Cinexcusas
- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 12 Nov 2023 10:46
Una vez más, el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) fue útil para tomarle el pulso a la producción reciente de largoficciones, género que sigue preponderando sobre sus hermanos –largo y corto documental, cortos de ficción– en el ánimo, las intenciones, las expectativas y el interés lo mismo de productores, guionistas y directores, que de distribuidores, exhibidores y, de manera retroalimentativa, prácticamente la totalidad del público cinero.
Once largoficciones en la sección oficial en competencia del FICM, que sumados a las producciones fuera de competencia equivalen a poco menos del diez por ciento de la producción anual mexicana, dan testimonio de una cinematografía madura en cantidad, diversidad y disparidad –con todo y la aparente paradoja implícita en esto último–: junto al trabajo de cineastas que a estas alturas llevan recorrido un dilatado trayecto, como Perdidos en la noche, de Amat Escalante, así como las antes mencionadas Confesiones, de Carrera, Memory, de Franco, y Recursos humanos, de Magaña, está el de cineastas debutantes o en su segundo trabajo.
De los arriba mencionados es natural esperar, como mínimo, las buenas hechuras formales que debería otorgar su largo tiempo en el oficio; por lo tanto, el énfasis a la hora de analizar su trabajo se centra más en aspectos como sus continuidades o rupturas temáticas, su capacidad para bordar y abordar esta o aquella historia, la profundidad o epitelialidad de dicho abordaje, su alcance semántico… de todo lo cual Escalante y Carrera, más que Franco y Magaña, salen bien parados en sus trabajos más recientes. Simultáneamente, pareciera igualmente natural asumir un aire perdonavidas cuando se trata de ver las propuestas de realizadores de nuevo cuño, dándoles un trato en el cual su poca experiencia funcionara a manera de salvoconducto para soslayar, minimizar o hasta ver conmiserativamente pifias, excesos, omisiones y otras falencias.
No todo así, por suerte
Quizás algo como lo anterior pasa por la mente de quienes, en el FICM, deciden cuáles filmes formarán parte de la sección en competencia y cuáles no, pues de los once seleccionados hay por lo menos cuatro, si no es que cinco –es decir, casi a la mitad– que, habiéndolos visto, no puede uno sino preguntarse en qué demonios se basaron los decididores para no dejarlos fuera: No voy a pedirle a nadie que me crea, basada en la más bien bestselleresca novela homónima de Juan Pablo Villalobos, es el tercer largoficción de Fernando Frías de la Parra, que antes hizo la estupenda Ya no estoy aquí (2019) y ahora tropieza con este thriller donde el absurdo quiere hacerse pasar por complejidad; Latido, en la que Katina Medina Mora (LuTo, Sabrás qué hacer conmigo) es la enésima cineasta reincidente en el tema de la maternidad anhelada/rehusada, sin mayor aportación que un subibaja argumental donde una tiene lo que no quiere y otra quiere lo que no puede tener, e histriónico en tanto el desempeño de Marina de Tavira, protagonista, está a años luz del pobrísimo de su acompañante, Camila Calónico; Desaparecer por completo, de Luis Javier Henaine (Tiempos felices, Solteras) otro de esos thrillers que mezclan de manera forzada e innoble el fotorreportaje de nota roja con esoterismos y brujerismos varios, para proponer un inverosímil heroísmo de cartón –lástima de Harold Torres, caray–; Lumbrensueño, de José Pablo Escamilla (Mostro), que para decirlo con un término de hace algunos ayeres, no es sino una verdadera mafufada sin pies ni cabeza, como quien quisiera dar testimonio de que la autocomplacencia es una hidra de mil cabezas; y finalmente, aunque a Muchagente le haya parecido lo contrario, la adaptación homónima que Elisa Miller hizo de la bien reputada novela de Fernanda Melchor, Temporada de huracanes: lo que en Melchor es riqueza narrativa en Miller es pobreza icónica; lo que en una es denuncia y complejidad, en otra es amarillismo y abarrocamiento.
Por fortuna, no todo en la sección oficial tuvo ese talante. (Continuará.)