El hombre de la máscara de hierro

- Vilma Fuentes - Sunday, 15 Oct 2023 09:25 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Se ha dicho, y no sin cierta razón, que la Historia es una ficción semejante a la de la literatura en novelas y cuentos que narran, a su modo, hechos históricos. Sea como fuere, aquí se dan ejemplos en que ambas, la literatura y la Historia, se entrecruzan y alimentan mutuamente.

 

¿La Historia no sería, acaso, sino un tejido de enigmas que el historiador se da la ilusión de desentrañar apoyado en pruebas que, como dice el gran pintor Georges Braque, sólo “fatigan la verdad”?

Serios historiadores se empeñan, con fe en su minucioso trabajo de orfebres, en descubrir y revelar los sucesos del pasado, como si las cosas hubieran ocurrido tal cual y fuese posible garantizarles una nueva realidad, ahora histórica, donde la duda no tiene cabida. Nada más tentador que los enigmas y no sólo para los historiadores. Los novelistas se los apropian en lo que se define como la “novela histórica”. Pero el autor de ficción puede permitirse libertades donde hombres y mujeres reales extraídos del pasado dialogan con seres imaginarios. La Historia se vuelve una novela y la novela usurpa el lugar de la Historia. Puede aprenderse más sobre Roma en el siglo del emperador Adriano leyendo la novela de Marguerite Yourcenar que con la lectura de libros eruditos con cientos de notas a pie de página. Niños de todo el mundo se sumergen con pasión en episodios de la Historia de Francia leyendo Los tres mosqueteros, Veinte años después, El vizconde de Bragelonne, El collar de la reina o a Jean Pitou.

Punto álgido de obras históricas y de ficción es el enigma. En ocasiones, simples secretos de asesinatos como el del presidente Kennedy dan lugar a múltiples películas, ensayos, libros “muy serios” y novelas fantasiosas.

La misteriosa identidad de Jack el destripador ha sido uno de los enigmas que ha atraído más público desde sus inicios en 1888. Múltiples elementos captan la curiosidad de la gente, fascinada por el horror. No se olvide que las páginas de la “nota roja” son tan leídas como las de deportes. En el caso del destripador se reúne la violencia, el medio siempre claroscuro de la prostitución, las castas británicas, la familia monárquica, los detectives ingleses a la Sherlock Holmes y tan hieráticos como los agentes de Scotland Yard. Todo esto bien sazonado con la sucesión de prostitutas asesinadas, un asesino en serie que goza de alguna inmunidad, tal vez de la realeza, una perfecta extirpación quirúrgica de los órganos femeninos de la víctima, los titulares alarmantes tanto de los tabloides de escándalos como de la prensa más seria, las investigaciones policíacas, el rumor público, suposiciones y sospechas tan extravagantes unas como otras. Los hechos atrajeron la atención mundial y dieron lugar a numerosos libros, películas de ficción, series de televisión, documentales. Si se barajaron varios nombres de posibles destripadores, tales como el médico de la reina, el mismo príncipe de Gales y otros personajes, nunca pudo conocerse la identidad del asesino. El misterio nunca revelado confirió al asunto el estatuto de mito moderno.

Muy distinto, aunque no menos novelado, es el enigma del “hombre de la máscara de hierro”. Las películas y documentales inspiradas en este misterio son múltiples. Las teorías sobre la identidad del enmascarado son tan numerosas como las investigaciones históricas. De un simple valet, cuyo parecido con el rey podría revelar el adulterio de Ana de Austria y la ilegitimidad de Luis XIV, a las figuras de la corte como el superintendente Fouquet, las identidades más en boga, si no las más probables, son las de personas muy cercanas al rey Luis XIV. Los sucesos que dieron nacimiento a este mito narrado por los rumores y las confidencias tuvieron lugar entre fines del siglo XVII y principios del XVIII. El primer autor a mencionar el caso fue Voltaire en su Siglo de Luis XIV, obra aparecida en 1754.

La popularidad y la gloria del mito del “hombre de la máscara de hierro” lo ganó Alejandro Dumas padre con su narración del enigma en El Vizconde de Bragelonne. Continuación y final de la trilogía iniciada con Los tres Mosqueteros, Bragelonne es el pretexto de Dumas para poner en escena los primeros años del reino del joven Luis XIV. El cardenal de Mazarino muere, Ana de Austria envejece. Athos, a pesar de su edad, logra sentar en el trono a Charles II de Inglaterra. D’Artagnan es al fin capitán de mosqueteros. Porthos, más ingenuo que nunca. A Aramis toca el apogeo de sus intrigas con el secreto hermano gemelo de Luis XIV, preso y enmascarado en la Bastilla. Reconocer el nacimiento de dos gemelos habría podido causar una guerra intestina interminable en Francia. De ahí la decisión del cardenal y primer ministro Mazarino de desaparecerlo pero mantenerlo con vida. Ni siquiera el mismo joven monarca conoce la existencia de su gemelo. Aramis suplanta al rey en el trono con el hombre sacado de la Bas­tilla. Para su desgracia y fracaso de esta magistral usurpación, Aramis informa a Fouquet, quien, a pesar de los celos y el odio que le tiene el joven rey, decide salvar al primer Luis XIV y devolverle su trono. El rey no perdona y condena a su gemelo al encarcelamiento de por vida y a la máscara de hierro.

Dumas logra transformar la realidad en ficción y la ficción, la suya, en realidad, la verdadera, la que permanece en la mitología imaginaria de los pueblos.

 

 

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