Marguerite Yourcenar en sus palabras: la última entrevista (Inédita en español)

- Giovanni Minoli - Sunday, 03 Mar 2024 09:35 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La narradora, ensayista, dramaturga, poetisa y traductora francesa –después nacionalizada estadunidense– Marguerite Yourcenar (Bélgica, 1903-Estados Unidos, 1987), fue una de las figuras más destacadas de las letras francesas en la segunda mitad del siglo XX, y la primer mujer que formó parte de la Academia Francesa, autora de más de una veintena de libros, entre los que destacan ‘Memorias de Adriano’, ‘El tiro de gracia’ y ‘Opus nigrum’. La presente entrevista, hasta hoy inédita en español y la última que concedió Yourcenar, ocurrió para la televisión italiana en 1987.

 

Señora Yourcenar, ¿realmente le importa ser la primera mujer –después de trescientos cincuenta años– en ingresar a la Academia Francesa?

No es importante. Hay otras cosas en el mundo que hacer o incluso en las que pensar.

 

Los más maliciosos dicen que la preferían a Simone de Beauvoir, que era demasiado pesada, y a Nathalie Serrault, que era muy feminista. ¿Qué opina?

No sé, no he leído mucho a Simone de Beauvoir, ni tampoco a Nathalie Serrault. No tuve tiempo.

 

Alguna vez usted dijo que escribir es como hacer pan: la mano tiene que sentir cuando la masa está lista. Normalmente, ¿después de cuántos borradores siente su mano que la masa está lista?

–No sé, depende. No creo que exista un método. Si quieres hablar de gramática, de sintaxis, sí, pertenecen a una técnica; pero, en lo que respecta propiamente a la creación de una novela, no se trata de ningún modo de una técnica. Cada novela tiene su forma específica.

 

El primer borrador de su novela más célebre, Memorias de Adriano, lo encontró después de muchos años en un baúl...

Pensé en escribir algo sobre la vida y la historia de Adriano en mi primera visita a la Villa Adriana cuando tenía veinte o veintiún años, pero realmente no sabía mucho sobre su historia, sobre aquellos tiempos y sus problemáticas, así que lo dejé de lado.

Pero durante todos estos años, desde que tomó sus primeras notas hasta que decidió escribir el libro, ¿se olvidó de él o su subconsciente seguía reflexionando?

Desde luego, todo permanece. También incide el azar, la suerte que nos hace elegir un tema en lugar de otro.

 

Memorias de Adriano es un libro escrito como si usted fuera el emperador Adriano: un hombre, un romano, un soberano con sueños imposibles. ¿Por qué la historia de un hombre?

–¿Por qué un hombre? Porque nunca antes en el mundo existió un emperador con un proyecto como el que tuvo Adriano.

 

Si hubiera escrito la historia de Plotina, quien fue esposa de Trajano y ayudó a Adriano, ¿no podría haber escrito la misma historia después de todo?

Se sabe muy poco de Plotina e ignoro si tuvo una vida interesante. No fue un general, no hizo la guerra, no redactó una Constitución, no viajó tanto como Adriano. Se sabe muy poco de su vida doméstica, interior, espiritual.

 

¿Es verdad que tradujo algunos pasajes de las Memorias de Adriano al griego antiguo para ver qué impresión le causaban?

Sí. Lo hice para ver si resultaba verosímil en griego.

 

¿Por una necesidad de perfección?

–No, de verdad. No es relevante la perfección.

 

Al redactar novelas históricas, ¿usted elige las épocas o son ellas las que le eligen a usted?

No es cuestión de predilección. No adoro el siglo de Adriano, como tampoco el Renacimiento. Todos los períodos históricos son terribles.

 

Usted ambientó novelas y relatos en la época clásica, durante el Renacimiento, en Europa y en Oriente. ¿No hubo ningún personaje, conflicto social o circunstancia que le atrajera de la Edad Media?

Ningún personaje. Algunos escritores lo intentaron con la Edad Media, pero fracasaron.

 

Uno que acertó muy bien en este ejercicio medieval y logró un gran éxito de público en todo el mundo se llama Umberto Eco y escribió la novela El nombre de la rosa…

No me digas. A mí no me gusta.

 

¿Por qué?

–Porque es superficial.

¿Por qué el presente nunca aparece en sus libros?

–El presente siempre está ahí. La vida de Adriano podría ser la de un hombre de ciencia de la actualidad. Podemos imaginarla como la de un hombre que hoy posee un inmenso poder, quizá en el mundo de las finanzas.

 

Entonces, ¿quién es un Adriano de la actualidad en el mundo de las finanzas? ¿Rothschild? ¿Rockefeller?

No existe nadie, entre los grandes hombres de las finanzas, tan inteligente como Adriano, como tampoco grandes espíritus científicos como Einstein, también porque no tendrían tiempo para hacer investigaciones y hallazgos prácticos.

 

También tradujo a escritores importantes, como el griego Kavafis y la inglesa Virginia Woolf.

En ese entonces yo era una joven escritora interesada en la experiencia de la traducción. Traduje a Virginia Woolf, pero no me sentí conectada con su obra. La conocí en Londres, era interesante, hermosa, un poco como un fantasma, como un espectro, alguien que estaba a punto de abandonar la vida.

 

Cuando se suicidó, ¿le sorprendió?

