La máquina caníbal: violencia y maldad en Medio Oriente y Occidente

- Miguel Ángel Adame Cerón - Sunday, 31 Dec 2023 07:14 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El estudio de la violencia humana y su distintos tipos resulta urgente para contextualizar, en el capitalismo voraz que rige las sociedades modernas, la enorme y poderosa maquinaria de destrucción del Estado de Israel y su principal aliado, Estados Unidos, contra el pueblo palestino en Gaza, “maquinaria ya cínicamente autómata, alimentada por las industrias materiales y cibernéticas de guerra”.

 

Ahora vayan y hiéranlos y destruyan absolutamente todo lo que tengan y no los perdonen, pero mátenlos, tanto a hombres como a mujeres, infantes y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y burros.

Benjamin Netanyahu citando a Samuel 15:3

 

 

Violencia y malignidad

Los efectos de los actos de malignidad y violencia han sido y siguen siendo nefastos: dolor, sufrimiento, guerras y muertes. La violencia dialéctica en la historia habida hasta hoy (la de las sociedades escasas y clasistas) ha jugado un papel central en las transformaciones socioeconómicas y políticas. Aunque en las sociedades precapitalistas la violencia ha sido sacrificialmente fuerte y muchos grupos la padecieron, es en las capitalistas donde los sacrificios se masifican: la violencia llega a exacerbarse en limpiezas étnico-nacionales, genocidios, holocaustos y guerras mundiales: como barbaries crónicas y endémicas, producto de su máquina caníbal.

Sin embargo, la historicidad humana no tiene por qué seguir esa desgarradora senda que el capitalismo ha exacerbado; por otro lado, la violencia interhumana y destructiva no tiene por qué suponerse inherente a la actividad humana; más bien, se debe entender como herencia socioantropológica introyectada desde el caos de la naturaleza, que las sociedades hasta hoy no han resuelto sino sólo “domesticado” y que, dentro de otras condiciones socioeconómicas y culturales no escasas y de cooperación solidaria (comunitaria, socialista y comunista), dicha violencia destructiva y sus variadas y malignas expresiones pueden ser superadas. De esta forma se puede responder al pensador Horst Kurnitzky y su planteamiento sobre la violencia como constituyente de la socialidad humana. En concreto, Kurnitzky dice que con las polarizaciones la violencia se desata con mayor fuerza y es entonces cuando –a decir de Hobbes– homo homini lupus.

La violencia tiene como una de sus figuraciones a la maldad psico-personal y psico-colectiva, exaltada cuando crecen las contradicciones en la sociedades modernas. El psicólogo Carl Goldberg señala que dichas maldades no obedecen a un telos de origen suprahumano, genético, etológico, psíquico o moral, sino que son producto de las personalidades humanas que se forman en procesos socio-psico-antropológicos y, por tanto, se pueden comprender, tratar y prevenir a partir de pautas humanistas holistas.

El filósofo Bolívar Echeverría distingue, en general, dos grandes tipos de violencia: 1) La dialéctica-constructiva-positiva, ineludible a la condición humana. Es la que saca de su naturalidad al ser humano, que Marx llamó “la partera de la historia” y Walter Benjamin “violencia divina”, que implica transición-ruptura de un continuum. 2) La destructiva, anti-dialéctica, “maligna” o negativa, que persigue la aniquilación del otro como sujeto libre, que constituye al otro como enemigo, como alguien que sólo puede ser rebajado a la animalidad. Eso es justamente lo que el ministro de defensa israelí hizo: concibió a los palestinos como “animales humanos” a los cuales habría que asfixiar.

 

Las violencias en el capitalismo contemporáneo

Armando Bartra, por su parte, distingue tres tipos de violencia capitalista: 1) Violencia económica, la que el capital ejerce sobre la naturaleza y sobre las personas mediante despojos, explotaciones y opresiones de todo tipo. 2) Violencia política como implementación, desde los poderes del Estado, los gobiernos y los fácticos capitalistas de “estados de excepción” de sus propias leyes. 3) Violencia moral del bio-poder es la que se ejerce para domar las mentes y los cuerpos de las personas.

La maldad y la violencia en la actualidad tienen que ver con los dispositivos y las condiciones socioeconómicas del capitalismo salvaje como sistema planetario, afectando principalmente a los sectores más vulnerables: niños, mujeres, ancianos, discapacitados, homosexuales, comunidades étnicas y nacionalidades marginadas.

Respecto a la violencia basada en la técnica, León Olivé señala las técnicas y artefactos diseñados deliberadamente para producir daño, ya sea a personas o bienes. Ejemplos: las técnicas de tortura, los lavados de cerebro, los controles ideológicos, diversas formas de intimidación, incluyendo técnicas terroristas y antiterroristas. Hay técnicas de control y manipulación, como la intimidación en los Estados totalitarios, y las hay sutiles como la propaganda comercial. En cuanto sistemas están los complejos policíaco-represivos. Los sistemas militares son sistemas técnicos violentos, aunque casi en todas partes del mundo sean llamados elegantemente “de defensa”. Finalmente, estas técnicas y esos sistemas usan artefactos, por ejemplo, armas de diversos tipos (convencionales, biológicas, químicas, nucleares). Todas se basan en artefactos concebidos para dañar, destruir, intimidar, sojuzgar, controlar, vejar. En suma, podríamos decir que son los instrumentos de la maquinaria caníbal que llega al paroxismo nuclear.

