Caricatura y subversión: el antiporfirismo y el presente / Entrevista con Rafael Barajas 'el Fisgón'

- Carlos Betancourt Núñez - Sunday, 18 Feb 2024 10:57 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El poder de la imagen, específicamente de la caricatura política, en la historia moderna de un país es indiscutible. La investigación realizada a lo largo de veinte años por Rafael Barajas ‘el Fisgón’ sobre ‘El Hijo del Ahuizote’ y otras publicaciones del género, de reciente aparición, ‘Caricaturistas precursores de la Revolución Mexicana’, lo demuestra con creces pues, se afirma aquí, “la Revolución Mexicana sería absolutamente inconcebible sin la existencia de esta publicación”.

 

Caricaturistas precursores de la Revolución Mexicana (coedición del Fondo de Cultura Económica, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2023) es una investigación minuciosa sobre tres semanarios que desde 1885 hasta 1906 inflamaron en el ánimo mexicano de aquellos días el carácter revolucionario que daría término al régimen porfirista.

A manera de homenaje, pero también rescatando el legado e importancia de esta tercia de publicaciones combativas a la dictadura –indagación que a Rafael Barajas el Fisgón le tomó alrededor de veinte años llevar a cabo–, nos habla en el primer tomo sobre El Hijo del Ahuizote, tanto de sus glorias como de sus penas, dignificando la valentía de las caricaturas que satirizaban la vida política de Porfirio Díaz y se publicaban ahí, así como la cruel persecución, encarcelamiento y en algunos casos hasta de la muerte que sufrieron por parte del gobierno lo mismo sus dibujantes que su fundador, el posterior cierre del semanario y su caída en olvido con el estallido de la Revolución Mexicana hasta nuestros días.

Con el fin declarado de que esto último no suceda, conversamos con el Fisgón sobre este primer tomo:

 

Rafael, agradezco que nos hayas concedido esta charla y quisiera iniciarla preguntándote ¿por qué es importante hacer una historia de la historieta de la prerevolución mexicana para nuestra época?, ¿qué te motivó a emprenderla?

–Mira, yo estoy convencido de que todos nosotros somos producto de nuestra historia y estoy convencido de que para poder entender el presente tenemos que comprender bien lo que ha sido nuestro pasado; o sea que para poder entender el México de hoy, necesitamos tener clara la historia de nuestra nación. Esto me derivó en que para saber lo que es el género de la caricatura hoy en día, tenemos que estudiar lo que fue la caricatura en México en tiempos pasados y te quiero decir que la historia de la caricatura mexicana es un capítulo poco trabajado de la Revolución Mexicana pero, a la vez, al revisar la revista de El Hijo del Ahuizote me quedó claro que la Revolución Mexicana sería absolutamente inconcebible sin la existencia de esta publicación, ya que es donde se consolida por primera vez un movimiento antiporfirista en serio, es en esta publicación donde se da la evolución del pensamiento liberal mexicano radical, al pensamiento socialista que abrió las puertas de las Revolución Mexicana. Entonces, creo que es importante llevar a cabo la historia de la caricatura mexicana para hacer el diagnóstico de lo que fue la Revolución Mexicana y de cómo funciona la prensa hoy en día, de cuáles fueron sus límites a la libertad de expresión en aquel entonces y que, a partir de eso, podamos saber cuáles son los límites a la libertad de expresión hoy en día, porque además esto nos explica, es decir, estas publicaciones nos explican cómo funciona, cuáles son las claves de lo que es la caricatura mexicana política actualmente.

 

¿Por qué estas caricaturas, siendo así de punzantes e influyentes en ese momento, fueron dejadas de lado e incluso desdeñadas como fuentes de investigación directas de la Revolución Mexicana? Entiendo que a final de cuentas son un registro pictórico y sobre todo ideológico de ello, ¿no?