–Estaba la guerra, había buenas razones para suicidarse y, además, era alguien que estaba considerada en estado de demencia.

 

Se sabe que un escritor se esconde detrás de todos sus personajes. ¿Detrás de cuál de sus personajes se siente más oculta? ¿Hay alguno que le guste más?

–El autor ama a todos sus personajes, pero quizá uno al que me siento más cercana es a Zenón. Pertenece a esas personas que intentan ver el mundo tal como es.

 

Usted dijo que somos más hijos del tiempo que de nuestros padres. ¿De qué época se siente hija?

De todas y de ninguna.

 

¿No se siente radicada en su tiempo?

–No creo en el tiempo. ¿Qué es el tiempo? Aquí son las cinco y veinte de la tarde, más o menos la mañana en Tokio o en Nueva York. Esto es el tiempo.

 

¿Existe algo que realmente le interese de nuestra época?

Todos los esfuerzos para mejorar el mundo. Greenpeace.

Su vida es un poco misteriosa y reservada, tan es verdad que en sus libros más autobiográficos, como Archivos del Norte o Recordatorios, se detiene a los seis años de edad en sus recuerdos. ¿Por qué se frena tan pronto?

Estos títulos tratan sobre mi familia, no de mí. No hablo de mi vida ni más ni menos que de cualquier otra vida.

 

Cuando habla de su madre, lo que permanece en uno es el misterio. Usted dijo: “Quería a mi madre, pero no llegué a conocerla.”

Quizá la hubiera amado, tal vez no. Murió cuando yo tenía siete días, sería pretencioso afirmar si la quise o no.

 

Al leer su biografía da la impresión de estar leyendo la de un nómada que vive en todo el mundo. ¿Cuál es el lugar por el que siente más apego?

La India. Por su inmensidad, por la vida que se observa en las calles, por la diversidad de personas, por el hecho de que aún están atrapados en la cruda realidad y que no están muy alterados por las formas de la vida moderna.

 

¿Y qué opina de Italia? ¿Qué ciudad italiana le gusta más?

Visité más o menos toda Italia. No sé, quizá Perugia, tal vez Asís, seguramente Venecia. Son ciudades muy distintas y no se pueden comparar.

 

Usted, a diferencia de muchos escritores franceses, nunca ha sido engagé [comprometida] en el sentido formal del término. ¿Lo hizo para no seguir la moda o porque cree que un escritor debe ser engagé de otra manera?

No creo que ser engagé resulte positivo para un escritor, porque es una forma simple de afirmar si algo está bien o mal: bien o mal Stalin, bien o mal el Papa…

 

Usted siempre habla de la soledad del escritor. ¿En qué se diferencia a la de cualquier hombre, o es más intensa?

No es tan distinta. Es como la soledad de un juez que tiene sus papeles sobre la mesa y piensa en cómo resolver un caso.

 

¿Cuál es el escritor francés que más le interesa?

–Montaigne.

 

¿Y su novelista favorito no francés de todo el mundo?

Quizá Tolstói.

 

Durante muchos años ha sido atraída por el mundo oriental, por su religión y literatura, y los ha estudiado. ¿Qué tiene Oriente de lo que carece Occidente?

Oriente es inmenso. Un holandés que conozco me dijo: “Para mí, Oriente comienza en Bruselas”, y es cierto. El viejo proverbio diplomático reza: “África inicia en Roma, Asia comienza en Viena.”

 

Y para usted, ¿dónde comienza Oriente?

–Si hablamos de paisajes, existe un toque de Oriente en España; pero si hacemos referencia a las ideas, Oriente es infinitamente complejo. El sur de la India difiere bastante del norte, y China y Japón son muy distintos.

De modo que no tiene sentido hablar de Oriente y Occidente....

Occidente también es un pequeño promontorio de Asia.

 

Usted dijo que hay que devolverle al placer el significado de ser un camino hacia Dios. ¿Qué quiso decir exactamente?

Creo que Occidente ha desvalorizado mucho la idea del placer. En parte debido a la hostilidad de la tradición cristiana, que lo ha aplastado hasta lo más bajo. Hoy es difícil producir un ambiente favorable para el placer.

 

De Dios dijo: “Está en discordancia con la elección de aquellos que quieren o pueden amar la vida, no se puede tener al mismo tiempo la belleza de la noche infinita y el esplendor del sol. Dios es sólo una de estas dos cosas: o la noche infinita o el sol resplandeciente.”

Esta sentencia está tomada de un poema de amor en el que se habla de infelicidad o felicidad. No se pueden tener las dos cosas al mismo tiempo.

 

¿Se considera a sí misma una persona religiosa?

En cierto sentido, seguramente. No soy cristiana, me siento más cercana al budismo.

 

¿Qué papel desempeña el amor en su vida?

El amor no es una noción sencilla, es lo más importante del mundo junto a la muerte.

 

Usted también dijo: “hay que ver las cosas como son, hacer como Adriano, que quiso morir con los ojos abiertos”. ¿Cuál es la diferencia entre morir con los ojos abiertos y hacerlo con los ojos cerrados?

–Con los ojos cerrados no sabes lo que está ocurriendo, ignoras lo que piensan los demás.

 

Y con los ojos abiertos, ¿a qué se refiere?

Que procuras comprender exactamente tu situación y la de los demás.

 

¿Teme a la muerte?

–No.

 

Traducción de Roberto Bernal l

 

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