





Un mirador de la poesía
En el principio era el verbo; en las vanguardias, la imagen; en lo que sigue, el lenguaje de lo icónico, su exacerbación y su virtualidad. Ante este panorama, la poesía oscila entre el descifrar lo que sí dicen las imágenes y cifrar lo que no dicen. Para Rodolfo Mata este vaivén puede definirse como un constante y exigente desescribir. Por eso el título del poemario, el más reciente de su obra poética, publicado por Ediciones del Lirio (2021), sintetiza el oficio, siempre riesgoso, de la poesía, de la que dialoga más que con el tiempo con su devenir. De ahí que cada poema de este libro tenga la impronta de un suceso: un graffiti revelador, un letrero de tránsito, un cartel publicitario, la envoltura de un dulce, una fotografía, las pantallas de computadora o de un avión: todo dice, pero no lo que el poeta quiere, no lo que él lee, no lo que nos interpela. Su poesía es una conversación y, para más, es un turno de la palabra ahí donde parece carecer ya de todo sentido: en el mundo exacerbado de la imagen, física y virtual, en que nos movemos. “Language doesn’t need/ an explanation/ Only you can make these words seem right” [El lenguaje no necesita/ una explicación/ Sólo tú puedes hacer que esas palabras tengan sentido;
t. del e.]: este final del poema “Pure Data” advierte de los pocos asideros que tiene la poesía no para buscar, sino para encontrar sentido en medio de una cotidianidad sisifoniana, un adjetivo del poeta para describir asertivamente la vida de las multitudes.
Las fronteras entre los lenguajes visual y verbal también son cruzadas por la polifonía del anonimato: “las verdaderas palabras no tienen memoria de a qué boca pertenecieron”, sentencia el poeta, y lo mismo da si se dicen en inglés, en portugués o en español. El poeta traduce y, por tanto, no es incidental que él mismo, traductor sólido de estos idiomas, se adentre tan naturalmente en la babel mediática de nuestro tiempo.
Tampoco puede obviarse la arquitectura, más que diseño, de la edición: cada página proyecta una imagen, sostiene versos, posa al lector en el terreno del hallazgo, del asombro icónico y verbal. El formato, tipo cuaderno italiano, con portada negra, con impresión a colores, facilita la visión, la lectura caligramática de los poemas. El tono lúdico también se corresponde con la composición espacial.
Sí, el arte, más gesto, más actitud desde el contexto de las vanguardias del siglo XX, es un camino que no puede dejar de andarse. Tal es la conciencia que de esto tiene el artista para revelar al inicio del poemario: “Hoy la actitud es una exactitud/ y los prefijos fijezas móviles”. Por más precisión que busquen las teorías, la realidad hace temblar los bien edificados academicismos con nada más que gestos, y aquí el poeta anuncia: “todo muy cartesiano, pero así, con la realidad encima”. Esta certeza de la distancia enorme que puede imponer el intelectual con su realidad social, hace que el lenguaje académico, a veces, se convierta en retórica del vacío. Ante este abismo basta un gesto, un guiño para instalar el bien conocido juego del decir diciendo.
Claro que Baudelaire, Rimbaud, dadá, el concretismo, están en las fuerzas de aprovisionamiento del poeta (imposible negar su tradición), pero el humor despierta esas fuerzas y las pone en movimiento. Desde aquí puede entenderse un poema como éste: “La foto es mía/ el yo es de Baudelaire/ el centro no es mío/ la pérdida es de la gramática/ el montaje es tuyo/ el marco es blanco/ la idea es de quien la trabaja.” Y la poesía también.