–Sí. De hecho esto tiene que ver con muchas cosas. Primero: estoy seguro de que la caricatura política ha sido un género menospreciado por los historiadores del arte, por los historiadores de la Revolución Mexicana, por los historiadores en general. No lo ven como una fuente seria documental y sí lo es, es una fuente documental importantísima y también es una fuente difícil de entender por qué todo se tiene que interpretar y todo se tiene que poner en contexto: para poder leer bien una caricatura necesitas tener muy claro el contexto en el cual fue publicada, necesitas saber cuál es la tendencia del editor, en qué revista fue publicada, cuál es la tendencia del dibujante, cuál es la tendencia del público y pues todo esto es muy latoso, pero yo creo que la caricatura mexicana, como obtuvo un impacto tan grande sobre todo en tiempos del porfiriato, sí se merece esta atención, merece que la revisemos, merece que la trabajemos, merece que saquemos las conclusiones pertinentes.

 

¿Qué te lleva a decir que esta forma de expresión fue uno de las principales alicientes para echar a andar la Revolución Mexicana? ¿Es por la satirización de las figuras políticas del porfiriato o hay otros motivos?

–Estás tocando un tema muy importante. A ver, yo me hice la siguiente reflexión al principio del trabajo: la Constitución de 1917 fue la primera que consagró a rango de ley los derechos sociales y meses después lo hizo la constitución soviética. Ahora bien, cuando pones atención a esta última te das cuenta que todas las demandas que incluyeron los soviéticos en aquel entonces venían de lo que era la literatura social, lo que leían los bolcheviques: Lenin, Trotsky, de Marx a Kautsky… ¿Y entonces qué leían esos revolucionarios mexicanos en 1917 al momento de redactar su Constitución? La respuesta es que todos ellos se habían educando leyendo El Hijo del Ahuizote, ¿no? Aquí el tema de fondo es el siguiente: ¿cuándo te ibas a imaginar que fuera posible que una revista de caricaturas –en la que también publicaron los Flores Magón, Juan Sarabia y un largo etcétera– hubiera tenido ese impacto en la población mexicana, de la misma manera que los complejos textos rusos en su propia tierra? Una de las conclusiones que yo saco de esto último, contenido en el siguiente volumen, es que justamente las imágenes sí tienen la capacidad de contener imaginarios y por lo tanto tienen la capacidad de contener ideas, de contener visiones del mundo, de contener proyectos de nación, proyectos de sociedad, entonces, por eso es tan importante estudiar esta expresión visual de ese momento y de todas las épocas, claro.

 

¿Crees que en la actualidad hay una influencia como la que tuvieron estas publicaciones para impulsar un cambio social?

–Mira, yo creo que en México una parte importante de la educación política de un amplio sector de la opinión pública se ha forjado a través de caricaturas. Fíjate, ocurrió en el siglo XIX en la lucha entre conservadores y liberales, y después para estos últimos las revistas de caricaturas fueron muy importantes en la lucha que se dio entre ellos mismos en las varias facciones que se formaron después del fusilamiento de Maximiliano. De hecho, cuando Porfirio Díaz derroca a Lerdo, les da cargos importantes a sus partidarios, personajes que pasaron a ser los protagonistas de la revista El hijo del Ahuizote. Luego, yo estoy convencido de que la lucha, de que la construcción de una narrativa y de un sentido común contra la dictadura, la construcción de la narrativa contra Porfirio Díaz, se hizo precisamente en El Hijo del Ahuizote y de la misma manera creo que en el Colmillo Público, sobre todo, se estructuró buena parte del proyecto de la Revolución Mexicana. Ahora bien, del mismo modo, estoy convencido de que varias generaciones de mexicanos nos formamos –y ahí me incluyo– leyendo las caricaturas de Rius, Los Supermachos, Los Agachados; esa fue nuestra formación política, así como varias otras generaciones de mexicanos lo hicieron leyendo a Helio Flores, a Naranjo, las caricaturas de La Jornada, las historietas de El Chamuco, etcétera. Entonces yo sí te podría decir que sí, que sigue teniendo un peso importante la caricatura política en la vida nacional.

