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La elaboración de una tradición literaria

'Historias', Gabriel Bernal Granados, INBAL, México, 2023.
Roberto Bernal

 

Probablemente los ensayos más notables sobre literatura fueron escritos por los propios poetas y narradores, como el caso de Charles Olson con su Llámenme Ismael, o el de Maurice Blanchot con los títulos El espacio literario y De Kafka a Kafka. Qué decir de Paul Valéry o de Virginia Woolf. O de T.S. Eliot. En realidad, los casos son muchos. En nuestra lengua también existieron escritores que, a la par de su trabajo narrativo, redactaron ensayos memorables sobre otros autores: Juan Rulfo, Juan José Saer, José Lezama Lima y Jorge Luis Borges son sólo algunos ejemplos de narradores que hicieron una revisión técnica de la escritura gestada por autores que, reconocidos o no, incidieron en la construcción de su lenguaje literario. Como ya observó Ricardo Piglia en Los diarios de Emilio Renzi, una característica común de los poetas y narradores que también fungieron como críticos, es que no realizaron una interpretación de la obra sino que —y es aquí donde surge la originalidad de sus contribuciones en el terreno del ensayo— nos dijeron cómo fue escrita.

A Historias (INBAL, 2023), del narrador, poeta, editor, traductor y ensayista Gabriel Bernal Granados, título que le mereció el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas 2021, lo conforman diez ensayos que, progresivamente y sin que el lector sepa muy bien cómo ocurrió, adquieren el cuerpo de texto narrativo, o bien el autor inicia relatando una historia que se transforma —también de forma gradual e imperceptible— en un ensayo. Este carácter híbrido en la prosa de Bernal Granados ya lo pudimos apreciar en algunos de sus títulos anteriores, aunque en éste aparece de manera notable. Quizá el tono conversacional de su escritura, acompañado de una aparente sencillez con la que organiza disertaciones sumamente complejas, es lo que genera que el salto constante entre ensayo y narración resulte difícil de apreciar para el lector, especialmente porque pronto se ve embebido por anécdotas que narran el hallazgo de pintores, poetas y escritores que el autor incorporó a la elaboración de su propia tradición literaria, porque también pintar —nos dice Bernal Granados— es otra forma de reinventar el mundo: “Y ambos menesteres, dibujo y escritura, en un momento dado de nuestra historia han venido a significar lo mismo: representación de una realidad que se construye y se desconstruye frente a nosotros de manera alternativa.”

En realidad, este tratamiento del ensayo a modo de crónica obedece a la propia naturaleza inconclusa de las reflexiones: lo que realmente se cuenta es el acercamiento a un objeto de estudio —ya sea un pintor, narrador o poeta— a través de ciclos inagotables que, al paso de tiempo, le permiten a Bernal Granados abordar desde diferentes perspectivas —y desde su propia experiencia como escritor— la renovación de recursos con los que otro autor trabaja una única y antigua materia. Es decir que, en cada ciclo, el ensayista reconstruye su mirada acerca del objeto de sus indagaciones. Por eso no es extraño que, por su brevedad, muchas de estas reflexiones tengan la apariencia del aforismo. Al igual que el antiguo pintor japonés que dio un solo trazo sobre la tela después de observar caballos durante casi veinte años, Gabriel Bernal Granados redacta brevísimas notas notablemente cargadas de disertaciones que le implicaron años de reflexión. Después, un espacio en blanco, ese ciclo del que hablamos; hasta que la carga reflexiva aparece de nuevo, una vez más a través de unas pocas líneas.

 

 

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