Biblioteca fantasma
- Evelina Gil - Sunday, 30 Jul 2023 09:24



Adelantada por mucho a su tiempo, en tanto feminista en activo, pensadora y prolífica escritora, Francesca Gargallo (1956-2022), siciliana de nacimiento, no sólo eligió México para vivir, se decantó, además, por el español como lengua literaria, y su recreación del mismo ha despertado la admiración de propios y extraños. Con todo, nunca se le reconoció como hubiera merecido, al grado de tener que publicar sus últimos libros en el extranjero, en Colombia, principalmente. La publicación póstuma de la colección de cuentos En qué momento me volví esa señora iracunda (Random House, México, 2023) nos permite albergar la esperanza de que su obra anterior obtenga, en un futuro próximo, una reedición de tiraje decente, para deslumbramiento de las nuevas generaciones que, sin duda, la sentirán cercana.
La iracundia enunciada en el título está relacionada con el amor y la empatía que implican una capacidad de indignarse ante las injusticias, no con un rasgo de carácter. Quienes tratamos a Francesca, la reconocemos en algunos de sus relatos o, en su defecto, nos reencontramos con personas allegadas a ella elevadas al rango de personajes. La literatura, en el caso concreto de Gargallo, trasciende la expresión estética –por la cual manifiesta profundo respeto– para fungir como vehículo de crítica social y denuncia. Es justamente su respeto por la forma lingüística y narrativa lo que pone sus espléndidos textos a salvo del panfleto. Hiperbólica, la define Melissa Cardoza. Quienes la conozcan a través de este libro, podrían hacerse la idea de que Gargallo era feminista de la vieja escuela, pero es exactamente lo opuesto: su feminismo humanista trasciende por mucho lo que se ha dado en llamar Feminismo de la Tercera Ola. Progresista –y no “progre”–, como enviada desde un futuro donde será posible que las mujeres amen a los hombres y los tengan como aliados y mejores amigos y ellos, a su vez, tengan resuelto su conflicto educativo y cultural con respecto al sexo opuesto y a las minorías sexuales. Uno de los relatos, “Como quien se percata de una hormiguita”, cuenta, con aliento de thriller, una relación entre una mujer feminista y segura de sí misma que se involucra con un hombre que se asume, asimismo, feminista, como muchos exhippies cuyo conocimiento en la materia se restringe a asumir a sus pares liberadas como cuerpos disponibles. Mujeres de edades diversas, y hasta una jovencita transgénero, protagonista de un relato bellísimo, “No le tengo miedo a la abuela”; surcan, ellas y sus acompañantes (los personajes secundarios son asimismo importantes) este universo donde se combate y critica lo que, justo ahora, satura las redes sociales: una anquilosada lucha de géneros (ya no de sexos) que poco tiene que ver con los verdaderos cimientos del feminismo.
Los hombres no son todos como el del relato citado, algunos, siendo heterosexuales (si de algo carece la literatura gargallesca es de estereotipos), se dedican al bordado, actividad recientemente vinculada al activismo feminista, como en “Pasión de manualidades y murmuraciones”, en el que la protagonista se refiere a él, sencillamente, como “mi amigo”. Para la autora no existe la nimiedad, toda cosa y asunto se incorpora a circunstancias trascendentes, como pudiera serlo la violencia social o la ejercida por el crimen organizado. Un pocito de café, un botón, una mirada de entendimiento mutuo, una mandarina china, Lupita Martínez. No hay personaje ni detalle que salga sobrando en estos prodigiosos relatos: “Se esfumó la niña más feliz, aquella cuyo mundo cabía entero en sus palabras.” Se vislumbra asimismo otro de los activismos de Francesca: el ecológico.
A manera de posdata: detesto los prólogos. Generalmente me los brinco. Pero el de la hondureña Melissa Cardoza para este libro es, en sí mismo, una preciosa y emotiva pieza literaria. La portada brota del gran talento de la artista visual Helena Scully, hija única de la autora, y también personaje.