El arte y la belleza de lo inservible / Entrevista con Cecilia Vicuña
- Alejandra Ortiz Castañares - Sunday, 04 Feb 2024 13:38



Según la clasificación anual Power 100 en las tres últimas ediciones de la revista Art Review, Cecilia Vicuña figura entre los cien personajes más influyentes del mundo del arte. Vicuña es miembro de la Academia Estadunidense de las Artes y las Letras y fue galardonada con el León de Oro por su trayectoria artística en la última Bienal de Venecia (2022) y por el Premio Nacional de Artes Plásticas 2023 en Chile.
Su obra se encuentra expuesta en los principales museos internacionales, que le han dedicado retrospectivas y exposiciones relevantes. Entre éstos se incluyen el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) en México (2020), el Museo Guggenheim de Nueva York (2022) y la Turbine Hall en la Tate Modern de Londres (2022–23). En 2023, el Museo Nacional de Bellas Artes en Santiago de Chile le otorgó su primera exposición individual.
–¿Qué ha pasado para que un artista de la contracultura como tú fuera incorporada en los circuitos oficiales del arte?
–Mi arte empezó a tener relevancia repentinamente a partir de la documenta 14 (2017). Fue la edición más atacada por la cultura antidemocrática de Alemania, junto con la documenta 15 (2022). Ahí, y en la Bienal de Venecia, es donde me han valorado. Mi trabajo pasó a ser relevante en la última ventanita de apertura de una cultura democrática. Esto es parte del despertar de las mujeres creadoras, incluyendo indígenas y mestizas. Son mujeres que descubren que pueden ser, pensar y expresarse, denotando una revolución profunda del espíritu. Yo crecí con dos abuelas y tres tías artistas que fueron suprimidas u olvidadas. Personajes como Violeta Parra eran amigas de mi familia y ellas me aportaron una conciencia que fue creciendo como larva convertida en mariposa.
–Para muchos el arte debe ser independiente de cualquier valor social o función política. ¿Qué rol tiene para ti?
–Creo que en estos momentos de deshumanización, donde un regreso al neofascismo no es remoto y se ha eliminado el sentir humano profundo que ha vuelto a la gente indiferente y apática, el arte tiene la capacidad de romper con esas estructuras sumergiéndonos en el juego de lo desvalorado y lo inservible. Hay aspectos a los que el ser humano no renuncia: la belleza, la justicia, la delicia, el tacto, el descubrimiento. El arte no es un objeto, tampoco una idea, sino un estado de conciencia en el que es posible ser de otra forma. No pasa por el intelecto, sino por dimensiones infinitas como el olor, la fisiología de los colores y las formas. Es una respuesta del alma al sentir y a la intención del artista. El arte es inmanejable, incontrolable, indescriptible, indefinible. En suma, el arte es libertad.
Influencia indígena
–¿Cuáles son las influencias que han modelado o inspirado tu arte?
–Muy temprano, cuando era una niña pequeña, los cómics mexicanos que llegaban a Chile tuvieron un efecto importante en mi imaginación. En particular, Leyendas de América, que eran historias precolombinas indígenas, me inseminaron la idea de que existió una cultura de belleza deslumbrante en América. La raíz de mi pasión y asombro por el universo indígena americano la asimilé de ahí, no de un libro risas].
–¿Tu familia te fomentó la atracción por lo indígena?
–Las mujeres artistas de mi casa siguieron respectivamente un modelo renacentista y modernista. Todas ellas trabajaban con greda (un tipo de arcilla), y mi tía Rosa aprendió de las loceras indígenas. Siendo yo de la tercera generación de artistas y siguiendo una educación tácita hacia la originalidad, di un salto cuántico más allá de ambas tendencias. Mi universo era lo devaluado y desatendido. Mi atracción por lo indígena fue visceral; me gustaba lo distinto, y esa inclinación la mantuve gracias a que escapé del control opresivo de la escuela, que demuele la innata inclinación estética de los niños, algo que la cultura indígena no hace, como es claro en los rituales ceremoniales donde todos bailan, se pintan, tocan instrumentos y entran en otros estados de conciencia a través de la música.
El impacto de México
–Me parece que tu contacto con México se ha dado a través de la literatura. Pienso, por ejemplo, cuando tú eras una jovencita se publicaron tus primeros poemas en la revista El Corno Emplumado (1962-1969) dirigida por Sergio Mondragón y Margaret Randell. Mientras, tu primer libro Sabor a mí (1973) fue editado por Beau Geste Press (1970-1976) en Inglaterra por Felipe Ehrenberg y Martha Hellion.
–México me ha impactado no sólo a través de la literatura aunque, tienes razón, ha ejercido una influencia más profunda en las letras y el pensamiento. Con Sergio traduje al inglés en Nueva York un libro mío junto con tres poetas estadunidenses. Aunque nunca se publicó tengo el manuscrito guardado. Además, él me conectó con Leonora Carrington, a quien visité en México.
