Bemol sostenido
- Alonso Arreola | Redes: @Escribajista - Sunday, 07 Jan 2024 11:09



Apreciamos las onomatopeyas y, aún más, a quienes las usan para crear la banda sonora de su cotidianidad. Vivimos con alguien así. Sabemos de lo que hablamos. Empero, no fue por ella que decidimos abordar el asunto. Fue por la chica que trabaja en un café cercano.
Resulta que fuimos por un latte (deslactosado, claro). Estando allí y mientras lo preparaban, concentramos la atención en el viejo molino motorizado que yace en el centro mismo del negocio. Acompañando al mamotreto está un enfriador de aspas de tamaño proporcional.
Con probable exceso de confianza abrimos la tapa del primero para ver si había granos en su interior. Fue cuando la chica en cuestión nos dijo amablemente: “Es un molino.” Nosotros respondimos asintiendo en silencio, sugiriendo que lo sabíamos. Acto seguido elevó el dedo índice de la mano derecha a la altura de su propio hombro y, dibujando círculos, comenzó a silbar proyectando sus labios en un pequeño aro.
El sonido nos sorprendió. De alguna manera “imitaba” el ruido de las aspas o del molino o de ambos aparejos. Su éxito onomatopéyico fue inmediato. Alzamos las cejas, entornamos los ojos, asentimos anonadados y soltamos una sonrisa. Aquella expresión nos parecía tan suficiente como la más técnica de las explicaciones.
Ya le habíamos adelantado algo al amigo que nos acompañaba ese día. Cuando minutos antes le preguntamos a la chica sobre la ubicación del servicio, también recibimos un silbido –éste más corto– con otro movimiento de índice direccionado, sólo que ahora en sincronía con una inclinación de cabeza, apenas ladeada, más el guiño del ojo derecho.
Aunque eso no fue precisamente onomatopéyico, determinamos que la mujer era representante de la especie Silbador. Muy distinta a la que vive en casa. Esa no sabe silbar pero suple su carencia con una infinita librería de sonidos en que se funden letras oclusivas o fricativas con alguna vocal predominante. ¿Ejemplos?
A ver. Supongamos que está describiendo la preparación de un platillo. Al momento de entrar a la etapa de batir o cortar ingredientes, las manos comenzarían su imitación con una propuesta melódica descendente de forma “pa-pa-pá”. Sí. Ella siempre dispara tres sílabas acentuando la última, aunque bajando gradualmente el volumen de su voz. Es sobre todo de la subespecie Bilabial.
Ahora que lo pensamos bien: es cosa curiosa eso de que las onomatopeyas ocurran con otra fuerza, como subrayando una dimensión distinta (la del pasado tal vez). Como si exigieran un tipo de recepción o disposición especial en quien las escucha. Como un paréntesis: (.) Como unas corcheas: [.] Es el codazo de complicidad en la retórica.
Porque la onomatopeya verbalizada exige una familiaridad contextual o cultural entre quienes se comunican. ¿No está de acuerdo, lectora, lector? Parece difícil que la utilice en una entrevista de trabajo, a no ser por las más típicas y aceptadas al hablar del… ¿clima? ¿Algo como ¡shhhhh! para describir la lluvia intensa?
Eso es diferente a la “musicalización” que, con todas las de la ley, llevan a cabo los buenos contadores de chistes, verbigracia. Esta clase de persona lleva al extremo el poder sonoroso de la onomatopeya y los efectos especiales. Son habladores del tipo Omni. En fin.
Intento fallido del perro que se humaniza. Recurso inmediato del infante en quien rebotan los sonidos del mundo… ¿Qué pasa cuando en la conversación ilustramos un golpe o caída? “¡Madres!”, decimos. Allí la onomatopeya se viste de palabra formal pero no es sino eso: puro chingadazo. ¡Qué son los incontables acentos en el ritmo de una lengua sino rastros distantes de su descriptivo u onomatopéyico sentido!
Todo esto escribimos para decir que nos gustan las onomatopeyas. Que volveremos a ese café para pedir un latte y la explicación de algún electrodoméstico. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.