 

En este sentido, ¿son periodistas?

–¡Claro que sí! Publicamos en periódicos, es parte de lo que hacemos y tocamos noticias del día. De hecho, somos editorialistas gráficos; sí, el término correcto es editorialistas gráficos: académicamente al que diseña caricatura política no se le debería nombrar “monero” sino editorialista gráfico.

 

Es que, efectivamente, tocan la noticia diaria.

–¡Por supuesto!

 

En este sentido, ¿cuál es el paralelismo que vivían esos periodistas, si es que lo hay, en la represión y las repercusiones de censura que tenían ellos con las que tienen ustedes hoy
en día?

–Obviamente estamos viviendo en sociedades totalmente distintas. Hoy en día, hasta donde yo sé, no hay un solo periodista preso por sus opiniones, no hay uno solo. Lo que sí hay son periodistas asesinados por cubrir temas como el narcotráfico, pero eso tiene que ver con un problema ya distinto, es decir, lo que está ocurriendo hoy en día, lo que estamos viviendo hoy en día, si le tuviéramos que buscar un paralelismo histórico yo lo encontraría sobre todo con lo que ocurrió en tiempos de Madero, cuando la caricatura, las revistas de caricatura, fueron un vehículo de los sectores porfiristas oligárquicos que buscaban derrocar a Francisco I. Madero, ese paralelo sí es muy claro. Pero no hay un paralelo con lo que ocurrió a los caricaturistas de El Hijo del Ahuizote, ellos más bien eran caricaturistas rebeldes, eran caricaturistas revolucionarios, traían un proyecto sedicioso y son cosas muy distintas las circunstancias de ellos con las de nosotros.

 

¿Qué técnicas hubieras empleado tú para hacer sátira prerrevolucionaria? En este caso veo que en las viñetas que seleccionaste hay mucha litografía.

–Prácticamente todo es litografía. Hay una fotografía y hay algunos clichés, clichés mecánicos que se hacen también por procesos fotomecánicos. Pero yo creo que en aquel entonces no había más herramientas gráficas que la litografía, era la herramienta predominante, la que todo el mundo usaba, era la más eficaz, la que más circulaba.

–Por último, Rafael, ¿tuviste algún problema al hacer esta investigación?

–Sí, muchos. De entrada, uno de los problemas serios de esta investigación es que es mucho material: son diecisiete años ininterrumpidos de fuentes; no, esto va de 1885 a 1904, entonces son diecinueve años de impresos semanales y eso es mucho tiempo de producción ininterrumpida salvo ciertos períodos, por lo que luego es un material difícil de reunir, es difícil encontrarlo. Hay obviamente lagunas, pues de repente hay colecciones que tienen faltantes –todas las colecciones las tienen, lagunas importantes– y el otro problema que fue muy serio para esta investigación es que, por la persecución política, prácticamente todos los trabajos vienen sin firma, son muy pocos los que vienen firmados, entonces tienes que identificar quién era el autor, pero sobre todo es más trabajoso identificar quiénes eran los directores de la publicación en sus diferentes etapas, porque lo que te presentaban como el director, el que se hacía responsable, no era realmente el director, sino que con mucha frecuencia era un hombre de paja, era alguien que prestaba su nombre y que se exponía a que lo metieran a la cárcel, pero no era el principal redactor. Y quiero recalcarte que muy pocas caricaturas están firmadas, sólo lo están los primeros años y quien firmaba las caricaturas de El Hijo del Ahuizote en los primeros años era Daniel Cabrera, bajo el pseudónimo de Fígaro, o sea que de plano no firmaban o firmaban con pseudónimos, entonces encontrar quiénes eran estos personajes fue muy complicado.

 

¿Cuánto tiempo te tomó hacer esta
investigación?

–Más de veinte años.

 

Enhorabuena por esta reciente publicación, Rafael. Te agradezco mucho el tiempo.

–Gracias a ustedes por el interés l

 

 

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