–¿Qué viviste en ese encuentro con Leonora Carrington?
–La belleza de la pintura de Leonora Carrington me impactó profundamente, usando un método entre el tardomedieval y el renacentista temprano. Su casa me pareció un templo del arte y de la poesía. Leonora era una pintora y escritora excepcional. En el centro de ese “templo” se encontraba una vieja cocina de leña. Su taller estaba separado del resto de la casa y lo vi a través de un vidrio. Los habitantes de esa casa incluían a sus dos hijos y a Chiqui, su marido; era un universo de magia creadora, pensante, rebelde e inmensa. Después de treinta y cinco años de haber dejado de pintar, he retomado los pinceles.
De vuelta a la pintura
–¿Por qué dejaste la pintura por tanto tiempo?
–Pintar al óleo era algo infinitamente caro, difícil y lento. Estaba becada en Londres cuando estalló el golpe militar en Chile y mi pintura comenzó a ser severamente criticada. Pinté un óleo llamado La muerte de Allende. La misma noche del golpe, apenas recuperada del estado de shock por su muerte. Vi una imagen mental y comencé a pintar un desierto con huesos que representaba el Chile que dejaba de ser un vergel. Hay un abismo por el cual cae una gota gigantesca de sangre. Fue como una profecía de cómo los militares empezarían a extraer a las personas de sus casas, a torturarlas, asesinarlas o lanzarlas vivas al mar desde helicópteros. Es una obra donde sentí que me habían quitado la vida porque se la quitaron a Chile. La exhibí en Londres y mis amigos la consideraron horrible. La pobreza, el hambre, la crítica y la lentitud que requería mi método de trabajo me llevaron a dejarla.
–Una fotografía te muestra vendiendo tus pinturas en la calle, en Colombia, donde te refugiaste a finales de 1975 al dejar Londres. ¿Ahí vendiste tu pintura?
–No, no las vendía; se las mostraba a la gente de mi barrio. Pinté durante los cinco años que viví en Colombia, pero sólo vendí dos obras. En Londres, ni una sola. La mayor parte de esas pinturas desapareció; fueron botadas a la basura porque nadie las valoró. Se salvaron algunas que yo regalé o dejé guardadas en un rollo que conservo. Desgraciadamente, utilicé malos materiales por falta de dinero e ignorancia y se están borrando solas.
Salvador Allende y la palabra
como arma
–En Londres tuviste una actividad frenética como activista contra la dictadura. Cofundaste Artists for Democracy (AFD) convocando a intelectuales y artistas de todo el mundo para protestar. La mencionada pintura Muerte de Allende y tu libro Sabor a mí, publicado en octubre de 1973, fueron las primeras atestiguaciones de su defunción.
–Durante la época de la Unidad Popular (UP) con un grupo de amigos escribí teatro infantil para la televisión que se transmitía a todo Chile. Cuando fue el golpe, estando en mi soledad en Londres, decidí no renunciar a esa posibilidad como una misión. Fue así como creé las palabrarmas, un poema de una sola palabra, que se abre y dice lo que está guardado en su interior, descubre su metáfora. La primera palabra que hice fue VERDAD: DAR VER.
–¿Que piensas de ese drama histórico?
–Me pregunto si fue, quizás, la única y última oportunidad de una revolución como la imaginó Salvador Allende: democrática y sin persecución. No creo que haya otro caso en la historia humana con el espíritu, la calidad y el apoyo popular que tuvo la revolución chilena. Yo formé parte desde niña de ese movimiento social por mi familia. Siendo apenas adolescente, pinté un mural con mis compañeros de escuela para la campaña de Allende. Es trágico que más de la mitad de la población en Chile siga negándolo y pensando que Pinochet fue positivo para el país. Creímos que el estallido social de 2019-2020 en Chile nos había devuelto la belleza y la creatividad. El país estaba tapizado de poemas hasta los pueblos más chiquititos. Fue maravilloso ver que mis palabrarmas salieran a la calle y fueran usadas en las manifestaciones, incluyendo camisetas. Era como si los nietos se hubieran rebelado; la gente de mi generación llorábamos. Desgraciadamente, la nueva Constitución fue rechazada en diciembre de 2022 tras una campaña de distorsión y mentiras, y el nuevo Concejo Constitucional está dominado por la extrema derecha.
–¿Qué hacer para cambiar nuestro presente?
–Pienso que la humanidad dependerá de la mujer. Entre todos los animales, son siempre ellas las que deciden el futuro de la especie y escogen a sus machos. Será un tiempo que requerirá más arte
y más trabajo colectivo. Habrá que unirnos a quienes hacen una labor maravillosa por la tierra, empezando por resguardar el agua, antes de que escasee al punto de que la gente muera por millones l