 

Estado sionista y nación palestina: la búsqueda del exterminio

Hay naciones que han vivido o viven sujetas al apartheid y a la cárcel colectiva, como los palestinos durante los últimos setenta y cinco años, desde 1948 hasta la fecha cuando, mediante la guerra internacional imperialista, se les despojó de buena parte de su territorio y se les sobrepuso el Estado expansionista militarista sionista de Israe, confiscando e inhibiendo mediante diversas coacciones su derecho a tener su propio Estado-nación.

El sionismo como ideología y movimiento político nacionalista de un sector el pueblo judío
que tiene que ver con su identidad étnico-nacional, civil y religiosa: la conexión con Jerusalén, la utilización del hebreo como lengua sagrada y el sueño de volver y apropiarse de la tierra de Israel. Se formó en un proceso de larga duración que tuvo como fin la tenencia de un territorio y de un Estado propio (sentido de pertenencia independiente y propia), ante la carencia traumática y por momentos desesperada (diáspora, aislamientos, marginaciones, expulsiones, falta de integración como minorías nacionales, reacción ante el antisemitismo racista y antisemitismo nazi, rechazos dentro de otras fronteras nacionales a pesar de
su poderío de grupo). Desde un enfoque psicosocial podríamos decir que ese hiatus propició la expresión exaltada de su búsqueda y logro en la conciencia pro nacionalista agónica.

Pero el sionismo fue empoderado en la creación a fortiori de un Estado implantado en territorios de la Palestina histórica, que si bien fue poblada constantemente de judíos y hebreos, éstos fueron minoría antes de la guerras de finales de los años cuarenta, especialmente la de 1948, que ganó con fuerte ayuda de capital judío en alianza con los Estados imperialistas inglés, estadunidense y otros. De ahí se fortaleció política, económica, poblacional, militar y territorialmente, convirtiéndose en un sionismo definitivamente neocolonial, expansionista, anexionista, supremacista, racista, agresivo, de política de aniquilamiento del otro: los árabes palestinos musulmanes cada vez más marginados y desplazados de sus propias tierras, casas y lugares histórico-sagrados, hasta convertirse, lo que fue quedando de Palestina en este siglo XXI, en “la cárcel abierta más grande del planeta”.

La política maligna de exterminio por asfixia, negando o bloqueando alimentos, agua, combustibles y medicamentos, declarada y accionada por el Estado de Israel contra 2 millones 400 mil habitantes palestinos de la franja de Gaza, desde la incursión y las matanzas de Hamás de civiles colonos judíos en los últimos días de la primera semana de octubre, inmediatamente se vio acompañada con los lanzamientos martirizantes de arsenales militares por aire y tierra, incluyendo armas de fósforo abrasador y cientos de bombardeos imparables y despiadados contra población civil. A un mes del inicio de las hostilidades de guerra sumaba miles de muertes: más de mil quinientos israelíes y casi seis mil muertos palestinos, incluidos miles de niños, lo que llevó al secretario de la ONU a declarar la existencia de un gigantesco “cementerio”. La maldad de dirigentes y comandantes sionistas barbáricos y la malevolencia del ministro Netanyahu diciendo que es la confrontación de “la civilización contra la barbarie”, constatan la violencia permanente y endémica del capitalismo y, especialmente, del sionismo y del imperialismo estadunidense, que es su respaldo material e ideológico. Se personifican en las acciones cosificadas de extrema violencia y de inhumanismo que no se detiene ante nada: es la encarnación de la maquinaria de guerra ya cínicamente autómata, alimentada por las industrias materiales y cibernéticas de guerra, que han visto elevarse una vez más sus malvadas ganancias. Y claro: Biden, Netanyahu y su comparsa de jefes de Estado europeos sólo son sus títeres eficientes.

Aún más, el ministro israelí de Jerusalén, Eliyahu, declaró que sí era opción lanzar una bomba nuclear contra la franja de Gaza; es decir, están de verdad dispuestos al canibalismo genocida de bombas hasta llegar a la atómica y el imperialista Biden así lo confirma, enviando bombas de precisión para el gobierno de Israel, además de submarinos nucleares a la región con fines de “disuasión”.

 

Las soluciones como vías factibles y utópicas

Nuevamente la única solución-salvación es el pacifismo más radical: ir hacia la aniquilación del capitalismo y sus monstruosas consecuencias de miles de muertos, heridos, desplazados, despojados. Empero, para la guerra ahora, la salida viable inmediata y posible para los millones de palestinos es primero detener el genocidio y asistir internacionalmente a la sufriente población palestina, y enseguida la constitución el frente humanitario que propone el editorial de La Jornada del 17 de octubre, que es esa vía posible: “La única manera de frenar la barbarie es la formación de un frente internacional por la sensatez y los derechos humanos, capaz de llevar a las partes a una mesa de negociaciones y de disuadir a quienes pretenden atizar las confrontaciones.”.

 

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