La flor de la palabra

- Irma Pineda Santiago - Sunday, 18 Feb 2024 12:07 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Haikús en didxazá: renovarse para continuar

 

La literatura es uno de los pilares de la cultura binnizá (zapotecas de la región del istmo de Tehuantepec), que a su larga tradición oral suma la escrita, desde 1894, cuando Arcadio G. Molina, originario del municipio de San Blas Atempa, publicó por primera vez su libro La rosa del amor, en una forma de escritura en zapoteco propuesta por él mismo, usando el alfabeto latino. Esta cultura, conocida también por su capacidad de refuncionalizar lo externo y lo contemporáneo, aplica bien el refrán popular de “renovarse o morir” y la poesía no se queda fuera de las adaptaciones que sus integrantes realizan para tener continuidad, tal como lo muestra la obra del poeta Nelson Guerra.

Guerra nació en 1981, en la séptima sección de Juchitán, Oaxaca, uno de los barrios más emblemáticos de la ciudad por ser la zona que mayormente conserva el idioma local además de muchas de las tradiciones comunitarias, por lo que de ella han surgido diversos artistas de variadas disciplinas, como la pintura, las artes manuales, la música y la literatura. Nelson es conocido entre los pobladores como una persona inquieta que con entusiasmo promueve su idioma organizando actividades y eventos artísticos, cursos de didxazá que imparte con una metodología que él mismo ha diseñado. Además escribe canciones y poemas en su propia lengua y destaca por usar una forma literaria que no es tradicional de la cultura de los zapotecas: el haikú.

Los haikús de Nelson Guerra fueron publicados recientemente en el poemario titulado Tapombo’ fruto del pochote (Ediciones del Lirio, 2023). Acaso algunos se preguntan qué hace una antigua tradición poética de Japón entre los zapotecas del istmo, puesto que esta forma literaria, que se basa en la observación de la naturaleza y busca atrapar el asombro y la abstracción del pensamiento que produce esa observación en un poema breve de diecisiete sílabas, dista mucho de la tradición literaria de los binnizá, más gustosos de las palabras, lo que se refleja en sus textos de largo aliento o en los amplios discursos que comparten en las ceremonias y rituales que realizan.

Sin embargo, nada está tan cerca del asombro por la naturaleza como la vida cotidiana entre los binnizá, donde el tiempo transcurre entre lo urbano y lo rural, entre la solemnidad de los ritos y las fiestas más intensas que se prolongan por días, dando lugar al contacto con lo primigenio y con la modernidad. Estos han sido los paisajes donde el poeta Nelson Guerra ha nutrido su pensamiento, su palabra y su poesía, hasta llegar a la forma más profunda de abstracción, reflejada en sus haikús, de los cuales hay que destacar que, quienes tenemos la posibilidad de leerlos en las dos lenguas en las que han sido publicados (el didxazá y el español), encontramos que el pensamiento con que se escriben nace del idioma materno, aunque cabe destacar que su versión en español fue revisada y acompañada por la escritora Cristina Rascón, una de las grandes creadoras y traductoras de haikús en México.

Hasta ahora la literatura zapoteca se ha desarrollado siguiendo los géneros propios de esta lengua, que fray Juan de Córdova documentó desde 1578 y que el escritor e investigador Víctor de la Cruz actualizó en su antología La flor de la palabra (Ed. Premiá, 1983), por lo que Nelson Guerra con sus haikús viene a romper esta tradición, precisamente para renovarla, ya que si bien no es el primer poeta que escribe desde su lengua materna, sí es el primero que inserta una forma distinta que, en la brevedad de sus complejos versos, facilita el acercamiento de quienes han sido ajenos a la poesía. Con sus haikús Nelson Guerra nos evidencia la universalidad de la literatura, puesto que pone en el mismo plano una forma poética tradicional de Oriente y la palabra de los binnizá, para hermanar a estas dos culturas y mostrarnos las posibilidades infinitas de nuestras lenguas.

 

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