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Crónicas de la verdad chilanga

'Quiero ser escritor'. Crónicas ochenteras, Porfirio Miguel Hernández Cabrera, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2022.
Bruno Valero

 

Valiéndose de las memorias de un joven aspirante a escritor, consignadas en las páginas de un diario, en cartas y relatos reporteriles, Porfirio Miguel Hernández Cabrera (México, 1960) nos entrega un libro “fragmentariamente autobiográfico” donde explora lo azaroso, lo marginal y lo catastrófico de sus correrías en la desmedida Ciudad de México de los años ochenta y poco antes. Quiero ser escritor. Crónicas ochenteras se titula. En éste, el narrador urbano plasma con su personal estilo un memorial proletario de tradiciones y costumbres.

Situado su protagonista en el centro-norte de una megalópolis de fin de siglo que ostenta el calificativo de impune, Hernández Cabrera ofrece una prosa certera, sin artificios, anclada en la zozobra pero también en la ironía. Escribe desde la necesidad, manteniendo a raya la tentación ficcional del anhelo de ser novelista que le inspiró Los hijos de Sánchez, de Oscar Lewis, o En jirones, de Luis Zapata. En casi todos los capítulos se asoma la crónica, no tímidamente, sino de lleno y sin mesura. En una página de su diario, a los veinticuatro años, así lo advertía: “Quiero escribir una literatura de mi clase, fuerte, dura, cruda; algo que choque, que vaya en contra de ese tono dulzón y de autocomplacencia egocéntrica de situaciones privilegiadas de niños o niñas escritores clasemedieros”.

Colonias como Atlampa, Doctores o Cuautepec Barrio Alto reclamaron al autor como testigo e intérprete de sus más variadas realidades, incluso las candentes e incómodas: el Movimiento Estudiantil de Iztacala de 1983, las posadas de patio de vecindad, el Mundial de Futbol México 86, la explosión en San Juanico vista desde la Sierra de Guadalupe, la inseguridad en las calles, los sismos de 1985…

Para muchos, el Distrito Federal de los años ochenta se ha convertido en un lugar común. No es raro leer las crónicas y relatos sobre delincuencia, desigualdad, catástrofes, inmovilidad social o falta de oportunidades que rebasan lo anecdótico. Pero la pertinencia de Quiero ser escritor… es que nos muestra a un apasionado de las palabras que, enfrentándose a las vicisitudes de su lugar de origen, dispara textos concretos, amenos, y líneas de absoluta resiliencia. “Al principio sentí como si hubiera leído una novela en la que soy […] el personaje principal, esa novela que no llegué a escribir. Sin embargo, esta no es ‘la novela de mi vida’.”

Podría parecer que este libro es deliberadamente modesto, de interés restringido, pero posee fidelidad y rigor en su contextualización. Aparte, sin ser una antología del pop, nos da una muestra de los placeres literarios, musicales y cinematográficos del autor. Cada crónica en sus páginas proclama una verdad chilanga del pasado que revela asuntos del presente, y relata claves que otros aspirantes a escritores pueden usar para contar aquello que la realidad por sí sola no sabe transmitir.

 

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