navío para realizar el viaje nocturno que lo devolverá cíclicamente. También implica la conquista de Eros.

Los lectores de Luque somos caminantes en la orilla del mar que perseguimos de manera perenne la aurora, símbolo de esperanza.

 

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